Confesiones de una cazadora

Capítulo 84.

En Petaluma ya estaban enterados de lo que pasaba en Sølvbyen así que solo quedaba esperar hasta el día siguiente. Por su parte, los Evenson se quedaron con los miembros de su grupo que los acompañaron en Sølvbyen; Scott estaba sentado en una de las bancas del laberinto cuando lo halló su hermana.

—Hace mucho que no veía al Scott que vi hoy —comentó seria acercándose—, creo que dejé de verlo… cuando empezaste a salir con Maya.

Scott tenía su cabeza agachada y se mantenía en silencio.

—Su buena influencia te hizo cambiar y por eso papá no quería que salieras con ella, ¿por qué regresó ese viejo tú hoy? —Lo miró, aunque él a ella no—. Vi el brillo en tus ojos al golpear a Tobías, por un momento… sentí miedo.

— ¿No era lo que querías? ¿Que volviera tu verdadero hermano? Pues ahí estaba.

Yurim arrugó su entrecejo y lo vio triste.

—Mi hermano desafía las reglas sin miedo al sistema jodido que las rige, no le importa decir unas cuantas verdades cuando el resto asiente temeroso, pelea por lo que quiere y lo obtiene —admitió seria—. En su tiempo también era un idiota brabucón que amaba golpear y desangrar hasta matar…

Scott apretó su mandíbula al oír esas últimas palabras.

—Pero cambiaste eso por Maya y fue genial, pero no significa que debas ser siempre el chico bueno lame botas de gente como el Orkunato.

— ¿Qué hay de ti?

Levantó el rostro y lo giró para verla con los ojos entrecerrados.

— ¿Recuerdas como eras antes? ¿Recuerdas esa chica de Sølvbyen?, ¿la del cráneo?

Yurim puso su mirada al frente y se recargó en el respaldo con las piernas estiradas, se cruzó de brazos mordiendo el interior de sus mejillas y luego asintió.

—Lorena King —mencionó arrastrando la voz—. Jamás podría olvidar ese nombre, ni ese día porque fue la primera vez que padre me felicitó con tanto orgullo.

—Desde entonces usas el cabello corto, siempre supuse que lo cortaste por algo que se relacionaba a ese día.

—Ya está atardeciendo… —dijo de repente para terminar el tema.

Por otro lado, en el Ager, Injae estaba siendo cazada por los sobrenaturales que querían ser liberados. La chica debía lograr deshacerse de ellos sin matarlos ella misma, sino entre ellos, pero para eso debía acercárseles lo suficiente y arriesgarse a ser la carnada.

Injae estaba con su flecha lista para disparar mientras caminaba despacio, miraba de reojo hacia atrás por la sensación de que alguien estaba acechándola, pero debido a ello, tropezó y enseguida se volteó para apuntar.

—No puedes matarme —le dijo un hombre calvo—, son las reglas, niña.

—Pero ustedes sí, sobre todo él. —Señaló con la mirada hacia un lado.

Un vampiro moreno se fue acercando con sus ojos rojos.

—Puedo oler la sangre del rasguño de tu frente desde aquí y déjame decir que huele muy bien.

—Creo que tienen demasiada competencia para ver quien me mata primero —dijo bajando despacio el arco.

La chica visualizó una roca junto a ella y la tomó para rasgarse la palma; el olor de la sangre chorreando llamó demasiado la atención del vampiro que hizo que se lanzara contra ella, pero el lobo se le fue encima para detenerlo y con ello, Injae se deslizó hacia el otro para apuntar con su arco.

El lobo destrozó al vampiro mordiéndolo un par de veces hasta llegar a su cuello y arrancarle la cabeza con sus garras, después se volteó hacia Injae con la boca cubierta de sangre y lo que recibió fue una flecha en su estómago.

—Hija de… —masculló adolorido.

—Gracias por lo del vampiro. —Sacó la flecha del hombre sin cuidado—. No lo hice para matarte, pero no sanarás y eso me ayudará por unas horas.

—Buena suerte, aún te queda otra loba y unos brujos.

—A la bruja ya la vi, era de sangre —mencionó desinteresada—, creo que debió toparse con la loba en el puente… espero haya tenido mejor suerte que él. —Miró el cuerpo destazado del vampiro.

— ¿Por qué simplemente no aceptaste matarnos? Eso hubiera sido más fácil para ti en lugar de tratar de sobrevivir sin armas.

Injae se volteó y lo miró extrañada.

— ¿Cómo sabes que no acepté?

—Porque se nota que no eres como el resto de ellos. Seguro no me recuerdas, pero estuve ahí cuando entraste a las celdas buscando al anciano y te oí —confesó poniéndose más cómodo sobre un tronco—. Todos ellos creen que los sobrenaturales somos monstruos, pero la verdad es que ellos no ven grises, solo blanco y negro, nosotros somos el negro, pero solo cuando les conviene.

La chica entrecerró sus ojos ladeando su cabeza y dejando su postura rígida.

— ¿Cómo llegaste aquí?

El hombre resopló cansado y aleteó su mano hacia atrás como gesto de indiferencia.

—No te preocupes por mí, niña, mejor preocúpate por ti —expresó con la voz rasposa—. No solo los desafiaste, sino que además te burlaste de ellos y de sus reglas, ahora ya no habrá forma de que te dejen en paz.

— ¿Quiénes?

—Todos aquellos que pisan los cuellos de los débiles para sentirse poderosos.

Un ruido saliendo de entre los árboles los puso alerta haciéndolos mirar hacia allá, entonces cayó la noche y un hombre salió para correr hacia Injae.

— ¡Corre! —Le gritó el licántropo.

Injae salió corriendo, pero el brujo espiritista la derribó con sus lianas espirituales que tomaron sus pies; el licántropo se levantó con esfuerzo y se fue contra el brujo para distraerlo y que Injae escapase.

La chica corrió sin parar hasta que llegó a una laguna que estaba cerca, en ella vio algo flotando y al acercarse se dio cuenta de que era el cuerpo de una mujer ahogada y retrocedió de la impresión.

—Prometo que no sufrió —dijo alguien detrás—, le rompí primero el cuello.

Injae se giró sobresaltada y de inmediato la mujer enfrente suyo la tomó del cuello, apretando para causarle molestia para respirar.




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