Confesiones de una cazadora

Capítulo 159.

Los Redentors estaban atareados por algo que Andreas les había ordenado sin notificarle a sus hijos. Yurim los veía integrada, aunque nadie le hacía caso y por eso fue con Scott a preguntarle si sabía algo, pero este no estaba interesado así que asumió que se trataba de alguna pelea clandestina o algo de ese tipo.

Yurim estaba cansada de la actitud indiferente que Scott había tomado desde su enfrentamiento con Injae y por más que trataba de conectar con él como antes, no podía.

—No sé quién está peor, si tú o nuestro padre con su pésimo humor de mil demonios. —Se cruzó de brazos, recargándose en la puerta—. ¿Sabes por qué ha estado así desde la muerte de Clarke Johnson? No creo que lo estimara tanto.

Scott tensó la mandíbula y evadió a la chica, fingiendo acomodar su ropa en el ropero; Yurim se enderezó y lo miró desconcertada.

— ¡Sí sabes!

—Por Injae —admitió desganado—, ella lo mató.

— ¿Qué? Oí algo sobre el diablo y no sé cuanta tontería, pero ¿qué tiene que ver ella?

Scott sacó de su cajón el celular de Edward que escondió de su padre y se lo dio para que viera el video de la muerte de Clarke; Yurim sintió escalofríos al verlo, quedó quieta del impacto y apenas si podía pronunciar palabra.

—Es imposible que ella lo haya hecho. —Miró a Scott incrédula—. Es Injae de quien hablamos, la dulce y buena Injae que jamás mataría a alguien y menos de una forma tan… —Se quedó pensando y Scott escondió el rostro—. Fue venganza, eso está claro, pero ¿por qué? ¿Scott?

El pelirrojo sentía culpa, remordimiento y otra mezcla de emociones que le causaban vergüenza y le impedían mirar a su hermana, pero ella insistió para que le dijera.

—Clarke envió gente de nuestro padre a… —Tragó duro sin querer continuar, pero con esfuerzo siguió—. Ellos violaron a Injae y lo grabaron, entonces ella los quemó vivos y los grabó, luego envió el video a Morris y a Parrish como advertencia.

Los ojos de Yurim se cristalizaron al saber, cubrió sus labios luego de perder el aliento y cuando salió del trance que le causó la impresión, volteó a ver a Scott.

— ¿Has sabido eso todo este tiempo? ¿Y papá? —Lo vio fijo y él asintió callado—. ¡¿Y aun así no hiciste nada?! ¡¿Por qué no lo impediste?!

Le soltó una cachetada que Scott ni siquiera sobó porque sintió que la merecía, luego ella se marchó y él derramó algunas lágrimas.

Rumbo a la corporación, Injae salió de su auto acompañada de Hannah y del hombre mayor de su escuadrón para que fueran sus guardaespaldas. Caminando por el estacionamiento, el hombre sintió que algo andaba mal y pidió a Hannah que se llevara a Injae de allí; ambas caminaron con prisa, pero se detuvieron al oír disparos por donde estaba él y al voltear, lo vieron correr herido hacia ellas, pero seguido por otros tipos.

— ¡Sácala de aquí!

Recibió un disparo a la cabeza por atrás y con eso cayó al pavimento. Hannah se paró delante de Injae para protegerla y dispararle a los enemigos; Injae no quería dejarle todo el trabajo así que sacó su cuchillo de la espalda de su pantalón, pero Hannah la empujaba para que se fuera así que se alejó un poco antes de detenerse a verla con intención de ayudarla.

La duda dejó indefensa a Injae, lo que permitió que no se diera cuenta que por atrás se acercaba a alguien para cubrirle el rostro y llevársela sin poder defenderse porque soltó el cuchillo. Hannah se dio cuenta y no pudo hacer nada porque quedó muy malherida.

«—Las emociones nublan el juicio, Injae. »

«—… no quiero su molesta empatía…, ni sus emociones y sentido de buena moral obstruyendo en mis misiones. »

«—Un cazador entrenado en Sølvbyen no dudaría ni por un segundo entre la misión o alguien en peligro…»

De pronto todas las veces que le dijeron a Injae que sus sentimientos eran un problema llegaron a su mente de forma distorsionada, pues gracias al sedante que le inyectaron en la camioneta estaba despertando desorientada. Cuando empezó a tener más lucidez se dio cuenta de que estaba en un lugar desconocido, pero que por los vitrales del techo daba a entender que era una iglesia.

Estaba acostada sobre una mesa de piedra blanca, rodeada de cuatro mujeres que tenían cuchillos viejos, recipientes con sangre, un libro grueso y viejo, así como muchas velas rojas puestas en todo el lugar. Injae quiso levantarse para atacarlas por la espalda, pero una de ella la escuchó y con eso alertó al resto para que una de ellas pegara a Injae a la mesa con magia realista; la joven cazadora se quejaba mucho al querer librarse y estaba agitada por los nervios.

— ¿Qué van a hacerme? —Reclamó.

—Ya lo averiguarás.

En el recinto de los Redentors, Yurim había buscado a su padre por todos lados para reclamarle por permitir la atrocidad de Clarke, pero cuando lo halló en su estudio hablando de un ataque referente a Injae, entró en silencio y se quedó a sus espaldas para oír los planes.

— ¿De verdad matarás a Injae?

Andreas colgó rápido antes de decir más y volteó, ella estaba inquieta viéndolo fijo.

—Tú no quieres unificar al mundo sobrenatural con el humano como has dicho… —Sintió un nudo en su garganta doliéndole—. Todo ha sido un engaño, no debimos confiar en ti.

Yurim se tragó su nudo lleno de decepción, pero lo único que él hizo fue resoplar y salir de su escritorio.

—Me has descubierto, me importa un carajo la unión —confesó descarado—. Solo quiero que el Orkunato caiga a mis pies y tener el control de ambos bandos.

Ella entreabrió su boca, retrocedió nerviosa y negó con su cabezas varias veces.

—El ataque demoniaco, tú lo ordenaste… ¿aun sabiendo que iríamos? —Sus ojos se cristalizaron—. ¿Estabas dispuesto a matar a tus hijos? —Sentía una presión en su pecho, aun así, quiso continuar antes de que él hablara—. Es imposible que mamá estuviera de acuerdo con esto, ella nunca te hubiera dejado hacer todo esto.




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