Confesiones de una cazadora

Capítulo 92.

El escuadrón llegó al club en distintos vehículos; Marco condujo la camioneta negra con Injae, Samantha y otra chica; en su motocicleta fue Scott y en otra fue Félix. Las chicas bajaron y entraron por la parte trasera del local para reunirse con el resto de mujeres que servían allí mientras los tres chicos analizaban el lugar con la mirada en busca de sus objetivos, tenían que mantenerse alerta en los pasillos y evitar distraerse con las cosas que veían en ellos bajo las luces neones.

Dentro del cuarto de las bailarinas estaban repasando el plan las chicas del escuadrón, pero fueron interrumpidas por dos hombres que llegaron apurados y que parecían ser los que dirigían el lugar.

—Necesito camareras, ustedes dos. —Señaló a Injae y a Samantha.

—No —intervino el otro viendo a la castaña—. Llévate a la rubia y a esa pelirroja, déjame a esta chica… me gusta para otra cosa.

Injae arqueó su ceja.

Los chicos tomaron asiento en una de las mesas pegada a la pared y ordenaron unos tragos para pasar desapercibidos entre la gente.

—Ya lo vi, allá atrás —dijo entre dientes Félix.

Voltearon a ver a dos de los Redentors que memorizaron antes de su archivo, estos hablaban con otro hombre que vestía para ocultar su rostro.

—Hay que buscar al jefe de aquí y averiguar sobre ellos —masculló inclinándose en la mesa—. Ubiqué a Sam y a Lola. ¿En dónde está Injae?

Se pusieron en pie, Scott revisaba su celular mientras Félix y Marco le daban un vistazo a las bailarinas con poca ropa que se movían sobre la plataforma de forma erótica causando el frenesí entre los espectadores quienes la mayor parte eran sobrenaturales de todo tipo, aunque destacaban más los vampiros.

—No responde su celular —se quejó irritado.

Marco arqueó sus dos cejas y entreabrió sus labios al ver la rotación de bailarinas para darse a conocer otras.

—No creo que lo haga —dijo anonadado Félix—. Ya la encontramos.

Scott volteó hacia ellos sin atención, pero al verlos impactados se desconcertó y miró hacia donde ellos veían.

Las bailarinas nuevas se mecían por los tubos en las plataformas, pegaban sus muslos contra ellos y bajaban hasta el suelo para volver a subir de forma abrupta y menear sus cuerpos de forma que excitaran a su público.

—Carajo —murmuró Marco—. ¿Hace mucho calor aquí o solo soy yo?

Se desabotonó el cuello de su camisa y se sopló con él para aminorar su calor corporal; Félix ladeaba su cabeza aprobando el espectáculo; Scott por su lado apenas si podía respirar y no quitaba sus ojos de una de las bailarinas.

— ¿Podríamos quedarnos un poco más?

— ¿Y dejar que tus pensamientos profanos sigan volando más alto? —Se burló Félix.

—Vayan a buscar al jefe —ordenó tajante sin verlos.

—Pero…

— ¡Vayan!

Los miró serio y ellos asintieron sorprendidos por el repentino cambio de humor, Félix le dio un golpecito a Marco para que dejara de ver y caminara. Scott se quedó de pie recargado sobre el respaldo del asiento de cuero rojo, cruzó sus brazos por enfrente y luego empezó a beber su bebida alcohólica observando por arriba del cristal del vaso.

Injae se pasaba de un tubo a otro hasta llegar al primero que tomaba la principal atención del público y de Scott por obviedad; al igual que el resto de bailarinas, meneaba su cuerpo al ritmo de la música provocadora y se recargaba en el tubo mientras se tocaba el pecho con sus manos hasta ir a sus entrepiernas.

Las miradas de Scott y de Injae se cruzaron una vez que llegó al tubo principal y no se desviaron ni un solo segundo hasta el final.

— ¡Esa me gusta! —Exclamó uno de los objetivos—. ¡Muévete más, preciosa!

Injae bajó de la plataforma y fue hasta la mesa de los Redentors, bailó de frente pegada al cuerpo del hombre y luego regresó al tubo para girar alrededor de este y menear su cuerpo frente a él.

Scott pidió otro trago y fue servido por Samantha, pero este ni le prestó atención por seguir viendo el espectáculo.

—Sabes que si quieres, con una seña y unos dólares puedes hacer que ella te baile o hasta más que eso, ¿no?

—Continúa tu camino —respondió irritado.

Samantha se rio irónica y le susurró:

—Yo pago por ti.

La rubia se alejó, alzó un dólar para que el de la barra viera y señaló a Injae, luego le ofreció su mano para que bajara y la guio hacia quien la pidió. Scott seguía la situación con sus ojos, tragó duro y apretó su copa, pero relajó sus músculos cuando vio que Samantha entregó a Injae con un vampiro sentado junto a la mesa de él.

Samantha le guiñó el ojo a Scott y siguió su rumbo dejando a Injae bailándole al tipo.

—Por eso amo a las prostitutas de sangre —expresó extasiado oliendo su cuello—, son tan sexys cuando dejan ver en donde encajarles el colmillo.

Mostró sus venas negras bajo los ojos y enterró sus colmillos en el cuello de Injae, un ligero gemido que salió de la chica llegó hasta Scott que bebió de golpe su trago y lo hizo buscar su billetera para sacar un par de billetes y alzarlos al hombre de la barra; Scott azotó los billetes en su mesa y fue por Injae jalándola de la cintura hacia él para quitársela al chupasangre que se fue molesto tosiendo.

—Gracias —susurró un tanto mareada.

El hombre de la barra se acercó y alejó a Injae de Scott.

—El tipo de allá te quiere con él en la habitación azul. —Le señaló al redentor que le gritó hace un rato—. Ven con él antes de que se arrepienta y ya no pague.

Injae miró a Scott y con la misma se fue a donde le ordenaron. El hombre se la llevó con una de sus manos casi bajando a sus glúteos y con la otra cargando un maletín.

Las habitaciones azules eran pequeñas secciones que contenían un baño, un par de asientos y una cama para los clientes que pagaban más por pasar un rato privado con las prostitutas de sangre quienes además de bailar con apenas algo de ropa para entretener y ofrecer su sangre para quienes quisieran morderlas también debían acostarse con los clientes a un precio más alto.




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