Confesiones de una cazadora

Capítulo 165.

Uno de los espías de Andreas llegó a informarle que en la casa Brizz había una bebé al cuidado de una nana, algo que extrañó al hombre ya que esperaba algo más valioso dentro de la casa.

—No sabía que la hija adoptiva de Verónica Venator estuviera aquí.

—No es ella, señor. Esta bebé es de apenas unos meses.

—Qué… extraño. —Acarició su mentón—. Manténganme al tanto.

Un par de días después, Injae estaba en su estudio con el teléfono tratando de decidirse si llamaba a alguien o no.

— ¿Ya vas a marcar?

Injae dio un brinco y volteó.

—Por amor a Dios. ¿Cuánto llevas ahí?

—Lo suficiente para darme dolor de cabeza por verte dudar tanto —se burló Alec acercándose y ella reviró sus ojos—. ¿A quién quieres llamar?

Injae no quería decir y solo fruncía el rostro, pero él pareció pasarlo por alto y sin que ella lo notara, empezó a marcar el número.

—Sea quien sea, ya está sonando. —Le dejó el teléfono y se encaminó a la puerta—. Volveré para darte el reporte de Malheur.

Injae lo insultó en su mente, pero luego se puso nerviosa cuando escuchó una voz suave por la bocina.

—Hola, Mireya…

Después de que Injae habló con Mireya y se disculpara por su actitud pasada, las cosas entre ellas volvieron a estar bien. Los días pasaron y el cumpleaños de Andreas se aproximaba, este ya conocía la cercanía entre Scott y la bebé, pero desconocía la razón, por lo que ordenó al infiltrado qué se la robara.

En la casa Brizz, Scott estaba jugando con la bebé que quería gatear y balbuceaba palabras como el nombre de Yurim o «papá» cada que veía a Scott; Injae se detuvo a verlos y sonrió desde el marco de la puerta.

Scott alzó la vista y la vio.

«Ojalá hubiera sido nuestra» Pensó nostálgico.

Injae evadió su mirada y salió al patio, allí vio al jardinero y se le hizo extraño no reconocerlo, se acercó despacio sin quitarle los ojos de encima; el hombre se dio cuenta de su presencia y se puso nervioso.

—No es necesario que venga todos los días a arreglar el jardín, ha hecho un buen trabajo.

Él asintió callado sin mirarla para tratar de que no le viera el rostro; Injae sintió un presentimiento sobre que algo no iba bien, se alejó como si nada luego de analizarlo disimuladamente con la mirada.

El hombre sacó su celular y marcó.

—Hay que actuar ya —ordenó ansioso—. Creo que la cazadora ya se dio cuenta.

Dos hombres fueron recibidos por el jardinero en la parte trasera del terreno y se apresuraron para invadir la casa de forma silenciosa. Injae quiso advertir a Scott, pero al verlo descansar con ella a un lado, no quiso arruinarle el momento.

—Deberías acostarla en su cuna, arriba.

Injae se controló frente a él y este subió sin hacer preguntas o decir algo. Cuando ella se aseguró de que subieron las escaleras, rápido buscó sus armas qué había escondido debajo de la chimenea; los tipos entraron sin hacer ruido y ella los esperaba en la sala detrás de la pared.

En el cuarto de la bebé, Scott se dio cuenta que olvidó su peluche y bajó por él.

— ¡Qué carajo!

Injae terminó de enfrentarse a los hombres, y uno mientras estaba en el suelo escupiendo sangre le gritó:

—¡Dennos a la niña y…!

— ¿La niña? ¿No están aquí por…? —Frunció el ceño y luego les dio otro golpe—. Fue un error venir por ella.

—Son hombres de Andreas. —Señaló el tatuaje de iniciales en sus muñecas—. Él ya debe saber sobre Isobel, ¿ahora qué?

—Este lugar ya no es seguro para ella. Ve por ella, la llevaremos al instituto junto con ellos.

Las cosas de la bebé se subieron al carro y a los hombres con las muñecas atadas también los metieron. Injae veía hacia una parte trasera de la casa que a lo lejos solo se veía cubierta por los árboles.

—Parecía que esperabas que vinieran por otra cosa.

Injae se tensó, lo quedó viendo un poco dudosa y luego hizo qué la siguiera hacia aquel lugar que veía, el cual resultó ser un invernadero de vidrio qué abarcaba bastante terreno.

— ¿Creíste que vinieron por un invernadero?

—No es por él, sino por lo que hay dentro.

Ni bien se abrió la puerta, Scott recibió el aroma floral qué provenía de todas las plantas allí, sin embargo, conforme más se adentraba siguiendo a Injae, más familiar se le hacía un aroma.

— ¿Es verbena lo que huelo?

—Y de ese lado hay Aconitum —avisó, señalando a una esquina—. Pero no es eso lo que importa, sino esto… —Abrió otra puerta a una sección en el centro de ambas plantas—. Es la flor que produce el esmalte de la plata esmaltada.

—Estás creando plata esmaltada —murmuró sorprendido—. ¿Cómo es…? ¿Farah? —Injae le asintió—. Increíble, ¿desde cuándo?

La expresión de Injae dejó de verse orgullosa por su mérito mientras pensaba en su respuesta.

—Hace unos meses —admitió melancólica—. Todo fue idea de Marco y cuando murió quise acabar con todo, pero una planta había logrado vivir así que la dejé.

Al llegar al instituto, ordenó enseguida que se llevaran a los Redentors al estudio con Alec. Yurim los vio llegar con la bebé y se acercó alterada a reclamarle a Scott por haberla llevado, acusándolo de imprudente.

—Andreas sabe de Isobel —interrumpió Injae el regaño de Yurim—, quiso llevársela.

Scott se fue con su hija; Injae se alejó para ir al estudio, pero Yurim fue detrás de ella para pedirle que la deje estar en el interrogatorio de los Redentors y aunque estuvo por convencerla «según Yurim», Injae no la dejó.

Los tres hombres alegaban y se sacudían para que los soltaran, pero uno de ellos se mostró más temeroso cuando entró Injae.

—Tú… —balbuceó—. Eres el diablo.

— ¡Cállate, imbécil! —Le gritó su compinche.

Injae tenía la mirada dura sin mostrar ninguna emoción.

—Será mejor que hablen.

— ¡No te diré nada, sucia cazadora!




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