Confesiones de una cazadora

Capítulo 80.

Instituto Sølvbyen.

Injae faltó a clases para ir a Sølvbyen en compañía de todo su grupo de cazadores.

La magistrada fue clara y precisa cuando dio el comunicado de la sentencia de Gerard a todos los institutos: “Ejecución por traidor.” Sin embargo, la orden no mencionaba quien sería el verdugo del anciano, excepto en el aviso enviado para La orden de la sombra, en el que indicaba que todo el grupo debía asistir y que se solicitaba urgentemente la presencia de “La cazadora original” para llevar a cabo la ejecución.

—No mataré a Gerard —protestó alterada Injae—, no puedo hacerlo… ¡No lo haré!

Injae caminaba de un lado a otro en la oficina de la inquisidora mientras la esperaba en compañía de Scott quien le daba su apoyo al tener más experiencia.

—No puedes negarte, es una orden y debes seguirla.

— ¡Es fácil para ti! Tú no serás quien lo asesine frente a todos…

Hermione entró sin aviso y plasmó su vista en los dos.

—Señor Evenson, déjeme a solas con la señorita Venator.

Scott asintió sin remedio y abandonó la habitación.

—Scott tiene razón, Injae —mencionó apenada—. Es una orden y debes cumplirla, sé que es una orden terrible, pero el Orkunato y el consejo veterano coinciden en que debes ser tú quien ejecute a Gerard.

— ¿Por qué?

—Ser la cazadora original es más que solo llevar puesto el título, debes darle un uso y como símbolo de los cazadores, debes ser quien marque el fin de los traidores.

Injae desvió su mirada manteniendo los brazos cruzados; Hermione le tomó el mentón para hacerla voltear despacio.

—Te prometo que haré mi mayor esfuerzo para que no haya más traidores y así no tengas que pasar por esto más veces.

La chica ya no dijo nada más y regresó a la habitación que le asignaron para que se alistara para la ejecución que los cazadores novicios estaban preparando en el centro ceremonial sin quejarse ni opinar.

— ¿Ese es el traje? —Interrumpió Yurim entrando con su hermano—. Te queda, luces como alguien que asesinaría a cualquiera.

Scott le dio un pellizco y ella lo vio molesta.

—No lograste convencer a Hermione.

Injae negó cabizbaja y arrojó el chaleco blindado a la silla; después de que se cambió a su ropa, se quedó en la ventana viendo como preparaban el lugar que ocuparía Gerard para ser ejecutado.

—No puedo hacer esto —masculló horrorizada.

—Entonces no lo hagas —expresó Yurim irritada—. En lugar de quedarte allí lamentándote por lo que no quieres hacer, ve y no lo hagas.

—El Orkunato, los veteranos y hasta la misma inquisidora dieron la orden…

—A la mierda su orden —espetó la chica viendo a su hermano—. ¡A la mierda el Orkunato! ¡A la mierda el estúpido grupo de ancianos! ¡Y a la mierda esa puta inquisidora!

—Yurim, basta —regañó.

—No. ¿Por qué te importa tanto esto? Rompías las reglas todo el tiempo en Sølvbyen y seguiste rompiéndolas aun en La orden cuando te enamoraste de Maya —alegó enfadada al ponerse de pie—. Sé que esta versión que intentas mostrar como el cazador recto y perfecto es solo una mentira, tú y yo sabemos que mi hermano no es así.

Scott se quedó callado mientras ella decía esas acusaciones sobre él estando de pie enfrente suyo, con Injae oyendo un poco desconcertada.

—Y tú… —Miró a Injae—. Tú no creciste como nosotros, ni te entrenaste como nosotros así que escúchalo bien… ¡Tú jamás serás como nosotros!

—Yurim…

—Pero si lo haces, es seguro que sí acabarás igual de jodida que todos nosotros.

Yurim salió molesta del cuarto y Scott fue detrás suyo para impedir que hiciera algo tonto que la metiera en problemas. Injae se quedó sentada en la orilla de la silla con la cabeza agachada y sus manos sobre su nuca, entonces la tela de sus jeans empezó a humedecerse por las lágrimas que gotearon sobre ella.

—No quiero hacerlo, tía —masculló con sollozos—, no quiero matar a Gerard, de verdad no quiero.

—Cariño…

Injae abrazó con fuerza a su tía como una niña pequeña desconsolada.

—Tampoco quiero ser la cazadora original —balbuceó en su hombro—, lo odio, lo odio, lo odio.

Verónica no sabía cómo darle consuelo y también lloraba con ella por ver lo mucho que eso la estaba rompiendo.

—Entonces no lo seas —dijo separándola de ella y tomando sus mejillas—, no seas algo con lo que no estés bien. Eres Injae Venator, no Farah Venatore, aunque tengas su rostro y espíritu o lo que sea, esta es tu vida y tú decides quien quieres ser, si quieres ser la cazadora original o no.

Injae cerró sus ojos con fuerza derramando más lágrimas.

—Oh, mi cielo. —Le limpió el rostro con sus manos—. Solo eres una niña, una a la que quieren obligar a jugar ser un soldado y no es justo.

Volvió a abrazarla y acariciar su cabello para calmarla.

Alguien tocó a la puerta de Injae. Uno de los cazadores de Hermione le llevó un estuche grande de metal que la mujer había enviado, cuando este se retiró, Injae se paró para abrirlo, pero al último instante se detuvo y salió rumbo a la oficina de Hermione.

Cuando llegó al pasillo, vio irse a los guardias a cargo de cuidar la entrada, estaba a punto de tocar la puerta, pero escuchó a la mujer hablando molesta con alguien y se quedó junto a la puerta tratando de poder oír. Aunque pegó su cabeza para escuchar lo más que pudiera, solo alcanzaba a oír algunas palabras que no tenían mucho sentido así solas.

“…Gerard…” “Envíalo… controlar… el Orkunato.”

Injae fruncía sus labios de un lado a otro, luego se atrevió a abrir la puerta de golpe.

—Señora Francis.

Hermione se quedó estática al oírla pasar.

—Hablaremos luego de esto. —Colgó la llamada y se giró hacia la chica—. Injae, ¿qué haces aquí? Deberías estarte alistando para el juicio.




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