Confesiones de una cazadora

Capítulo 106.

Una par de días después en algún lado de Estados Unidos, pero lejos de California.

Injae pasó todo el camino sedada hasta que despertó en una habitación de color beige, con guardarropa y cajonera de color blanco al igual que las lámparas de pared puestas encima de la cajonera que tenía un par de macetitas de porcelana con plantas recién plantadas; la habitación estaba iluminada, pero no precisamente por las lámparas sino por los rayos del sol que entraban a través de las cortinas amarillas por la ventana a un lado de la cama.

—Al fin despiertas, empezaba a preocuparme. —Entró Kalisman jocoso—. Espero te guste, será tuya ahora y puedes decorarla a tu gusto…

Sorprendió a Injae buscando entre los bolsillos de su pantalón, Kalisman suspiró y mostró en su mano el celular de Injae.

— ¿Buscas esto? No te preocupes por él, no vas a necesitarlo de ahora en más.

— ¿Soy una prisionera? —Reclamó indignada.

—No eres una prisionera.

—Entonces déjame libre para irme a mi casa.

—No puedo dejarte hacer eso. —Aclaró su garganta disgustado.

—Esa es la definición de prisionera —contestó sarcástica.

—Llámalo como quieras. —Se dio vuelta rumbo a la puerta—. El desayuno ya está listo, baja después de ducharte.

Injae se puso en pie y miró por la ventana preocupada.

— ¿En dónde estamos? Esto ya no es Petaluma. Kalisman, ¿a dónde me trajiste?

El vampiro salió del cuarto y cerró la puerta justo cuando ella ya iba hacia él; Injae se quedó con su frente recargada en la puerta de madera blanca, golpeó sus puños contra la madera y luego se dio la vuelta recargándose en ella hasta que vio la cortina ondeándose por el aire.

Empezó a idear una forma de escapar de Kalisman sin que la descubrieran, para ello descolgó las cortinas y quitó las sábanas de la cama para formar una cuerda larga con ellas que luego amarraría al tubo del cortinero, el cual usaría como ancla contra el marco de la ventana para detener la soga de tela mientras ella bajaba por la pared externa evitando las ramas espinosas de la planta trepadora. La soga de tela ya no alcanzó para que pudiera llegar al piso así que tuvo que soltar el nudo que amarró a su cintura, pero el nudo de una sábana arriba de ella se deshizo primero dejando caer a la chica al suelo y durante su caída se rasguñó un poco el rostro con las ramas, pero una de estas se atoró con los hilos de su pantalón deshilachado por las espinas y terminó cortando ligeramente en su pierna.

Kalisman estaba sentado en su comedor con una copa de sangre tibia recién drenada de algún cuerpo humano cuando uno de sus vampiros llegó con su gran velocidad a informarle que Injae estaba afuera.

— ¡Vayan por la chica! —Se levantó de la mesa—. ¡Y no la lastimen!

Un poco después, al recibidor estaban llegando los secuaces de Kalisman con Injae tomada de los brazos y caminando adolorida por la caída y la cortada en su pierna.

— ¡Idiotas! ¡Dije que sin lastimarla!

—Señor, no fuimos nosotros —aseguró nervioso un tipo—. La cazadora ya estaba así cuando la encontramos en el bosque.

—Llévenla a su cuarto. —Ordenó irritado viendo a Injae—. Y la próxima vez que quieras pasear por el bosque, será con una escolta. ¿Queda claro?

—Púdrete.

Kalisman terminó su cena y subió a ver a la chica que se hallaba tan temprano vistiendo un conjunto de dormir de algodón celeste que descubría sus piernas, mientras estaba recostada de lado en su cama viendo al piso sin un punto fijo.

—Lavaste la herida —comentó viendo su pierna—. Supongo que solo con jabón y agua ya que como verás no hay botiquín ni nada para tratarla.

Injae lo miró unos segundos sin gusto y regresó a ver al piso que parecía más agradable que él, luego Kalisman resopló antes de enterrar sus colmillos en su muñeca.

—Bebe y sanarás pronto.

—No beberé tu asquerosa sangre, prefiero morir antes de hacerlo.

El rubio respiró fuerte de fastidio, se alcanzó el vaso de cristal de la mesita de noche, volvió a herirse para escurrir su sangre en el vaso y lo regresó a la mesita.

—Si no vas a beberla de mi muñeca entonces bébela del vaso… —espetó exasperado y agregó—: O no y perece, de igual forma no me importa.

Salió irritado del cuarto para ir a su sala a stalkear en su celular los perfiles de las redes sociales de un par de personas con las que tenía una riña grande, luego le llamó a alguien y se quedó discutiendo un poco más con esta persona hasta que oscureció.

—Señor, la cazadora tiene fiebre. —Llegó a decir un sujeto bajando del piso superior.

— ¿No bebió la sangre del vaso?

El tipo negó con su cabeza mostrando nervios. Kalisman bufó manoteando el plato de botanas que tenía en la mesa de centro, respiró hondo al apretar su tabique como forma de contener su enfado y sin voltear a ver al tipo atrás, le dijo:

—Ve a la ciudad y consigue antibióticos, también vendas o gasas y pomadas o algo para desinfectar la herida, lo necesario para curar heridas. —Alzó su mano para ordenar algo más—. Y llama a Julia, que ella se encargue de la chica.

Petaluma, California.

Yurim estaba detrás de un cristal viendo a Scott acostado en una cama médica con suero inyectado a su vena, una máquina que mide su presión arterial a un costado y el rostro vendado a excepción de ojos y boca, la cual tenía una partida en el labio inferior.

— ¿Cómo está? —Se acercó Félix con el rostro menos golpeado que Scott, pero con la boca igual de partida.

—El médico dijo que estará bien. Por suerte los golpes no afectaron órganos delicados ni rompieron huesos, la hinchazón bajará con el tiempo al igual que los moretones y las marcas de estrangulamiento —explicó inexpresiva y un tanto fría—. Le quitarán los sedantes para el dolor en unos dos o tres días más, entonces despertará.

—Aun no entiendo por qué no se defendió ni dejó que interfirieran con armas no letales.




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