Confesiones de una cazadora

Capítulo 67.

En el reino de la magia.

El sol brillaba lo suficiente para que su luz no fuera cegadora; el alrededor estaba cubierto de árboles altos y verdes con raíces gruesas, además eran tan largas que hacían su propio camino; había aves pequeñas de colores poco usuales y de picos alargados como un colibrí; el suelo era pasto verde que al caminarle encima se cerraban sus hojas y se abrían de nuevo cuando no tenía peso; la brisa era fresca y el aroma en ella era de flores, las cuales estaban a los lados del camino de magia que pusieron para guiar a los invitados de La orden.

—Esto es hermoso —comentó Injae tocando las flores a su lado—, es irreal.

Un par de hombres uniformados con un emblema dorado de dos V que se cruzaban, se acercó a ellos.

—Bienvenidos al reino de la magia, por aquí por favor.

Les cedieron el paso para que quedasen rodeados de todos sus lados por ellos.

— ¿Quiénes son? —Susurró la chica viendo las espadas de quienes iban enfrente—. ¿Son guardianes?

—Especialistas —corrigió un hombre—. Los guardianes custodian a las brujas y hechiceros oscuros más poderosos y peligrosos, nosotros protegemos las fronteras del reino de peligros externos… y a veces internos.

Los guiaron hasta un edificio similar a una catedral con ventanales de vidrio transparente y mientras esperaban, Arcelia estaba con Mireya en la parte trasera del lugar en una pequeña casa para que se terminara de arreglar la chica.

—Te ves preciosa. —Le sonrió acariciándole el rostro—. ¿Estás nerviosa?

—Un poco, tengo miedo de no ser lo que todos esperan.

Mireya agachó su rostro y jugó con sus dedos sobre sus piernas.

—Cariño, no importa lo que pase hoy, recuerda que siempre voy a amarte sin importar nada —afirmó con ojos llorosos—. Eres mi vida entera, mi esperanza y mi amor, eres lo mejor que le ha pasado a mi existencia.

— ¿Mamá? —La vio extrañada—. ¿Estás bien? Tú nunca eres tan sentimental.

Arcelia se rio y se limpió sus ojos.

—Debe ser por la ceremonia, mi pequeña ya es grande y ya no me necesitará…

—Siempre voy a necesitarte, mamá —contestó con gracia—. Tú y papá son todo lo que necesito para sentirme a salvo y aun cuando ustedes ya no están juntos, gracias por venir.

—Jamás querría perderme este día.

Arcelia le dio un beso en la frente a su hija y después la abrazó, pero en su rostro estaba marcada la tristeza y la preocupación de lo que pasaría de ese día en adelante.

—Gerard ya debe estar aquí con los chicos, ¿no quieres ir a saludarlos?

—Quiero quedarme así un poco más —dijo recargada en el hombro de la mujer—, a menos que quieras que me vaya ya.

—En algún momento deberás hacerlo —bromeó acariciando su cabello—. Mireya —añadió seria—, recuerda ser fuerte… tu amiga podría necesitarte pronto.

—Mi abuela me contó que tuviste una visión, ¿de verdad no puede cambiarse?

La mujer respiró fuerte y arrugó su boca.

—Me temo que ya es muy tarde.

Alguien tocó a la puerta y entró un hombre alto de cabello oscuro con tez ligeramente más clara que la de Arcelia y su hija, estaba vistiendo traje azul rey y traía consigo un estuche plateado.

—Arcelia —saludó serio—, creí que no vendrías.

—Hola, Norman.

Mireya se mantuvo callada, viendo a ambos con una actitud fría hacia el otro.

—Hija, me permites unos minutos a solas con tu madre —pidió gentilmente y sonriendo.

—Claro, iré a ponerme las zapatillas… solo no vayan a matarse.

Arcelia se rio y le guiñó un ojo a la chica mientras esta se estaba yendo.

—Te ves muy bien —comentó evadiendo la mirada—. ¿Es algún nuevo corte de cabello?

—No, es el mismo corte que tenía la última vez que nos vimos hace once años.

—Ya veo, sigue viéndose bien. —Se aclaró la garganta y agregó—: Me da gusto que hayas venido, no solo por Mireya…

Arcelia sonrió y agradeció.

—También me da gusto verte, Norman. Creo que nunca pudimos terminar bien esa conversación —mencionó respirando hondo—, solo quiero que sepas que me arrepentí mucho de haberte dicho esas cosas, incluso ahora, te pido que me disculpes.

El hombre se quedó sorprendido por la confesión y cuando reaccionó, le asintió con una breve sonrisa.

—Creo que… siempre fui muy inmaduro y tú demasiado madura teniendo en cuenta tu edad —comentó con gracia—, así que también lo siento.

—Mireya me dijo que conociste a alguien —mencionó mirando el estuche en las manos de él—. Deseo de corazón que ella te haga más feliz de lo que nunca pudimos serlo juntos.

—Gracias, Arcelia, yo también lo deseo.

La mujer pasó junto a él y le tomó el brazo.

—Debo irme ya —avisó cabizbaja—, te encargo a nuestra hija… sé que la cuidarás bien.

—Sabes que haría lo que fuera por Mireya, pero ¿por qué lo dices en ese tono?

Ella ya no dijo nada y se marchó, minutos después regresó Mireya y Norman se concentró en su hija a quien le puso una peineta plateada de su familia para acompañar el collar en forma de cruz con piedras moradas que Arcelia le dio a su hija.

Norman acompañó a su hija a la catedral ceremonial donde estaban los invitados y allí Mireya lo presentó con Injae y Scott. Por otro lado, Arcelia estaba llegando al cuarto cerrado del pozo abandonado al final del invernadero que estaba del otro lado de la catedral.

—Cuando la visión se volvió borrosa tuve la esperanza de que cambiases de decisión, pero veo que no es así —comentó en voz alta al entrar.

Una mujer de cabello plateado vestida de negro y con capucha salió de atrás de uno de los pilares.

—No debiste meterte en mis asuntos ni abrir la boca —espetó molesta.

Arcelia recibió una visión borrosa al instante en que la mujer se acercó al pozo a lado suyo.

—Aún estás a tiempo de cambiar tu destino, Hermione.

Hermione se mofó fuerte y se recargó frente al pozo mientras Arcelia la veía fijo sin cambiar su semblante serio.




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