Confesiones de una cazadora

Capítulo 69.

Gerard les ordenó a Injae y a Scott regresar al instituto ya que no tenían nada más que hacer en el reino de la magia luego del supuesto accidente de Arcelia. A pesar de que Injae protestó ante su orden, al hombre no le importó sus opiniones y los mandó a ambos de regreso mientras él se quedaba para seguir indagando sobre el suceso; primero se marchó Injae de mala gana y luego la siguió Scott.

Después del salir del reino, los chicos se encontraron con la camioneta de su instituto que los esperaba para llevarlos de regreso.

— ¿Qué te dijo Gerard? —Preguntó en voz baja.

—Dijo…

«“Por tu bien, Scott, espero que no pienses seguir las actitudes de la señorita Venator porque eso no terminaría bien para ti.”»

—Nada interesante, lo de siempre —respondió desinteresado—, no te preocupes.

Injae no sintió que dijese la verdad, pero no insistió en averiguarla porque confiaba en que de ser algo importante, él se lo diría.

Cuando el funeral de Arcelia llegó, solo Gerard iba a asistir sin siquiera preguntarle a Injae si quería ir, por lo que cuando lo vio en la sala a punto de salir, no pudo evitar reclamarle.

—Esto no es un evento social, Injae —alegó irritado—. Yo conocía a Arcelia desde hace mucho, fui incluso a su boda con Norman, en cambio tú, solo cruzaste palabra con ella un par de veces, no creo que importe si no vas.

La chica escuchó con su mandíbula rígida y sus puños cerrados con fuerza junto a sus caderas.

—No lo tomes personal, cuando alguien cercano a ti muera, podrás elaborar hasta la misa y el entierro.

Se puso su saco negro y salió con su escolta que lo llevarían hasta la entrada del reino.

Días más tarde, Injae estuvo apoyando a su tía en las compras para la cena navideña mientras su tío Patrick estaba del otro lado de la tienda con Susy, comprando los obsequios para el árbol de navidad. Al llegar a su casa, la chica notó que la casa de Gerard lucía muy simple ya que no poseía ningún adorno, incluso dos días antes, ella había comentado sobre el día de navidad en el instituto y fue Félix quien le dijo que no lo celebraban allí ya que todos estaban muy ocupados con misiones.

— ¿A dónde vas, Injae?

Patrick le preguntó a la chica cuando la vio tomar unas cajas envueltas y tomar rumbo hacia afuera de la casa.

—Ah… solo iré a entregar algo, regreso enseguida.

Injae fue al instituto en casa de Gerard y bajó en busca de sus amigos que se hallaban entrenando o al pendiente de otros asuntos.

—Hey —saludó Scott—. Creí que estarías en tu casa hoy, ¿qué haces aquí?

—Yo… traje esto. —Señaló los obsequios que puso en la banca—. Son para ti, Yurim y los chicos que, por cierto, ¿en dónde están?

—Marco se fue a bañar y Félix debe estar con los caballos —respondió al tomar un regalo—. ¿Qué es esto?

La chica arrugó su frente y puso sus manos por atrás de su cintura para encoger sus hombros.

— ¿De qué hablas? Son obsequios de navidad.

Scott la vio extrañado y agitó la caja para hacer sonar lo que hubiera adentro; Yurim estaba atrás entrenando con el saco y al verlos, se acercó.

—No se siente pesado… ¿no es un arma?

— ¿Un arma? —Miró a Yurim parada junto al chico.

Yurim se sonrió con la cabeza agachada y regresó su vista hacia ellos.

—Scott y yo tenemos un concepto diferente de lo que es la navidad —mencionó jocosa—. En lugar de juguetes, nuestro padre nos regalaba nuestras propias armas.

—Entonces… —Frunció sus labios—. ¿Sin cena ni regalos bajo el árbol? ¿Ponían un árbol al menos?

—Nuestro padre no era aficionado a la navidad, creía que era una pérdida de tiempo que Sølvbyen nos diera vacaciones para pasar las fiestas en casa en lugar de entrenar más —añadió Scott sin interés—. Por eso no tenemos tradiciones navideñas…

Yurim le dio un golpecito en el estómago para interrumpirlo.

—Claro que teníamos solo que eras muy pequeño para recordarlo ahora —confesó sonriente—. Fue en el tiempo en que papá estuvo fuera unos años por misiones, antes de que llegara y nos hiciera entrenar.

Scott frunció su ceño y apretó sus labios tratando de recordar.

—Mamá te cargaba para poner una estrellita en un árbol pequeño de navidad que ella compró para poner sobre la repisa de la chimenea —comentó arrugando su nariz—, luego nos hacía escribir en un pedazo de papel un deseo… el mayor deseo que tuviéramos y a medianoche lo quemábamos en la chimenea, decía que así se cumplirían.

—No recuerdo eso —alegó Scott—. Quizá suena como algo que ella hubiera hecho, pero no lo recuerdo porque lo único que se me viene a la mente al hablar de mi infancia son los constantes y duros entrenamientos que padre nos obligaba a hacer.

Injae bajó su mirada apenada cuando lo escuchó, tenía mordiéndose sus mejillas y de repente empezó a sonreír, así como a levantar su vista.

— ¿Y si… recreamos su tradición familiar?

— ¿Bromeas? Gerard no va a dejar que hagamos eso, además debe ser a medianoche —replicó Yurim seria—, no hay forma de que se haga.

— ¿Y si hubiera? —Sonrió pícara—. Gerard sale siempre a finales de mes, quizá hoy sea ese día.

Los Evenson acompañaron a Injae hasta arriba con los regalos que llevó y que faltaban para darles a sus otros dos amigos. Al ir por el pasillo hacia las habitaciones, vieron a Gerard despidiéndose de otros chicos cuando estaba por entrar a su estudio.

“Saldré esta noche, diles a todos que terminen sus actividades temprano.”

—Creo que sí haremos la tradición —comentó Yurim riéndose.

—Corran la voz para que todos escriban su deseo y a medianoche los quemaremos en una fogatada —susurró Injae poco antes de irse—. ¡No olviden su deseo!

En la noche, horas antes de navidad, estaba Hermione reunida en una casa hotelera con aquellos hombres misteriosos que visitó hace meses.




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