Confesiones de una cazadora

Capítulo 127. [Canción]

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—Deben dejarla descansar hasta que despierte, mientras tanto les quitaré esa infección demoniaca —ordenó Frank alejando al grupo de Yurim.

—No quiero dejarla sola —protestó Scott esquivando al médico.

—Está bien, yo me quedaré con Yurim, me quedaré con ella hasta que despierte.

Injae tocó a Scott en el brazo para tranquilizarlo y este asintió más conforme. Todos salieron dejando a Yurim descansar, excepto Injae que se sentó junto a ella, pero antes de que Mireya saliera, Injae le habló y la bruja volteó con una expresión melancólica.

—Esta era la razón por la que no querías llevarnos a Inglaterra, fue lo que viste en el bar aquella vez, ¿cierto?

Mireya asintió llorosa sin poder verla a los ojos.

—Lo entendí hasta que vi el escudo en el portón, de haberlo sabido antes, hubiera insistido más en no llevarlos —admitió llorando viendo al piso—. Lo siento tanto, Injae. Quería salvarlos, de verdad quería salvarlos a todos…

Injae se levantó de golpe para abrazarla y consolarla.

—No es tu culpa, no te culpes. A veces no podemos salvarlos a todos, aunque lo intentemos —le susurró acariciándole el cabello y luego se distanciaron—. Ve a casa y descansa, aún tenemos cosas de que hablar, pero será después.

A la mañana siguiente, Scott despertó para que se fuese a su casa a Injae, quien dormía junto a la mano de Yurim. El chico se quedó viendo descansar a su hermana y le tomó la mano para envolverla entre las suyas, luego el médico entró y Scott preguntó por el estado de Yurim.

—Estará bien, pero considero que debería ir con un especialista para descartar cualquier otra cosa. El paro cardiaco pudo deberse por todo el estrés acumulado en estos días que explotó con la impresión fuerte que le dio saber lo de Félix —explicó calmado y luego se enserió—. Sin embargo, también puede deberse a algún padecimiento cardiaco que pudo haber desarrollado o heredado, recuerda que no tenemos el expediente de su madre biológica para saber si Yurim pudo heredarlo de ella.

Después de un rato, Yurim despertó y Scott se quedó hablando con ella para contarle lo que pasó, pero sin tratar de alterarla; Yohan la veía llorar desde el cristal afuera de la enfermería y no pudo evitar sentirse mal.

—Yohan —le habló el médico—. Algunos de los cadáveres son de vampiros, aunque no están disecados como suelen estarlo al morir. ¿Por qué estaban en Inglaterra?

—Una amiga y yo estuvimos ayudando a vampiros neófitos para que se adaptaran a su nueva vida, pero La rosa blanca capturó a algunos y cuando supe, fui para allá —explicó en voz baja—. ¿Crees que pueda pasar a verla… a Yurim?

—Puedes —contestó Scott saliendo.

Yohan entró despacio mientras ella lo veía con su rostro triste y apagado, él se sentó junto a ella queriendo tomarle la mano, pero ella lo rechazó.

—Vete —murmuró con la voz rota—, por favor vete.

El vampiro se quedó sin aliento por lo que escuchó, pero intentó disimular.

—Sé que no es tu culpa, ni de nadie el que Félix haya decidido hacer lo que hizo, pero es por eso que le debo la vida de mi hermano y por lo mismo no puedo estar contigo de ninguna forma —admitió llorando—. Lo siento, pero no podría si siento que no es correcto.

Yohan tragó duro reprimiendo el nudo que se formó en su garganta y aguantado el dolor que le provocaron sus palabras, mantuvo su cabeza agachada para ocultar las lágrimas que escurrían por sus mejillas cuando le asintió.

—No te preocupes, lo entiendo bien y acepto tu decisión —masculló con la voz rota.

Se levantó para marcharse y al irse, ella lo vio unos segundos antes de cerrar sus ojos con fuerza a su vez que lloraba.

El día del funeral llegó muy pronto, Gerard habló con el sacerdote de la iglesia que también conocía los asuntos de cazadores para que llevase a cabo las plegarias para los fallecidos. Todos los amigos de Félix estaban allí, incluyendo a Stella que también sentía el vacío que Félix dejó, se acercó a Marco y a los Evenson para apoyarse entre ellos mientras Injae los veía sola desde atrás hasta que sintió una mano fría sobre su hombro suponiendo que era Yohan que también había ido a mostrar sus respetos por el chico que le salvó la vida.

Scott puso un caballo de madera frente al ataúd metalico dentro del cajón de su lápida en la pared y recordó el momento en que se quedó con él, que fue justo el día en que conoció a Félix.

Hace diez años, en 2016.

En la cafetería de Sølvbyen estaban unos niños más grandes molestando a uno de nuevo ingreso para quitarle su almuerzo, este se dejó fácilmente por preferir cuidar un figura de caballo de madera pequeña.

— ¿Qué tienes ahí? —Le jaló el brazo para ver—. Que infantil. ¡Oigan! ¡Miren esto!

Le quitó la figura y la alzó para pavonearse frente a su grupo de amigos.

— ¿La quieres, nuevo? Ven y quítamela.

El niño de rizos rubios intentó quitársela de la mano, pero falló así que el otro se burló y entonces el de rulos se aventó a él para quitársela de nuevo, sin embargo, los amigos del otro se le fueron encima.

— ¡Déjenlo!

Los murmullos de los espectadores sonaron cuando vieron a un niño pelirrojo corriendo hacia ellos para írseles encima, luego un chico moreno mayor que todos los niños de allí alzó la voz fastidiado y estos se detuvieron.

— ¡Quédate tu tonto juguete! —Expresó limpiándose la sangre de la nariz—. Son unos fenómenos, en especial tú… —Miró al pelirrojo—. Tienes los ojos de un fenómeno.

— ¡Cállate!

El pelirrojo se iba a ir contra el otro chico hasta que una mujer adulta los regañó a todos y les ordenó ir a la oficina del rector. En el camino, ambos niños, rubio y pelirrojo, se presentaron y desde entonces fueron amigos.




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