Confesiones de una cazadora

Capítulo 160.

— ¿Qué es lo qué pasa?

Mireya ayudó a Yurim para levantarse del piso.

Alec y los cazadores entraron despacio, viendo el panorama sangriento y destructivo que había a su paso hasta que se detuvieron a mitad del corredor.

— ¿Y la señorita Venator?

Alec caminó despacio hacia la mesa donde veía de espaldas a Scott y a su alrededor, los cuerpos de las brujas. Algo dentro de él podía sentir que había ocurrido una gran tragedia así que tensó su boca, se paró atrás de Scott que abrazaba algo y lo tocó en el hombro.

—Aléjate.

Alec insistía para hacer voltear a Scott o alejarlo en todo caso, luego este se molestó y se dio vuelta para amenazarlo, pero los cazadores le apuntaron enseguida y Mireya se acercó al par para calmar las cosas. Alec vio el cuerpo que soltó Scott cuando volteó, sintió que sus palmas se enfriaron cuando se dio cuenta que era Injae y que estaba pálida, con el cuello cortado y sus manos escurriendo sangre; Alec también sintió culpa y pesar por no haber llegado a tiempo a salvarla, pero tuvo que ignorar sus emociones para mantener la calma.

— ¿Qué estás haciendo? —Reclamó Scott al ver a Alec quitándole la estaca y cadenas al cuerpo—. ¿Quién demonios eres? ¡No la toques!

Alec ignoró a Scott mientras estaba por levantar a Injae en sus brazos hasta que se le fue encima, agarrándolo del cuello y quedando a verse fijamente mientras los cazadores le apuntaban a Scott.

—Te dije que no la tocaras…

Una bocanada de aire sobresaltó a todos, en especial al grupo de cazadores que apuntaron hacia la mesa.

“¿Es un vampiro?” “¡¿Es un demonio?!”

— ¡Alto! —Mireya se interpuso—. Es Injae… por el vínculo con Felicia.

Alec ayudó a Injae a levantarse, ella estaba en shock sin entender que ocurrió y  cómo era posible que sus heridas se estuvieran endureciendo tan pronto. Cuando quedó de pie frente a la mesa y sostenida por Alec, Scott quiso acercársele, pero ella retrocedió asustada como si su cuerpo hubiera aprendido a temerle y eso entristeció a Scott.

—Los… —interrumpió Alec para llamar la atención de Injae—. Tenemos retenidos a varios Redentors que quedaron malheridos y a otros más ya muertos… —Vaciló carraspeando—. ¿Los arrestamos a todos?

Todos sabían exactamente cuál era la intención de esa pregunta y a quienes iba dirigida, se quedaron expectantes por la respuesta de Injae y las miradas también estaban sobre ella, pero la suya iba de Yurim a Scott y de Scott a Yurim una y otra vez, luego vio a su gente herida y supuso que también habría muertos de los suyos, no solo de los Redentors, lo que causó un vacío en su estómago.

Injae entreabría sus labios indecisa varias veces, tocó la herida de su cuello y se tensó.

—Arréstenlos… —murmuró dudosa y luego levantó la voz—. Arresten a todos.

Alec asintió y dio señas a los cazadores para que arrestaran a los Evenson.

“Han sido arrestados por traición a la causa de los cazadores. Se les enjuiciará y sentenciará según las leyes de La clave.”

Los días pasaron lento, pero finalmente la semana estaría acabando y con ello, varios de los juicios de los Redentors arrestados, a quienes se les juzgó según sus crímenes y se les cumpliría su sentencia al final de todos los juicios.

Yurim y Scott estaban en las celdas de Sølvbyen, sentados en el piso junto a la pared. Ambos se veían melancólicos uno al otro y luego se quedaron viendo al techo, en espera de su incierto futuro, pero muy posiblemente lamentable.

Después del ataque, Injae había estado actuando como si nada hubiera pasado a pesar de las múltiples veces en que Mireya trató de querer hablarlo e incluso explicar el motivo por el que se apareció con los cazadores, pero Injae prefirió enterrar ese día del mismo modo en que enterraron finalmente a Felicia.

El señor Marshall se apareció en el instituto.

—No te pido que los reintegres a La orden ni que bebas el té con ellos, pero sí que los ayudes —suplicó Marshall de pie—. No es justo que quieran asesinarlos por algo que no hicieron.

— ¿De qué habla?

—Rosemary ha metido declaraciones en contra de ellos que los acusan del atentado en tu contra en Sølvbyen y de la desaparición de su hija Samantha.

Injae se tensó al oír lo último, pero fingió compostura.

— ¿Bajo qué autoridad dio esas declaraciones?

—Bajo la tuya.

Injae lo quedó viendo indignada, se levantó dando toques al escritorio con su anillo mientras pensaba con calma las cosas.

—Aunque quisiera ayudar, ¿qué no el castigo por traición es… ese? —Sintió escalofríos de tan solo pensarlo—. No puedo hacer nada contra eso.

—De hecho… —Interrumpió Alec, acercándose a Injae—. Puedes apelar en contra de su sentencia como líder del grupo al que pertenecían. Pocos saben que La clave le permite al líder ser el juez si el traidor no ha atentado contra la vida de alguno de los suyos ni de un miembro del Orkunato, mucho menos de su viejo líder.

Injae tragó duro al recordar el día del enfrentamiento con Scott en la azotea del edificio, entonces el rostro esperanzado de Marshall se tornó preocupado al verla.

—Por favor, Injae, ayúdame… Se lo debo a su madre Analissa.

— ¿Quiere que mienta en su juicio y diga que Scott Evenson no me tiró de un edificio?

—Ellos no podrían tener como saber eso, nadie…

— ¿Y sobre Marco? ¿Ah? —Su rostro lucía ofendido y su voz se agravó—. Hay cazadores que lo vieron y acusan de haberlo tirado.  ¿Qué hago yo con eso?

Marshall estaba preocupado por como el enojo y el dolor estaban corrompiendo a Injae de forma que ella ya no pudiera ver grises, solo negro, ni siquiera blanco.

—Sé que te sientes traicionada por ellos, pero sabes que no es justo lo que quieren hacerles.

Injae mordió sus mejillas por dentro para suprimir de alguna forma su enfado, evadió la mirada de Marshall y con una expresión poco gentil, le habló a Alec.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.