Confesiones de una cazadora

Capítulo 129. [Parte B]

Agosto 2027.

Bristol, Inglaterra.

—Señorita Venator…

Un hombre joven de cabello rubio y ojos marrones que vestía traje le abrió la puerta de un automóvil blanco de lujo, la ayudó a bajar de la parte de atrás y luego fue hacia la cajuela para sacar el equipaje.

—El señor Maxon llegó hace media hora —le avisó el hombre.

—Gracias, Harry.

—Permítame, señorita.

Harry abrió el enorme portón de madera con decorados de herrería para que la joven de vestido blanco entubado y escote v pronunciado entrara al jardín de gardenias de la entrada con un sendero de losas beige que guiaban directo a la casa gigante de color crema al fondo, de dos pisos con tejas y ventanales en forma de arco, con múltiples pasillos y losetas que simulaban los colores de un ladrillo, además de arbustos y faroles para adornar.

Injae se quitó las gafas de sol y las metió a su bolso de mano negro antes de entrar.

—Por favor pídele a Florencia que se encargue del equipaje, ella sabe en dónde ponerlo.

—Sí, señorita.

La joven observó la reja blanca que daba entrada a unas escaleras rumbo a una costa y decidió pasar primero por esta para apreciar el paisaje de las olas y sentir la brisa en su rostro.

Tras unos minutos, un hombre castaño se acercó por atrás y la llamó.

— ¿De verdad te quitaste los zapatos? —Preguntó riéndose.

— ¡Oh, vamos, Maxon! ¡Es solo un poco de agua!

Lo giró a ver sonriente mientras el cabello le revoloteaba en su rostro, luego el británico fue con ella y empezaron a caminar juntos por la orilla hasta  que tuvieron que subir a la casa. Injae subió a su alcoba para cambiarse de ropa antes de bajar al patio trasero de la casa donde estaba el desayunador exterior con Maxon y su padre.

—Buenos días, Jojo.

Se acercó por atrás y le dio un beso en su frente al anciano, de quien se había ganado su aprecio y confianza como para poder llamarlo Jojo en lugar de Joseph.

—Hola, encanto. —Le sonrió dándole una palmadita a su mano cuando se sentó—. ¿Cómo estuvieron sus vacaciones en California? ¿Tus tíos?

—El tío Patrick te manda saludos, dijo que el artículo publicado por la corporación le fascinó —comentó sonriéndole al anciano.

—Me alegro mucho de que esos avariciosos estén haciendo bien su trabajo —bromeó refiriéndose a sus socios—. Hablando de artículos fascinantes… ¿Ya vieron la foto de la revista?

Les entregó a ambos una revista de farándula británica donde en una de las páginas se había publicado una fotografía de Injae y Maxon en Cambridge dando una conferencia referente a la institución académica Brizz.

—Creo que lucen muy bien, ¿no es así, Florencia? —Le preguntó a la mujer mayor que servía la limonada.

—El joven Maxon y la señorita Injae son una pareja hermosa, sacada de las peliculas —comentó sonriendo orgullosa—. Señor, su socio André Pierre ha llegado.

Un hombre de bigote y buen porte llegó detrás de uno de los empleados de la casa de Joseph Brizz. El sujeto saludó al dueño de la casa con entusiasmo que denotaba un fuerte acento francés, se presentó con la pareja y viceversa, luego se sentó a hablar de negocios y tras un intento casi exitoso de convencerlo, decidió hacer las cosas más interesantes.

—Cerraremos el trato, pero puedo invertir más si me ganas en una competencia como en los viejos tiempos, Jo —insinuó jocoso—. Ya me has ganado otras veces en ajedrez, mahjong, póker y hasta con dados simples… ¿Sugieres algo nuevo?

—Ya que te he ganado, escoge tú.

El francés respiró hondo viendo de reojo a los lados en busca de inspiración para escoger una buena idea de competencia, entonces alcanzó a ver un caballo negro con la crin blanca siendo metido al establo cerca de allí.

— ¿Una carrera de caballos? Hace un tiempo que no cabalgo uno, pero no creo estar tan oxidado.

Joseph se rio y luego aclaró su garganta.

—André, no creo estar para esos trotes… —Miró de reojo a su hijo y nuera—. Pero ¿puedo elegir un jinete que compita por mí?

—Debes tenerle mucha confianza —se burló jocoso.

Alistaron los caballos y el centro de equitación a un extremo del terreno de la casa. Los jinetes se prepararon y cuando la silla de montar estuvo lista, subieron a los caballos para empezar la carrera.

Al terminar, el francés bajó jadeando y riéndose de sí mismo.

—Supongo que pedirás que cambien el contrato —bromeó Joseph—, le pediré a mi secretaria que lo haga de una vez.

Maxon ayudó a Injae a bajar del caballo y el hombre francés se volteó a verla luego de terminar su charla con Joseph.

—Que increíble jinete es, señora Brizz —elogió a la joven.

—Oh. —Se sonrió avergonzada—. Se lo agradezco, señor Pierre, pero en realidad… aún no soy una Brizz.

— ¡Cielos! Que intromisión he cometido. Le pido me disculpe, señorita Injae, pero cuando Jo dijo que era su nuera yo creí que… bueno, usted me entiende.

—No se preocupe, suele pasar.

—Si no es indiscreción, ¿puedo saber cuándo será su boda? Me gustaría enviar un presente.

—El veintitrés de septiembre —respondió Maxon—. Los preparativos no hace mucho que empezaron así que esperemos que todo salga según lo planeado.

Joseph y su socio se fueron alejando para que este volviera a su residencia natal y en cuanto tuvieran el contrato para firmar, algún representante de la corporación Brizz iría.

—Sabía que montabas bien, pero no tan asombroso —expresó impresionado—. ¿Dónde aprendiste?

—Un viejo amigo me enseñó.

En la noche, Injae estaba al teléfono con Yurim cuando Maxon tocó a su puerta.

— ¿Interrumpo una charla de chicas? —Bromeó sonriente.

— ¿Es Maxon? Salúdalo de mi parte.

—Yurim te envía saludos —dijo alzando su celular.

Injae colgó para poder hablar con su prometido que se acercó a ella en la cama.




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