Confesiones de una cazadora

Extra 3. Escena extendida.

Esto es una escena extendida de un capítulo, lo que significa que aunque no fue mostrada en el capítulo, es canon y por tanto, al ser oficial altera la continuidad de la historia.

 

Escena extendida del capítulo 164.

ADVERTENCIA.

Podría haber contenido de violencia leve o moderada referente al abuso, maltrato y suicidio que podría herir la sensibilidad de algunos lectores.

 

Después de que Yurim dejara a Scott en el cuarto de Injae luego de lo que pasó la noche anterior, esta mantenía la punzada emocional en su pecho y solo quería distraerse un poco, pero tampoco tenía la fuerza física para salir a correr o entrenar así que solo se sentó a meditar en la banca del jardín con el fresco de la mañana.

—Buenos días —saludó alguien desde los rosales.

—Hola… Yohan.

Los ánimos estaban decaídos esa mañana, la noche anterior había sido un caos emocional, nadie quería hablarlo, pero a veces era necesario compartir nuestras cargas para que el peso pueda ser menos.

Yohan le dio una rosa que él mismo cortó en secreto.

—Injae es muy celosa con sus rosas —bromeó forzándose—, no deja que nadie más las cuide.

—Supongo que lo entiendo…

Miró a Yurim jugando con la flor y llevando un semblante decaído. Yohan se sentó junto a ella sin querer incomodarla, por lo que mantuvo un poco de distancia y aguardó callado unos instantes para esperar si Yurim hablaba y como no lo hizo, intervino él de forma dudosa.

—La vida en Sølvbyen no es menos dura que la vida fuera de ahí…

—Es peor —murmuró enterrándose las espinas.

—No tenía idea de lo que tuviste que pasar —expresó cabizbajo.

—Está bien, nadie lo sabe —admitió volteando a verlo—. Ni siquiera Scott lo supo en su momento… solo Marco lo sabía porque él me encontró, él me salvó. —Alzó suavemente sus comisuras recordándolo—. Fue poco después de que nos conocimos.

Yohan la escuchó atento y sintió una sensación en su estómago, una que le molestó hasta considerarla ridícula por lo tonto y egoísta que fue desear haber sido él el salvador de la mujer que amaba.

Yurim le vio cambiar su expresión y le tomó la mano para tranquilizar su mente.

—Fue una época dura, pero no estuve sola. —Le sonrió—. Así que quita esa cara, no te queda bien el semblante serio.

— ¿Cómo es que no supe de esto en aquel entonces? —Se reclamó así mismo—. ¿Cómo es que no se supo? Algo así hubiera causado un caos.

Yurim lo miró con un poco de gracia y se compadeció de él para sacarlo de su duda.

—Lo hubiera sido, pero mi padre intervino —confesó seria, viendo hacia delante—. Eran cuatro sujetos, ya casi no recuerdo bien sus rostros ni sus voces, a duras penas sus nombres —dijo a la ligera y suspiró—, me acorralaron en uno de los pasillos. Uno era algo así como mi novio, él grababa mientras los otros hacían todo.

El rostro de Yohan se enrojeció de puro coraje, sus puños se cerraron con fuerza y su mandíbula tensada le remarcó la vena.

— ¿Cómo puedes hablarlo con tanta…?

— ¿Indiferencia? —Lo vio sarcástica—. Aunque no lo parezca ahora, eso me quebró por mucho tiempo a tal punto que no podía salir de mi habitación o siquiera abrir la cortina —habló viendo fijo a la rosa—. Me sentí miserable, creía que había sido culpa mía por ser como era y que lo merecía.

Yohan sintió un gran nudo en su garganta al oírla hablar de ello, no podía imaginarse en esa situación a Yurim, a quién conoció siendo una joven fuerte y ruda.

— ¿Cómo podría haber sido eso tu culpa? —Arrugó un poco su ceño.

—Eso mismo me dijo Marco cuando me encontró en el piso del baño en mi cuarto con cortadas profundas y moretones en mi cuerpo. —Esbozó una sonrisa triste y sus ojos se cristalizaron—. Yo solo dije “ya no quiero vivir con este cuerpo”.

Volteó a ver a Yohan y se dio cuenta de que los ojos de él se llenaron de lágrimas, incluso más que los de ella.

—Estaba cansada, me dolía el cuerpo y aunque los moretones que ellos me dejaron se fueron con los días, el dolor permaneció por meses, no quería ver mi propio cuerpo ni que nadie más lo hiciera. —Limpió la lágrima que escurrió de Yohan—. Me daba asco, así que dejé de comer para que no fuera voluminoso y así tampoco voluptuoso, pero como no lo lograba, empecé a herir mi cuerpo para que no quisieran verlo y a cubrirlo aún más.

Yohan quería abrazarla con todo su ser, transmitirle calor y calma, pero estaba congelado sin poder salir de esa especie de trance en el que entró al estar oyendo.

—Esa tarde que Marco me encontró llena de sangre, mi mamá se quedó conmigo en la noche y al día siguiente, mi padre fue a decirme que podía estar tranquila, que nadie jamás volvería siquiera a tratar de acariciarle una pluma a su pequeña ave —dijo limpiándose los ojos llorosos y recuperando más el ánimo—. Fue extraño, ver de nuevo por la ventana y sentir la luz cálida en mis brazos luego de un oscuro y frío invierno entre cuatro paredes.

Yurim respiró mirando al cielo, cerró sus ojos y se concentró en el frío del aire pegando a su cara, se dio cuenta de que seguramente pescaría un resfriado por no salir con un abrigo, pero no le importó.

—El frío de mi cuarto en Sølvbyen aquel invierno jamás podré olvidarlo. Estuvo impregnado de llanto, gritos, súplicas, soledad y mucho dolor, pero cuando entró la luz esa mañana… me sentí viva de nuevo, miré a mis padres allí, a mi hermano y a mis amigos. —Sonrió volteando hacia él—. Nunca estuve sola.

Yohan se sintió más reconfortado cuando vio la sonrisa abierta de Yurim que irradiaba sinceridad y confianza, una que era de alguien que había renacido.

— ¿Qué ocurrió con los tipos? ¿No te buscaron? —Escondió su rostro para limpiarlo.




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