Confesiones de una cazadora

Capítulo 81. [Canción]

[Canción del capítulo: Eyes open - Taylor Swift]

 

El centro ceremonial estaba casi listo para la ejecución más importante hasta ese momento ya que ejecutar a uno de los líderes más reconocidos, influyentes y viejos por traición de distintos tipos no había pasado jamás.

Injae estaba en el cuarto terminando de ponerse el traje negro pegado al cuerpo y las botas largas, pesadas de combate hechas especialmente para el traje, así como el chaleco blindado que se sujetaba a la parte frontal del traje y a las hombreras externas antidisparos. Mientras se recogía el cabello en unas trenzas pegadas para después amarrarlas en una cola de caballo, miraba por la ventana a todos los que observarían la ejecución y suspiró; cuando abrió el estuche, sintió un hormigueo en el estómago al ver el arma, un arco de plata pura que reflejaba con gran brillo la luz, junto a él estaba el carcaj con tres flechas de plata esmaltada y en una esquina, un guante de cuero azul marino.

— ¡Estoy lista!

Los cazadores abrieron y al no verla tuvieron que entrar y de esa forma, Injae los sorprendió por detrás para noquearlos y encerrarlos. Injae caminó por los pasillos lo más rápido posible intentando actuar lo más natural que pudiera hasta encontrar el camino a las celdas.

—Nadie puede pasar —espetó uno de los cazadores en guardia.

—La inquisidora Hermione me autorizó la entrada, abran —fingió rudeza, aunque le temblaban las manos.

Los dos hombres se vieron entre sí y aun así le negaron la entrada.

— ¿Qué no oyeron? Fue una orden de su inquisidora, ¡abran las puertas!

Sin más espera, abrieron las puertas y la chica entró apurada en busca de la celda de Gerard, en el pasillo vio a varias personas encerradas y luciendo muy mal, pero no tuvo tiempo de quedarse a sentir remordimiento por ellos y siguió hasta hallarlo.

— ¿Qué haces aquí? —Cuestionó serio—. ¿No debería verte en el juicio?

—Lo siento mucho —admitió cabizbaja—, sé que no mataste a Yelena y que fue plan de Hermione…

—Eso ya no importa, no hay nada que hacer —dijo cansado—. Hermione ganó, es la inquisidora y tiene el poder absoluto, se ganó a todos y ahora es intocable.

—Debe haber algo que se pueda hacer, para empezar, no puedo asesinarte.

—Si no lo haces tú, lo hará otro a orden de Hermione. Ella debe deshacerse de mí a toda costa porque conozco sus sucios secretos.

—Ya sabías que era un licántropo…

—Siempre tuve mis sospechas. —Cambió su expresión seria a una burlona—. Debí ganarme mejor tu confianza como dijo ella, sino no estaría a punto de ser ejecutado por ti.

Injae tragó duro y evadió su mirada.

—Lo solucionaré, veré como.

—Ya sal de aquí, no sé qué pretendas hacer después de la ejecución, pero espero sea bueno… señorita Venator.

Injae salió apurada sin saber todavía que hacer, se metió a la biblioteca del instituto para esconderse de la multitud que se estaba formando y entonces buscó algo con que anotar.

En el centro ceremonial ya tenían a Gerard atado a un pilar colocado en el centro de todos y solo aguardaban por el verdugo que lo ejecutaría.

— ¿Dónde está tu chica Venator? —Le preguntó a Scott.

—Eso quisiera saber.

Injae se encontró a Félix al salir de la biblioteca y enseguida este la interrogó por su tardanza, pero ella ignoró eso y le entregó una carta mal doblada.

—Debes dársela a Scott lo más pronto posible, sin importar qué.

— ¿Sucede algo?

—Solo hazlo, Félix, por favor.

La chica se marchó apurada para ir a la entrada del centro de la ejecución mientras Félix cumplía con el encargo y corría a las gradas para encontrarse con Scott.

Todos abucheaban a Gerard, pero el Orkunato se mantenía con la mirada baja por la inconformidad de lo que estaban haciendo; por otro lado, Hermione estaba un tanto inquieta porque Injae no llegaba así que tuvo que ponerse de pie frente a su gran silla para hablar.

Unos minutos después, los cuchicheos pararon cuando se empezó a ver a lo lejos la silueta de alguien entrando a la explanada.

—Vaya que le gusta hacer entradas —comentó con desprecio—. No puedo creer que de verdad lo hará.

Scott no dijo nada y bajó su mirada.

Desde arriba, sentada en su gran trono, miraba Hermione como Injae caminaba en dirección a Gerard.

—Creí que el traje sería azul marino…

—Lo siento, inquisidora —le contestó Tobías detrás suyo parado—. El Orkunato lo cambió antes de dárselo.

Injae detuvo sus pasos a metros lejos de Gerard, tenía el cabello de la coleta ondeando fuerte detrás suyo por lo largo de su cabello y sentía su corazón bombeando como nunca antes, tenía una mirada gélida como sus manos que estaban ya hasta pálidas mientras apretaban el arma.

En las gradas, Scott y Yurim escucharon la voz de Félix que se había logrado acercar a pesar de la gente y en cuanto estuvo frente a ellos, le entregó la carta de Injae a Scott. Del lado de Injae, ella volteó a ver hacia las gradas y miró por segundos como Félix le explicaba algo a Scott quien la tenía en la mira.

—Félix, ¿te dijo algo más?

—No, solo me pidió dártela sin importar qué.

— ¿Sin importar qué? —Expresó alterado—. ¿Eso qué diablos quiere decir?

Injae regresó su vista al frente a donde estaba Gerard viéndola, así como todos los espectadores que no entendían su tardanza en disparar. Finalmente, Injae respiró hondo con su mandíbula apretada, se alcanzó una flecha del carcaj en su espalda y empuñó el arco en dirección a Gerard, estirando lo más que podía la flecha.

Scott salió corriendo de las gradas para dar la vuelta e ir hacia Injae antes de que disparara, pero ella no lo vio y se mantuvo firme viendo a su blanco.

Gerard le asintió y ella con la flecha pegada a su rostro, miró de reojo a Hermione que la veía fijo.




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