Trece años atrás.
— ¡¿Cómo pretenden ir a Sølvbyen?! —Espetó jaloneando a un niño—. ¡Ellos no van a ser amables con ustedes!
Scott tenía seis años mientras que Yurim todavía tenía nueve y su padre, Andreas, estaba de regreso de una misión lejana y quería que sus dos hijos estuvieran lo más preparados para asistir al instituto Sølvbyen donde entrenarían los siguientes años de su vida o al menos Yurim quien tenía que ingresar a partir de los diez años.
—Andreas, basta.
Una mujer en bata, pelirroja con un ojo marrón y otro azul salió del interior de la casa para recargarse en la puerta al patio trasero.
—Está haciendo frío y los niños van a resfriarse.
—Debiste entrenarlos mejor, Analissa —reprochó serio—. Yurim está muy lejos de estar lista para entrenar en el instituto.
—Para eso irá a Sølvbyen, allá la entrenarán —alegó saliendo de la casa—. Ahora, entren los tres.
—Estará llena de golpes todos los días, ¿eso quieres?
La mujer resopló fastidiada y se cruzó de brazos.
— ¿Y si la enviamos cuando Scott ingrese? —Sugirió tranquila—. Que entren juntos, así podrás entrenarlos al mismo tiempo como quieras para prepararlos.
—Cuatro años de preentrenamiento extra… de acuerdo.
—Ahora a cenar.
Dos años más tarde.
— ¿A eso le llamas puntería? —Reclamó el hombre—. ¡Puedes hacerlo mejor!
Scott lanzaba cuchillos al blanco, pero desafortunadamente todavía fallaba mucho al atinarle. En uno de los tiros, el cuchillo se le resbaló de la mano y ni siquiera logró lanzarlo más lejos que a medio metro de él.
— ¿Eso es mejor? ¡Por favor, Scott!
El niño bajó su cabeza y luego el hombre lo llamó para acercarlo, cuando llegó a él, el hombre se hincó para estar a su altura y lo sujetó de los hombros.
—Mírame cuando te hable, Scott —ordenó serio—. ¿Sabes por qué los llamo “mis aves más pequeñas”?
Scott negó nervioso.
—Porque eso son, son pequeños e indefensos, incluso débiles —despotricó en un tono amable para el niño—. ¿Sabes cuál es el ave más peligrosa del mundo? El casuario. Es enorme, con garras largas y afiladas como su pico, nadie quiere encontrarse con uno porque sus heridas son mortales… ¿Qué quieres ser en la vida, Scott? ¿El ave más pequeña o el ave más peligrosa?
— ¿Tú qué eres? —Balbuceó.
— ¿Por qué? —Entrecerró sus ojos viendo al niño—. ¿Querrías ser como yo?
El niño asintió temeroso mientras el hombre se ponía otra vez de pie y se iba quitando un colgante de cadena dorada de su cuello.
—Si quieres ser como yo, tendrás que esforzarte a niveles que tu pequeño cuerpo todavía no quiere aprender, pero ya aprenderá… —Enrolló la cadenita en su dedo y luego volvió a dejarla colgar—. Cuando entrenemos vas a hacerlo sin la camiseta, ve empezando ahora.
Scott se quitó su playera y su padre lo llevó hasta el saco de box para que se parara frente a él y cuando menos se lo esperó Scott, el hombre le pegó en su espalda con la cadena.
Seis años después.
Scott ya tenía catorce años y entrenaba en Sølvbyen con otros chicos de su edad y con su hermana mayor, Yurim.
Andreas llegó al instituto como cada tres meses para ver al avance de sus hijos, quienes se habían vuelto de los mejores de toda su generación, sobre todo Scott.
—Padre —saludó Yurim.
—Mi ave más pequeña, luces hermosa. —Extendió sus brazos para abrazarla.
El gesto incomodó a la chica ya que no estaba acostumbrada a esas muestras de afecto por parte de su padre.
—Tengo diecisiete, ¿hasta cuándo dejarás de llamarme así?
—Para un padre, sus hijos siempre serán un ave pequeña —bromeó y volvió a ponerse serio—. Su madre está en el comedor, ve a saludarla en lo que hablo con tu hermano.
La mirada del hombre se fijó sobre el muchacho que se mantenía callado.
—Padre…
—Yurim, haz caso.
Yurim obedeció y se marchó cabizbaja. Cuando se quedaron a solas, Andreas avanzó hacia Scott y le dio una cachetada fuerte.
—Una bruja… —mencionó indignado—. ¡¿Fue así como te eduqué?!
Actualmente en 2024.
Injae estaba en su habitación del instituto cuando Yurim entró despacio.
—Hola… —Puso la verdura congelada en la cama—. Olvidaste esto.
—No la olvidé, creí que otro podría necesitarla más.
— ¿Scott? —Resopló sentándose en la cama—. No sé si tuvieron algún problema, pero te pido que no le prestes mucha atención… estos días son difíciles para él.
La castaña frunció su entrecejo y Yurim le señaló con la mirada la cama para que se sentara junto a ella; Yurim tomó la bolsa congelada y empezó a ponérsela en las mejillas y en los labios a Injae.
—El quince es el fin de clase en Sølvbyen y nuestro padre siempre iba a buscarnos a la academia para ver nuestros avances, Scott siempre debía estar… a la expectativa de él, un hombre duro, frío y que en ocasiones podía ser algo cruel, pero aun así era nuestro ejemplo a seguir y a quien más admirábamos —contó melancólica concentrada en los moretones de Injae—. Incluso después de muerto sigue atormentando a Scott para llenar sus inalcanzables expectativas, ni aun siendo el mejor pudo sentir que las llenó y no te ofendas, pero tu presencia solo…
—Lo empeoró —agregó desviando su mirada.
—No lo tomes personal, Injae. Ser entrenado por Andreas es una cosa, pero serlo y al mismo tiempo ser su hijo es una muy diferente.
—Por eso el trato de Gerard a él, ¿cierto? Las marcas en la espalda de tu hermano, no puedo creer que Gerard se las haya hecho y que aún siga haciéndoselo. ¡Es un monstruo! ¡Un salvaje!
—Injae… esas marcas no se las hizo Gerard —admitió decepcionada—, se las hizo Andreas, nuestro perfecto, amado y renombrado padre.
Injae le alejó su mano con la bolsa congelada para poder verla mejor, fue cuando vio el rostro apiñonado de la pelinegra mirando hacia abajo por la vergüenza ajena creada por su padre al hablar de eso.
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Editado: 04.04.2024