Confesiones de una cazadora

Capítulo 157. [Canción]

[Escucha Nightmare - Halsey]

Los días pasaron y el escuadrón secreto le informó a Injae que Clarke Johnson había comprado una casa a las afueras de la ciudad y que además se andaba con guardaespaldas todo el tiempo para donde fuera.

La mirada de Injae al pensar se fue tornando más oscura y gélida.

—Iremos a darle una visita.

El escuadrón completo y ella condujeron a la casa de Clarke llevando sus armas, aunque Injae había dicho que era “una visita amistosa”, pero también dijo que si no se podía estaban autorizados para usarlas. Bajaron del auto frente al portón y vieron el candado grande, lo que no detuvo a la joven.

—Rómpanlo —ordenó tajante.

— ¿Eso no es allanamiento?

Hannah reviró sus ojos y exclamó:

— ¡Solo dispárale al maldito candado, por favor!

Entraron alertas con las armas listas, incluso Injae llevaba una Desert Eagle plateada de nueve milímetros y vistiendo una gabardina de cuero negra. En cuanto pusieron un pie dentro de la casa empezaron a sospechar un poco por el silencio que había, caminaban por los pasillos y veían los adornos colgados que parecían ser costosos.

—Clarke… —Levantó la voz de forma suave—. ¿En dónde estás? Sal y ven a hablar.

Al final del pasillo, doblando, se escuchó un vidrio rompiéndose seguido de pasos corriendo; Injae sonrió y resopló irritada.

—Ay, Clarke, pudimos llevar las cosas bien, pero tenías que ir… y arruinarlo.

Un hombre se asomó para disparar, así que el escuadrón se defendió con más disparos, Injae se escudó usando uno de los jarrones que estaban en el pasillo para disparar  y conforme pudieron acercarse, lograron divisar mejor al atacante y entonces Injae reconoció a aquel hombre de barba que abusó de ella. La rabia y el asco que le produjo recordar ese momento encendieron el ardor en sus manos que sostenían el arma.

— ¡Los quiero con vida! —Ordenó fuerte.

El escuadrón siguió disparando hasta herir a tres y dejar muerto a uno por accidente. Se quedaron en la sala atando a los sujetos mientras Injae caminaba lento hacia la cocina en busca de Clarke, allí lo vio desesperado buscando un cuchillo.

—Hey, “cariño”.

Él se volteó aterrado y temblando le apuntó con el cuchillo haciendo que ella se mofara de eso.

—Baja eso que vas a cortarte un dedo.

— ¡Voy a matarte si te acercas!

Injae se quedó sonriendo abiertamente, pero con malicia tanto en su sonrisa como en su mirada, una malicia perversa y sedienta de venganza.

—No lo harás. —Avanzó despacio apretando su arma oculta—. Si la piedra le gana a la tijera… ¿El plomo le ganará al cuchillo?

Le apuntó a la cabeza con la pistola y sonrió cuando Clarke dejó caer el cuchillo por el miedo cuando alzó sus manos en señal de rendición, fue hasta él y le dio un golpe con el arma.

—Llévenselo y amárrenlo con el resto —espetó a sus dos hombres que entraron.

Los cuatro hombres estaban amarrados a las sillas del comedor puestas en el medio de la sala para el espectáculo de Injae. Ellos querían zafarse de los amarres en sus muñecas, pero les era imposible y lo único que podían hacer era aguantarse su coraje mientras eran vistos por la joven que fumaba su cigarrillo con su escuadrón detrás de ella sin entender que pasaba.

—Fuiste tú —dijo con la voz entrecortada.

Se acercó al hombre de barba que estaba junto a Clarke y lo vio con repulsión.

—Te recuerdo, los recuerdo a los tres. —Sintió un nudo en su garganta al mirar sus rostros, luego se quedó con el de Clarke—. Tú los enviaste…

— ¿Esperas una disculpa? —Inquirió burlón—. Pues espera sentada porque merecías lo que te hicieron.

Clarke se recargó en la silla y sonrió, su descaro enfadó a Injae, quien apretó sus dientes al darse vuelta hacia donde estaba el hombre altanero del escuadrón; sacó la daga del cinturón del hombre y con la misma, se giró para Clarke y se la clavó en su órgano genital. El estruendoso grito resonó hasta los pasillos de la casa y siguió así cada vez que Injae giraba la daga dentro de él para herirlo más.

Todo el escuadrón guardaba silencio y veía petrificado, así como el resto de los hombres que estaban amarrados, quienes además tenían los nervios a flor de piel por sentir que pudieran hacerle lo mismo.

—Sé que conoces a Kalisman y te diré algo que me dijo. Él pensaba que nosotros éramos iguales, dijo que no lo notaría aquel entonces, pero que ya lo haría… —Le susurró viendo como apretaba Clarke sus dientes por el dolor—. Dijo que éramos un poco retorcidos y que podía verlo en mis ojos.

Llevó despacio su vista hacia los ojos oscuros del hombre en desgracia, le acarició el cabello por su oreja y elevó sus comisuras con deleite al ver cuanto sufría.

—Tenía razón. —Lo miró fingiendo ser ingenua—. No le tengo miedo al fuego porque ya no siento su ardor, pero tú… —Tensó su boca y agravó su voz—. Vas a pagar por lo que me hiciste y sufrirás por ello en el infierno, donde verás como aún después de cien años mi nombre será recordado, mientras el tuyo fue olvidado y sepultado bajo escombros tras escombros.

Injae jaló del cuchillo hacia abajo para desgarrarle su parte y dejar que la sangre empezara a escurrirse, se enderezó y vio fijo a los otros tres.

—Quémenlos y que ardan hasta que mueran —ordenó fuerte.

— ¿Qué fue lo que dijo? —Preguntaron atrás de ella con nervios.

Ella se giró molesta hacia su escuadrón, que contuvo la respiración por la forma tan intimidante con la que los miró.

— ¿Qué se quedaran como estúpidos ahí parados? ¡Dije que los quemaran! —Exclamó fúrica—. ¡Quiero que les prendan fuego! ¡Que los dejen arder uno por uno terminando con Clarke y que lo graben todo!

Mientras buscaban con que quemarlos, los prisioneros gritaban y suplicaban por su vida e incluso pedían perdón a la joven, pero Injae los ignoraba por quitarle el celular a Clarke para dárselo al miembro altanero de su escuadrón, luego se escucharon unos disparos por la parte de la cocina y dos tipos regresaron corriendo para avisar que había un tipo escondido en el cuarto de limpieza que había logrado escapar de la casa. Injae se asomó por la ventana del pasillo y lo vio corriendo mientras sujetaba su brazo herido.




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