Confesiones de una cazadora

Capítulo 101.

— ¡Demonios! Creí que estaban muertos —comentó Marco aliviado.

—Pero dijiste que respiraban… Bueno, qué más da. El resto encontró la salida y avisaron por el radio, hay que ir allí.

—Sí, hagamos eso antes de que el espíritu regrese —expresó Scott irritado—. Dijo que estamos en el mundo espiritual.

Los chicos recogieron sus armas y planearon como regresar para encontrar el camino, pero había algo en los tres que fueron dormidos que nos los dejaba concentrarse. Yurim se mantenía con la cabeza agachada e Injae se dio cuenta así que se quedó observándola.

—El espíritu dijo que era una ilusión onírica —mencionó seria—. Era una ilusión creada a partir del sueño de alguien, tu sueño.

Todos se callaron y miraron a Yurim desconcertados.

— ¿Es así como nos ves a mí y a Scott? ¿Cómo la princesa débil e indefensa que debe ser salvada por el príncipe azul?

Yurim frunció sus labios y bajó la mirada. Por su parte, Injae se mordió el interior de sus mejillas, desvió su mirada asintiendo molesta y se fue caminando sola para despejar su mente; detrás de ella fue Scott hablándole para que regresase, pero lo ignoró.

—No soy una princesa, no soy débil ni tampoco necesito ser salvada —alegó ofendida caminando sin rumbo—. Yo…

—Nadie ha dicho lo contrario.

—Tu hermana sí. —Se dio la vuelta sin dejar de caminar—. Todo lo que ha hecho desde que llegué es menospreciarme, atacarme, ofenderme y si puede humillarme. ¿Qué demonios le he hecho yo?

—Injae, para —ordenó preocupado—. Injae, vas a caerte… ¡ya para!

Injae resbaló justo al darse vuelta al final del camino, Scott la alcanzó para tomarle la mano, pero se resbaló con ella y ambos quedaron colgando de la punta del risco.

—Scott —dijo mirando hacia abajo—, tienes que soltarme.

— ¡¿Qué?! ¡Estás loca!

—Me estoy resbalando de tu brazo y caerás conmigo si no me sueltas.

Scott aferraba su mano al risco mientras hacía su mayor esfuerzo por levantar su otro brazo para subir a Injae, pero ella seguía insistiendo en que debía soltarla.

— ¡Cállate! No pienso soltarte… ¡No voy a dejarte morir!

Injae volvió a resbalar su mano del brazo de Scott hasta apenas poder sostenerse de su mano; ambos estuvieron por caer si no fuera porque un brazo moreno sostuvo a Scott.

—Maldición —expresó haciendo fuerza—. ¡Félix, ayúdame!

El rubio ayudó a Marco a jalar el brazo de Scott; cuando este logró subir un poco más, levantó su otro brazo para que ayudasen a Injae, sin embargo, el peso de todos en la punta del risco hizo que se fuera partiendo el suelo hasta que se cayera el pedazo con Scott e Injae en él.

Los dos cayeron al río, cuando regresaron a la superficie vieron a sus amigos desde arriba y estos se aliviaron de verlos con vida, Félix les aventó una radio para comunicarse ya que la corriente del río los fue alejando cada vez más hasta que se detuvieron gracias a un tronco atravesado a mitad del canal.

—Scott dijo que lograron salir del río —avisó Félix.

Yurim se mantuvo callada todo el camino desde que se separaron de los otros dos, Félix la veía desde atrás preocupado, aunque no decía nada para no abrumarla más.

—Oigan —llamó Marco y los dos retrocedieron—. ¿Ustedes también la ven?

Marco les señaló hacia un árbol, Yurim y Félix se quedaron viendo tratando de averiguar qué era lo que se escondía detrás del tronco y el chico dementor empezó a gruñir bajo.

—Calma, niño —regañó el moreno—. Es una banshee, estamos en el mundo espiritual y ellas están muy vinculadas a él, así como al más allá.

Una mujer pálida casi como la piel de un muerto salió detrás de la sombra de los árboles para hacerse ver mejor, aún era joven por lo que sus ojos no estaban tan enrojecidos por tantos lamentos como los de banshees más ancianas.

—Sigamos.

El grupo siguió su camino un tanto inquietos por la presencia de la criatura, escucharon al chico volver a gruñir y se dieron vuelta para terminar encontrándose con la mujer frente a ellos. La banshee levantó su mano y señaló el pecho de Yurim.

— ¿Qué está haciendo?

—No me preguntes a mí, jamás había visto a una banshee. Solo sé que gritan cuando alguien va a morir, pero no está gritando…

La mujer entreabrió sus labios sin dejar de ver a la pelinegra y entonces liberó un estruendoso grito que hizo doler los tímpanos de los cazadores, espantó a las avecillas, retumbó en el suelo y hasta las piedritas se levantaron un poco.

— ¿Qué demonios…?

Los chicos salieron corriendo para alejarse de la banshee y de su grito, pero a pesar de su esfuerzo, se mantuvieron oyendo su aterrador grito y sin darse cuenta llegaron al punto de partida del bosque que los guio a la cueva.

— ¿Todos están bien? —Preguntó Marco agitado—. ¿Qué demonios fue eso?

—La banshee gritó… ¡Dijiste que gritan cuando alguien morirá!

—Pero nadie murió —alegó Félix calmando a Yurim—. Quizá se equivocó o solo anticipó demasiado la muerte de alguien, todos moriremos algún día, ¿no?

La radio que guardaba Félix hizo estática y este la sacó para oír, se alejó un poco para mejorar la señal y escuchó la voz desesperada de Injae detrás de la bocina.

—Injae, ¿qué dices? No entiendo.

—No respira, Scott no respira. Félix, él… Scott está muerto.

Félix dio un trago duro sin emitir alguna respuesta, bajó la radio dándose la vuelta para mirar a sus amigos que dejaron de hablar entre ellos al verle el rostro tan pálido.

—Félix, ¿qué pasa?

El rubio alzó su vista a Yurim sin saber cómo responder.

— ¿Félix? —Preguntó Yurim inquieta—. ¿Era Scott? ¿Están bien? ¿También oyeron el grito?

—No… —vaciló anonadado—. Fue Injae quien habló… dijo que…

— ¿Qué dijo? Félix, habla que me estás poniendo nerviosa.

—Dijo que Scott está… muerto.

Yurim tomó una bocanada de aire retrocediendo un poco, negó con su cabeza un par de veces y luego también en voz alta.




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