Confesiones de una cazadora

Capítulo 104.

Después de la acalorada discusión que hubo entre Gerard e Injae, la chica bajó a la cocina para beber agua fría y así poder calmarse. Unos minutos luego de estar allí lidiando con sus pensamientos y sentimientos encontrados, apareció Yurim que venía de hablar con Gerard.

—No le dije sobre el arco ni el Tallat, pero aun así estarás suspendida por haber falsificado la firma de tu directora —comentó con gracia. Vio la actitud de Injae y cambió de tema—. Oí los gritos y por eso me alejé. ¿No salió bien?

Injae se encogió de hombros con su mirada perdida en la loseta café de la cocina.

— ¿Lo negó?

—No, incluso dijo que lo hizo por mi bien. —Alzó la vista soltando un suspiro—. Odio lo que hizo, pero odio más pensar que quizá tuvo razón. Dijo que soy débil y es cierto, quisiera sentirme poderosa como todos aquí, pero por más que me he esforzado no puedo ser como ustedes… solo no lo soy.

—Bien —expresó animándola—. No tienes que serlo, es más, no lo seas.

—Me has llamado “bebé llorón”. ¿Cómo puedes decir que está bien?

Yurim hizo un esfuerzo insignificante por contener su risa, pero al final le valió y se rio frente a Injae, después se calmó y carraspeó para recuperar el tono de su voz habitual.

—No eres un bebé llorón. —Sonrió burlona—. Y aunque así fuera, ¿qué? Eso es lo que te hace diferente a nosotros, no dejes que nadie robe tu esencia.

Injae estaba extrañada por la forma en que Yurim le estaba hablando, incluso pensaba que quizá la pelinegra se estaría burlando de ella y por ello prefirió admitir lo que pensaba que era verdad antes de que Yurim lo hiciera.

—Soy la cazadora más débil. Literalmente todos ustedes podrían caminar encima de una pila de cadáveres sin inmutarse, pero yo no podría.

Yurim respiró fuerte y resopló viéndola con compasión, se acercó a la mesa de picar para recargarse en ella junto a Injae.

—Así fue como nos hicieron, por eso tus sentimientos y empatía te hacen diferente. Fuiste criada en un hogar con una familia amorosa y feliz mientras que nosotros fuimos enviados desde los diez a un internado para volvernos asesinos —explicó seria viéndola de perfil—. ¿Qué harías si estuvieras en una misión y ves a una niña en peligro? ¿Irías por ella o seguirías la misión?

—Salvaría a la niña, claro. —Frunció su ceño indignada por la pregunta—. ¿Tú no?

—Todos los cazadores fueron entrenados arduamente para convertirlos en una máquina de pelea que llegaría al extremo con tal de cumplir su objetivo… cualquiera que sea ese, deshacerse de enemigos o detener el caos.

Bajó su mirada con sus labios en una mueca, sentía vergüenza y pena al pasar por su mente los recuerdos de su adolescencia que fueron regalados sin recompensa a los cazadores.

—Eso te diferencia de nosotros. Un cazador entrenado en Sølvbyen no dudaría ni por un segundo entre la misión o alguien en peligro, la misión es prioridad.

El celular de Yurim sonó en el bolsillo de su falda corta de mezclilla y al revisar, tenía un mensaje, por tal motivo iba a irse pronto abandonando la conversación, sin embargo, Injae la detuvo antes de pararse para poder agradecerle por la charla.

—También quería decir que lo siento por todo lo que te dije e hice estos días.

—Está bien —replicó jocosa—. Yo tampoco he sido la mejor desde tu llegada, así que estamos a mano. Quizá ahora… podamos empezar desde cero —vaciló tímida.

Injae se enderezó y le extendió su mano con una sonrisa.

—Soy Injae y soy la nueva.

—Ja. —Se rio asintiendo y se enderezó aceptando el apretón—. Bien, novata. Yo soy Yurim y no me gustan los bebés llorones, así que si vas a ser uno que no sea en mi turno.

Ambas se rieron un momento antes de que Yurim saliera de la cocina, luego esta se frenó en la sala y volteó hacia atrás llamando la atención de Injae.

—Sobre tu pregunta… yo dudaría.

—Es bueno saberlo.

Injae iba rumbo a su casa y en el camino, el chico dementor que estaba con Scott y los amigos de este, corrió apurado para detenerla y hablar con ella junto a la cerca de división de terrenos mientras los otros tres chicos se quedaron viendo desde el establo de Gerard como él corrió.

—Hola, Leif. ¿Conociendo a los caballos?

—Puedes llamarme Killian desde ahora —avisó orgulloso—. Me llamaste así en la cueva. Me gusta, pero aún no entiendo, ¿qué significa?

Injae arrugó su boca cruzándose de brazos tratando de hacer memoria sobre el origen del nombre; cuando recordó, chasqueó sus dedos y sonrió.

—Conocí a un niño en primaria que se llamaba así porque su madre lo nombró en honor a su lucha por sobrevivir luego del parto prematuro. Me parece que es de origen irlandés y significa algo como “pequeño guerrero” —explicó dándole una mirada de aprobación—. Y ahora, tú eres el pequeño guerrero.

Killian dibujó una sonrisa tan abierta en su rostro que hasta sus ojos se achicaron por la presión de su piel doblándose, luego la abrazó fuerte provocándole un risita a Injae.

—Me gusta mi nombre, gracias. —La soltó despacio y su expresión facial se apagó—. Sé que me enviaran con una manada, pero quisiera quedarme un poco más… quiero aprender cosas de humanos con ustedes, si no hay problema.

—No puedo decidir porque no soy la líder, pero por mí no hay problema.

Killian la abrazó por la cintura para cargarla y girarla; durante el abrazo, el niño mencionó que le gustaba el aroma a rosas que tenía, a lo que Injae solo respondió con risas hasta que Scott llegó y con gracia preguntó cuál era el aroma de él, Killian bajó a Injae y respondió que Scott olía a menta.

Scott se rio tirando su cabeza hacia adelante y doblándose un poco del abdomen, asintió jugándole el cabello al chico antes de pedirle que lo dejara a solas con Injae.

—Te ves mejor —comentó y ella asintió.

—Scott —habló seria—. Quería disculparme por como actué contigo y también por todas las cosas que dije antes.




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