Confesiones de una cazadora

Capítulo 154. [Canción]

ADVERTENCIA.

Este capítulo incluye escenas con contenido violento y de maltrato leve o moderado.

[Escucha Bad Blood - Taylor Swift ft. Kendrick Lamar]

{Sería un crímen no oir la canción con la última escena de fondo}

En el instituto, Injae les había dado más deberes a los cazadores, sobre a todo a los más nuevos, pues quería que estuvieran enfocados y al nivel de conocimiento que los más antiguos; entre esos cazadores se incluía a Malia quien se la pasaba quejándose de las ordenes de Injae.

—No puedes seguir dándome tantas ordenes —protestó fastidiada alzando la voz.

—Pues obsérvame. Ahora cumple con tus deberes si quieres graduarte de Sølvbyen.

Malia se molestó aún más cuando Injae ni siquiera la volteó a ver, apretó sus puños e hizo muecas con los dientes apretados.

— ¡Te odio!

—Ya me lo has dicho. —Se giró en su silla dándole la espalda.

—Ojalá nunca nos hubieran encontrado para no tener que obedecerte —expresó arrastrando las palabras con rabia.

Lo último que oyó Injae fue la puerta azotándose y luego se quedó seria pensando en lo tormentosa que era su relación con Malia. Por un instante consideró que quizá ella tuviera razón y lo mejor para todos era no haberse encontrado, pero al hacerlo recordó a Charles y lo mucho que significaba ya para ella, por lo que desechó esa idea «absurda y egoísta» como la llamó y salió de su estudio rumbo al único lugar en el que sabía que podría encontrarlo.

Entró a la biblioteca sin hacer ruido, pero el sonido de sus tacones igual la delató. Buscó al chico entre los pasillos de estantes y finalmente lo encontró sentado en una de las mesas junto a la ventana, en ella estaba un libro de magia oscura que Mireya donó al instituto y con él un cuadernillo con bocetos de criaturas y anotaciones que él hizo como enciclopedia propia.

—Mi niño estudioso, mi cazador valiente —mencionó sonriente al observarlo desde atrás.

— ¡Señorita Injae!

El entusiasmo que Charles emanaba cada que veía a Injae le hacía sentir a ella que quizá sí hacía bien las cosas y que con suerte y chance, no todo el mundo en ese lugar la odiaba al punto de quererla muerta.

—Son muy bellos —expresó orgullosa al ver los bocetos—, mi niño artista.

—Se lo agradezco, señorita Injae. ¿Qué la trae por aquí? ¿Ocurre algo malo?

—Descuida, Charles. —Le sonrió gentil—. Solo quise buscarte para darte… esto.

Charles abrió el estuche largo de madera que ella puso en la mesa y encontró adentro un juego de dos espadas medianas de forma curva con grabados en la hoja de filo doble.

—Marco y yo las elegimos, queríamos que fuera tu arma distintiva luego de tu ceremonia de marca oficial —explicó despacio para no abrumarlo—. Sé que eras muy cercano a él y siento mucho que lo hayas perdido también.

Charles cerró el estuche y se quedó callado jugando con el borde del libro.

—No debí… haberme apartado de ti cuando más necesitabas de alguien, tú me has apoyado mucho y yo no me encontraba bien, sé que no es excusa, pero lo siento.

—No debe disculparse, señorita, lo entiendo. —Alzó su vista y sonrió—. Usted me ha enseñado a ser fuerte y quería estar para usted cuando sintiera que no podía seguir siéndolo, incluso ahora.

— ¿Por eso me has dejado una taza de té afuera de mi cuarto todas las noches desde que nos mudamos a Inglaterra?

Charles se puso nervioso y ella sonrió con dulzura por su reacción.

— ¿Qué como lo sé? Te vi ponerla afuera una noche cuando iba a salir por una luego de despertar por mis pesadillas —confesó un tanto avergonzada por su situación anterior—. No te dejaban dormir, ¿cierto? Discúlpame por eso.

—No era por eso que lo hacía. Usted me llevaba té en las primeras noches que pasé en California y me daba bocadillos para hacerme sentir mejor, quería hacer lo mismo por usted —admitió tímido sin verla a los ojos—. Me ponía triste verla muy mal.

—Siento preocuparte, Charles, prometo que ya no será así.

Le acarició su mejilla y le acomodó un mechón caído de cabello por atrás de su oreja, luego se levantó para darle un beso en la frente y le extendió su mano.

—Si ya has terminado, ¿no querrías venir a cabalgar conmigo?

— ¿Podría montar a Hunter? —Pidió emocionado—. Sé que es su caballo y que nadie…

—Claro que puedes montar a Hunter —respondió riéndose.

Después de irse a cabalgar juntos y pasar un tarde agradable, fueron interrumpidos por cazadores que llegaron buscando a Injae. Estos habían sido enviado a misiones que ella dio desde la muerte de Marco y se reunieron con ella en su estudio para hablar en privado.

—Me alegra ver que están bien y saludables. —Se acercó a darles un vistazo—. ¿Lograron algo con la información de los Redentors encerrados?

Después del robo de demonios en el instituto, se capturaron algunos Redentors involucrados y antes de ser entregados a Sølvbyen les sacaron información.

—Seguimos las pistas que nos dieron y confirmamos los rumores: la reputación de Arkain perdió peso, así como su clan perdió fuerza por la salida de miembros, todo después de que asesinaron a su hijo y atacaron su fortaleza.

Injae pensó primero en Kalisman cuando confirmó su muerte, por unos instantes se preguntó como habría sido, a manos de quien y si sufrió, pero luego su mente se fue a Arkain mientras punzaba la yema de su dedo contra su anillo de garra para hacerlo sangrar leve.

— ¿Qué hay de los miembros que salieron del clan?, ¿tienen a alguno?

—Tenemos a todos —dijo orgullosa la cazadora.

Injae se sonrió maliciosa dándose vuelta y murmuró:

—La fuerza de la manada es el lobo y la fuerza del lobo es su manada, ¡ja! —Se volvió a ellos y se mostró contenta—. Así que ahí está, sus miembros del clan no son nada sin Arkain y él no es nada sin su clan.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.