Confesiones de una cazadora

Capítulo 95.

Petaluma, California.

En la bodega supuestamente vacía que había en un extremo de la casa de Gerard, se encontraba Yurim con el escuadrón de Samantha y el dementor enjaulado.

— ¿Por qué no lo mataron? —Reclamó Yurim.

Samantha y otros de su escuadrón a cargo de la caza de la criatura tenían su mirada baja con los brazos cruzados detrás de sus espaldas.

—El dementor no nos atacó —mencionó uno—, incluso huyó y cuando lo acorralamos…

—Tenía miedo —espetó la rubia—. Tenía miedo de nosotros.

—Los dementors no tienen miedo, tampoco huyen, ellos atacan por instinto.

Marco estaba cerca de la jaula gigante observando al animal que se arrinconó al otro lado de esta para alejarse de los cazadores.

—Yo le creo a Samantha. Esta cosa está más asustada que Félix a los diez cuando surgió el apagón de Sølvbyen.

“¡Hey!”

—Además, este no es el que perseguimos aquella noche. Este es más chico que un dementor común —agregó el moreno intrigado—, y sonará ridículo, pero creo que es un cachorro de dementor.

Injae entró un tanto perdida a la bodega ya que no había vuelto a entrar allí desde que le dijo a Gerard que se uniría al grupo por lo que ella no sabía lo había dentro.

—Si hay un cachorro, hay padres y si hay padres, también hay cadáveres.

—Miren quien quiso aparecer —reprochó Yurim viéndola—. Cachorro o no, nadie me ha dicho por qué lo trajeron al instituto.

—No podemos matar a un cachorro… —alegó un chico.

—No sabías que era un cachorro antes, así que eso es una excusa tonta.

—Vaya, ya empiezas a sonar como Gerard —comentó Injae sarcástica—. ¿Acaso se te subió el puesto a la cabeza?

El dementor empezó a oler desde su lugar el aroma que flotaba en el aire de todos.

— ¿Yo empiezo a sonar como Gerard? —Arqueó una ceja—. ¿Qué me dices tú de ayer? Golpeaste a un tipo contra la pared sin razón alguna.

Yurim se paró frente a Injae sin temor a amenazarla o reprenderla ahí mismo delante de todos; el dementor gruñó viendo a las dos chicas y subió cada vez más el tono de sus gruñidos conforme se iba levantando.

—Oigan…

Los cazadores armados empuñaron sus armas contra la criatura.

—No lo maten —ordenó Injae acercándose a la jaula.

— ¡Tú no das las ordenes aquí!

El dementor se lanzó contra los barrotes de su jaula dándoles un susto a todos y haciendo que retrocedieran un paso a excepción de Injae, quien permaneció en su lugar sin inmutarse; el lobo volvió a tirarse contra ellos como si quisiera abrir la jaula a empujones.

—Yurim, creo que deberías alejarte —sugirió Marco viendo al lobo que se estaba poniendo salvaje—. Creo que lo estás haciendo enojar.

—No me jodas, Marco, es un estúpido dementor.

La criatura babeaba de la rabia y en una embestida más a los barrotes, logró doblarlos lo suficiente para crear una abertura mayor para sacar su hocico.

—Marco tiene razón —mencionó Scott sin encontrarle mucho sentido a la situación, pero sintiendo que su hermana corría peligro—. Yurim, aléjate… ¡Injae, ¿qué estás haciendo?!

Injae caminó despacio con su mano extendida hacia la jaula, mirando fijo a los ojos negros y grandes de la criatura, su respiración se acortó conforme más se acercaba al dementor, siseó un poco para calmarlo mientras todos veían y la tachaban de demente en sus pensamientos.

El dementor se fue tranquilizando según se iba acercando la chica, se dejó poner la palma de Injae debajo de su hocico para que esta lo acariciara y de poco en poco se fue agachando junto con ella para al final echarse al piso viéndola con su cabeza en la palma de Injae.

—Carajo, Injae, estás muy loca —expresó Marco impactado.

— ¿Cómo hiciste eso? —Preguntó desde atrás Scott con el ceño arrugado.

Injae se quedó absorta viendo al lobo.

—Una vez dijiste que no habías visto uno, luego nos topamos con unos en Oregón, pero ¿y el resto ya había visto uno? —Preguntó sin verlos.

—Nunca tan de cerca.

— ¿Y le tienen miedo?

Se miraron todos entre sí.

— ¿Y tú no? —Expresó Samantha asumiendo que sería obvio.

—Una vez que los tienes de frente y logras matar a uno, dejas de temerles —respondió fría viendo sin punto fijo—. Yo ya no les tengo miedo, hace mucho dejé de hacerlo.

El dementor sacó su lengua cesando mientras le movía la cola a Injae y luego le dio la pata como si fuera un perro domesticado.

—Es como si te considerara uno de ellos —insinuó Marco elevando sus cejas—, ¿por qué haría eso? No eres un lobo.

Injae se quedó callada pensando y luego miró sus manos donde el lobo le lamió.

—Creo saber por qué —respondió con un resoplo de cansancio—. El medicamento de los Brizz que acelera la curación de tejidos se me inyectó para acelerar la curación y disminución de mis manos fracturadas.

— ¿Qué?

—Si los dementors están relacionados a los socios como en la carpeta que robamos del club de vampiros, eso significaría que el compuesto químico con el que hicieron el medicamento…

—Es sangre de licántropo —continuó preocupado Scott—. ¿Cuántas veces te inyectaste?

— ¿Eso importa? —Dijo a la ligera—. Lo que sí importa es que experimentan con licántropos y por eso los Redentors secuestran lobos desde hace un par de años —afirmó molesta.

—Las personas en esa carpeta deben ser de todos los lobos que…

Todos quedaron petrificados viendo como el dementor se alejaba para sacudirse y quitarse el poco pelo que tenía en su piel y que luego se puso en cuatro patas, aferrando su garras contra el piso por reflejo al doblar su cuerpo cuando sus huesos tronaron como si fuesen doblados a la fuerza para hacerse más pequeños.

— ¿Qué… qué está pasando?

De pronto el color de la piel del dementor se estaba aclarando hasta tener un color rosa pálido similar al de Injae, luego dejó de tener pelo encima y se volvió lisa; también su cuerpo cambió, adquiriendo pies con piernas largas que subían para formar muslos ligeramente más anchos que conectaban a una espalda escuálida con la columna marcada por la posición fetal en que se hallaba y como último cambio, la fisionomía de su cabeza empezó a dejar los rasgos animales para ir adoptando unos más humanos.




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