Confesiones de una cazadora

Capítulo 90.

A la mañana siguiente, Gerard estaba de regreso en su estudio y pidió hablar con Injae en cuanto despertase. Tal y como le ordenaron, Injae se levantó desorientada y sin ánimos para ir con el anciano; al llegar, tocó la puerta con su codo y fue Gerard a abrirle.

—Buenos días —dijo ofreciéndole una taza de café—. Oí lo que pasó anoche, siento mucho lo de tus amigos.

—Claro que no —masculló viendo hacia la puerta como si sintiera una señal de peligro—. ¿Por qué me hablaste esta vez?

Gerard resopló y en vista de que no quiso el café, él tomó la taza para deslizarla por el escritorio hacia la esquina.

—Sería una lástima desperdiciarlo. ¿Te gusta el café, Clary?

Injae arrugó su frente.

— ¿A quién le hablas? No hay nadie allí…

Gerard se sonrió burlón al ver el cambio de expresión en Injae cuando esta observó a dos mujeres sentadas frente a ella.

—Seguro no recuerdas a Clary y a Betty, son viejas amigas mías.

— ¿Clary y Betty? —Volteó hacia él—. ¿Qué quieres decir con recordar? Jamás las he visto.

El anciano bebió su café sin tomarle importancia y las dos mujeres se vieron entre ellas con una sonrisita.

— ¿Puede alguien decirme que ocurre aquí?

—Yo lo hago —replicó voluntariosa Betty—. ¿Te suena la frase… “no me duele amarte, Injae Venator, me duele no poder tenerte”? Tu amigo rubio fue quien la dijo hace un tiempo.

— ¿Cómo sabes eso? No estaban… allí —titubeó insegura—, pero yo no recuerdo los detalles de ese día, ¿por qué?

—Porque Gerard nos pidió hacerte olvidar, somos brujas invasoras.

Injae miró al hombre que soplaba su café con calma, se levantó de la silla y caminó hacia el escritorio despacio.

— ¿Qué más les pediste hacer?

—Nos pidió disminuir tu sensibilidad emocional para que quisieras unirte a él.

—Si no lo hacía, tú no hubieras tenido el valor de aceptar lo que eres y unirte a La orden —comentó frívolo, bajando su taza—. Solo intenté hacerte las cosas más sencillas, así como intento hacerlo ahora.

Gerard les lanzó una mirada a las brujas y se puso de pie.

—Créeme, esto es por tu bien —le susurró y se fue hasta la puerta.

Puso seguro a la puerta y asintió con su cabeza viéndolas.

—Gerard… —Lo miró nerviosa—. No puedo moverme, ¿por qué? ¿Gerard?

Injae estaba de pie junto al escritorio, pero sus músculos estaban rígidos y no le permitían moverse ni siquiera para voltear a ver lo que había hecho Gerard. Las brujas estiraron sus brazos al frente con sus palmas abiertas en dirección de Injae y cerraron sus ojos para absorber sus emociones paulatinamente.

—Disminuimos su sensibilidad emocional como aquella…

—No —espetó serio—. Reprímanla toda, no quiero su molesta empatía por los sobrenaturales con los que peleamos ni sus emociones y sentido de buena moral obstruyendo en mis misiones.

Clary lo vio insegura y bajó sus manos para detenerse.

—Más cuidado con cómo te expresas de los sobrenaturales, te recuerdo que nosotras también lo somos y tú serías uno —alegó Betty molesta.

—Gerard —intervino más pasiva—, no creo que reprimir por completo sus emociones sea lo mejor.

—Solo háganlo y bloqueen este recuerdo.

Levantaron sus manos para volver a usar su magia sin estar del todo seguras; Injae suplicaba para que no lo hicieran, pero no bastó para evitarlo y tras serle absorbidas sus emociones, se quedó en silencio viendo sin un punto fijo con una lagrima vieja que pasó por su mejilla y estaba por caer al piso.

—Está hecho.

— ¿Ah sí? —Se acercó a observar a Injae—. ¿Cómo se siente, señorita Venator?

Injae pestañeó sin responder y a la vez veía desorientada a las personas frente a ella, sintió la lágrima en su mejilla y se la limpió con las yemas de sus dedos sin recordar que le dolían, miró el yeso en ambas manos y luego a Gerard.

—Creo que… me siento bien.

—Clary, Betty —llamó sin quitarle la vista a Injae—. Usen su magia para que no se den cuenta de ustedes y llévenla a su cuarto, háganla dormir un rato.

Las brujas acompañaron a Injae hasta su cuarto usando su control mental para que nadie las notara. En la habitación, hicieron que la chica se recostara y le provocaron sueño para que una vez dormida, bloquearan el recuerdo de lo que pasó y luego se fueron.

Unas horas después, Injae abrió los ojos y miró a su alrededor confundida sobre cómo llegó hasta ahí, pero ignoró sus pensamientos y se levantó para ir a su casa a cambiarse antes de ir a su sesión en los laboratorios Brizz.

—Buenos días, señorita Venator.

—Injae, solo Injae por favor.

La llevaron al laboratorio B para inyectarle el medicamento y recostarla en la máquina. Al aplicarle la inyección no sintió el piquete de la aguja ni todo el ardor que provocaba la solución en su cuerpo; Injae se quedó inconsciente más rápido y los médicos monitoreaban su función cerebral.

—Que extraño —comentó una mujer—. Su corteza somatosensorial está… bien.

—Es como si sus receptores de dolor no recibieran la señal de que existe tal cosa —agregó otro impresionado.

— ¿Es por el medicamento?

—No lo creo, aunque en todo caso sería un resultado muy rápido.

— ¿Deberíamos notificar esto al señor Maxon? Nos pidió mantenerlo enterado de los avances de la voluntaria.

Más tarde, Injae despertó y tuvo que continuar su rehabilitación con los electrochoques que apenas sintió, luego dobló sus dedos y cerró la mano mientras registraban su avance.

—Las placas muestran que sus huesos se han solidificado más rápido gracias al medicamento —comentó alegre el hombre—, también veo que su sensibilidad al dolor está cada vez más baja…

—Lo sé, es fantástico.

Ignoró al doctor para prestar más atención al tratar de doblar más sus manos.

—Tómelo con calma, señorita Injae.

— ¿Podría dejar el yeso? Es fastidioso usarlo —se quejó revirando sus ojos—, además dijo que mis huesos casi están sanados, ¿no?




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