Confesiones de una cazadora

Capítulo 63.

— ¿Qué les sucede? —Expresó Yurim con mala cara.

—Llevan así todo el combate —le respondió Félix—. En algún momento siento que alguno terminará mal.

Yurim frunció sus labios y se cruzó de brazos mientras observaba el cuadrilátero donde su hermano e Injae estaban enfrentándose. Iniciaron con varas de madera, pero cuando se deshicieron de ellas, siguieron peleando a puño cerrado; Scott tomó del brazo a Injae para doblárselo, pero esta lo pisó y con su otro brazo le pegó en el abdomen para después darle una de sus conocidas patadas en el rostro, sin embargo, Scott logró detener a tiempo su pierna así que con la otra, Injae se impulsó para lograr su cometido de golpearlo; después de que cayeron, ambos quisieron incorporarse rápido antes de que el otro pudiera atacar, pero fue Scott quién lo hizo antes y fue por Injae para levantarla y someterla casi a empujones contra la reja.

—No me gusta por donde va esto —comentó Yurim yendo hacia el enrejado.

Scott tenía doblado el brazo de Injae en su espalda y le presionaba el rostro contra la reja mientras ella apretaba sus dientes tratando de liberarse, como no pudo usar sus brazos ni dar un golpe hacia atrás con su cabeza tuvo que empujarse con sus pies contra la reja para irse de espaldas con Scott atrás suyo; se puso sobre el pelirrojo para someterlo, pero este le sujetó las muñecas y la empujó hacia un lado para quedar sobre ella, luego Injae le dio un ligero rodillazo en su entrepierna para poder zafarse; cuando Scott se recuperó del golpe, se levantó aún más molesto y vio a Injae con un poco de sangre mal limpiada de su nariz y de pie con sus puños levantados, así que la imitó después de limpiarse la sangre que todavía salía de su boca por los golpes anteriores.

Yurim se acercó a Gerard que se mantenía observando atento el enfrentamiento.

—Gerard —susurró—, debes pararlos.

— ¿Por qué debería? El propósito del combate semanal es demostrar las capacidades de los cazadores y solo acaba hasta que haya un vencedor.

— ¿Le parece que habrá un vencedor? —Intervino Félix cuando se acercó detrás de Yurim—. Esto no es otro combate semanal, esto ya es personal y no van a detenerse hasta que uno termine herido sin poder pelear.

El anciano respiró fuerte y resopló al ver a Injae y a Scott que seguían peleando más duro sin señal de que fueran a parar pronto.

—Esperaba que alguno fuera sensato y lo acabara, pero veo que no —replicó molesto.

Gerard se encaminó hasta la entrada del cuadrilátero para ordenarles que se detuvieran, pero ninguno hacía caso. Scott apretaba los hombros de Injae para agacharla mientras golpeaba su abdomen; luego ella como pudo, pasó su codo por los brazos del chico para hacer que la soltara y después le tiró una patada en su pecho para empujarlo contra la reja.

— ¡Ya deténganse! —Ordenó pegando palmadas a la reja.

Injae le soltó un puñetazo a Scott y cuando estaba por darle otro, el chico le frenó la mano y también le soltó un golpe.

“¡Scott!”

La chica se sobó la mejilla y regresó su vista hacia Scott que estaba sangrando de la nariz y con sus pómulos morados; Scott apretó sus puños y al verlo, Injae tomó fuerza en sus puños y se fue contra la cara del pelirrojo para soltar un golpe tras otro sin que él se la dejara fácil.

— ¡Alto ya!

Gerard entró al cuadrilátero con una vara de madera que interpuso entre ambos para frenar sus ataques.

—Dije que pararan, ¿por qué no se detuvieron?

Los dos jóvenes miraban hacia el frente con la mirada en el suelo.

—A mi estudio, ahora —ordenó endureciendo su voz—. ¡Se acabó el espectáculo para el resto!

Los cazadores empezaron a dispersarse mientras Gerard iba bajando del cuadrilátero.

— ¡Michael! —Llamó el anciano—. Busca mi bastón, no sé dónde está.

El acólito asintió de lejos.

El hombre estaba en su estudio, sacando un fuete de su cajón mientras tenía a Injae y a Scott de pie a su espalda.

—No me importan sus asuntos personales —espetó agarrando con fuerza el fuete—, cuando yo doy una orden deben obedecer, ¿sí lo entienden?

Ambos mascullaron cabizbajos que sí.

—No permito que mis cazadores se agarren como salvajes porque tienen problemas personales, si quieren hacerlo que sea fuera de mi instituto.

—Disculpe, señor —contestó Scott.

—No volverá a pasar —añadió Injae sin mucha sinceridad.

—Por supuesto que no…

Se paró delante de ellos y usó el fuete de manera suave para indicarles que subieran la mirada.

—Scott, tú llevas años aquí y sabes las reglas, las conoces y las sigues, pero si un asunto personal te lleva a desobedecer, es mi deber corregir —insinuó elocuente—. Quítate la camiseta, ponte de rodillas y date la vuelta.

Scott dudó unos segundos y luego con la mirada en la ventana asintió sin más; se quitó la camiseta mientras se iba dando la vuelta y fue ahí donde Injae le vio por primera vez su espalda que estaba llena de cicatrices más grandes y profundas que las pocas que ya tenía en sus pectorales y abdomen.

—Injae, te pedí que dejaras de provocar problemas, pero en vista de que no quieres acatar ordenes… —Jaló a la chica hacia él—. Observa lo que sucede con aquellos que no siguen el sistema.

Scott se hincó con su espalda dando hacia los otros dos mientras él tenía sus manos en sus piernas apretándolas una con la otra a la vez que daba tragos duros de saliva.

— ¿Esta vez no vas a decir que fue culpa tuya y que lo deje fuera? —Miró burlón a Injae—. ¿No tratarán de proteger al otro como aquella vez?

Injae se mantuvo en silencio sin quitarle la mirada a Gerard, aunque no era una mirada irrespetuosa sino más bien de inquietud y de incertidumbre.

—Bien.

Gerard pegó el fuete con su palma un par de veces para tomar impulso antes de azotarlo contra la espalda de Scott. El pelirrojo se dobló cuando sintió el ardor, pero no emitió quejido alguno mientras que Injae se cubrió su boca con las manos.




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