Confesiones de una cazadora

Capítulo 61.

Diciembre 2024.

— ¡Se fue por allá!

— ¡Atrápenla!

Scott y Félix corrían detrás de una mujer en un callejón por la noche mientras Marco rodeaba el lugar con la moto e Injae con la camioneta por el otro lado para llegar hasta el otro extremo del callejón antes que la mujer.

Marco se detuvo cuando un vampiro se le puso enfrente.

— ¿Dónde están? Se escapa la bruja.

—Ocupado —respondió agitado—. Injae, quedas tú.

—Estoy en eso…

La bruja había salido del callejón y dobló hacia el lado donde saldría Marco, pero justo en ese momento, Injae llegó frenando de golpe y bajó de la camioneta aparentemente desarmada, corrió un poco para aproximarse mejor y durante su corto trayecto estiró su brazo derecho en donde usaba por abajo del codo un brazalete apretado y delgado que en su extremo poseía una piedra de cobalto que se magnetizaba con otra que estaba en el extremo de otro brazalete más grueso de espiral que empezaba por abajo del codo y terminaba en punta formando un anillo espiral en el dedo medio de Injae; al tocar el metal del anillo por debajo de él, el resto del brazalete empezó a bajar por su brazo hasta colgar de su mano exactamente como un látigo de plata esmaltada que permanecía unido a ella por el anillo que le daba el control.

Dirigió el látigo hacia la bruja para enrollarlo a su tobillo y así poder tirarla.

—Necesitan ser más rápidos —se burló al ver al pelirrojo y al rubio de rulos.

—Que graciosa.

Los tres miraron a la bruja que trataba de zafarse del látigo sin éxito alguno, luego Injae enrolló su extremo a un poste de luz para fijar el látigo.

—Yo también quiero que Yurim me haga un látigo —bromeó Félix.

Injae estaba por ir a una misión con Marco y otros miembros del grupo cuando antes de partir, Yurim la llamó para hablar cerca del cuarto de armas.

—He estado planeando crear una nueva arma y finalmente acabé.

Abrió el estuche y mostró un brazalete delgado junto con una vara de metal que terminaba formando una especie de anillo.

—Sé que dijiste que estábamos bien y que me perdonabas por haber sido una perra contigo, pero… —Le acercó el estuche sobre la mesa—. Quería darte esto.

—Yurim…

—No tienes un arma distintiva y quizá esta no vaya a serlo para ti, pero quiero que sea tuya.

Se colocó el brazalete abajo del codo y luego se puso el anillo de la vara.

—Es plata esmaltada, pero le añadí un poco de fuego de Kineut que hay almacenado así que cuando toques el anillo, tu calor corporal activará el fuego en la plata y la hará moldeable para volverlo un látigo —explicó demostrándole—, tendrás que acostumbrarte al calor que emana.

—Yurim, esto es asombroso. —Alzó sus cejas y tocó despacio el látigo—. ¿Segura qué quieres que yo lo tenga? Debería ser tuyo, lo hiciste tú.

—Pero lo creé para ti. Otra cosa, si lo estiras lo suficiente y lo enfrías, crearás una lanza filosa, luego cuando quieras guardarla… —Enseñó como se enrolló el metal en su brazo—. Subirá por la magnetización en el cobalto.

Injae tomó su nueva arma y se fue con el resto a la misión. Scott estaba en la armería durante la plática de las chicas, pero detrás de los estantes finales y cuando su hermana se quedó sola, se asomó con unos planos en sus manos.

— ¿Esta no era el arma que querías hacerte desde los catorce?

—No… —mintió evadiendo la mirada.

Durante la misión de Injae, esta aprendió rápido a usar el arma que le dio Yurim.

—Que gran arma…

— ¿Verdad? —Jadeó cansada mientras peleaba con la lanza—. La hizo Yurim.

Volvió a convertir la lanza en látigo y sujetó del cuello a uno de los vampiros.

—Perra sucia —masculló con esfuerzo—. ¡Quítame esto!

—No creo que quieras eso…

Injae estiró el látigo creyendo que al aplanarse solo le giraría el cuello y eso se lo rompería sin riesgo alguno, pero la fuerza del látigo era mucho mayor que al endurecerse, le reventó el cuello haciendo que su cabeza se separara del cuerpo.

Los cazadores que paralizaron de un susto cuando vieron la sangre salpicando por todo el espacio.

—Oh, diablos —murmuró Injae sorprendida—. No sabía que podría hacer eso…

Scott permanecía viendo a la bruja y sin muchas ganas, sacó unas esposas especiales para la bruja.

—Hay que esposarla para llevárnosla —avisó Félix.

—Nunca me ha gustado esta parte —se quejó abatido.

Injae frunció su frente al oír a Scott y luego Félix le pidió las esposas al chico para ser él quien se las pusiera a la bruja, cuando se fue acercando a la mujer ella empezó a pedir piedad para no ser esposada.

—Siento mucho hacer esto —murmuró evadiendo su mirada.

Félix tomó los brazos de la bruja, uno por uno para ponerle una cuerda de metal con cristales de obsidiana negra para que se enrollasen en sus brazos de tal forma que por la fuerza del metal comprimiendo sus brazos se le enterraran los cristales a la piel; las esposas hicieron su trabajo y al instante de sentirlas clavándose en sus brazos, la bruja gritó de agonía.

— ¿Qué eran esas cosas? —Protestó Injae—. ¿Qué le hiciste?

—Esposas con piedras del plano demoniaco que poseen energía demoniaca, contaminarán la energía mágica de la bruja y evitará que quiera usar su poder —explicó Scott mientras veía a la mujer lastimada.

“Injae, el látigo.”

La chica quitó su látigo del poste volviendo a colocarse el anillo de él. Luego Marco llegó y auxilió a Félix para llevar a la bruja a la camioneta.

— ¿Cómo obtuvieron esas piedras? Creí que nadie podía entrar.

—Pero sí salir, los demonios también poseen energía demoniaca en su interior… es como una llamarada que según su nivel de demonio, será el tamaño y con eso recargan las esposas.




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