Confesiones de una cazadora

Extra 1.1 Injae. [+18]

Esto es una escena no mostrada en la historia, pero es completamente canónica, lo que significa que es oficial y afecta la continuidad de la historia.

Injae.

Debía llegar a tiempo a la corporación para una reunión, pero me estaba costando concentrarme para hacer las cosas, ni siquiera podía recordar de que iba a tratar dicha reunión, sin embargo, Yurim era una excelente secretaria.

Me había prometido llevar un informe en la mañana para que pudiera leerlo en el auto, pero ya que iba retrasada tendría que leerlo mientras me vestía.

—Adelante.

Se me cayó el delineador al piso y me agaché para buscarlo, pero ¿por qué no oía a Yurim regañándome por lo tarde qué era?

De pronto di un brinco cuando oí que alguien carraspeó y miré por el espejo, era Scott parado atrás mío con la carpeta en sus manos.

—Yurim se fue a la corporación y me pidió que te diera esto. —Alzó la carpeta—. También me dijo que te recordara que la reunión con un inversionista se cambió de hora.

Si no conociera a Yurim supondría que esto fue un pequeño favor, pero como lo hacía, sabía que esto fue un plan elaborado con toda maligna intención por parte de ese par de hermanos.

Le asentí callada, no podía ni verlo a los ojos por los nervios que me daba estar cerca de él luego de lo que ocurrió entre nosotros antier. Supongo que él lo había tomado a la ligera, pues estuvo actuando como si nada, quizá… no significaba nada para él.

¿Por qué soy la única avergonzada? No importa, también puedo olvidarlo.

Se acercó a poner la carpeta en mi tocador, estaba tan cerca que pude oler tan bien su perfume y el roce con su brazo me erizó la piel, me ponía nerviosa y ansiosa, eso me molestaba un poco.

—Marco me dijo que recibiste una carta de amor el mes pasado… —Mencioné arrepentida, no tenía derecho a saber, pero quería—. ¿De… quién… era?

— ¿Eso es importante? No estoy interesado.

Me quedé callada usando el documento como excusa para no verlo. ¿Cómo no era importante? Alguien estaba enamorado de él, ¿es que era tan insensible?

Del enfado había empezado a morder mi labio sin darme cuenta.

— ¿No dirás nada? —Sonaba molesto, no quería mirarlo, pero ya podía sentir su mirada en mí—. ¿Ni sobre el otro día?

Levanté la mirada al espejo cuando mencionó aquello, pero sentí que me iba a quedar sin aire cuando lo vi viéndome por el espejo. ¿Se habrá dado cuenta que no leía el documento?

— ¿Cómo… —vacilé buscando cambiar el tema—… cómo te sientes con el suero? ¿Has tenido efectos secundarios?

—Me siento bien, muy bien incluso, aunque… —Respondió, pero no quería hablar de eso, aun así, desvió su mirada para pensar—. He notado varios cambios, mi rutina de entrenamiento ya no me cansa como antes, tengo más energías y más hambre —añadió en forma de broma y me reí un poco—. También…

¿Por qué se detuvo? ¿Le habrá pasado algo malo que no quiere decirme?

— ¿También qué?

Si él no iba a hablar, tendría que hacerlo hablar, aunque tuviera que dejar el informe a un lado. Me traté de dar vuelta para verlo de frente, pero perdí el equilibrio por algo que me tomó de sorpresa, no lo esperé de él.

Su mano estaba en mi cuello y sus labios sobre los míos. Iba despacio, era un beso suave y delicado, pero empecé a perderme cuando aumentó el ritmo y sus manos se movían por mi cuerpo… ¡Estaba desnuda bajo la bata! ¡Maldición!

Está bien, puedo con esto, tengo el control… pero ¿por qué siento que no?

Me estremecí con el toque de Scott en mis pechos, sentí su piel y era cálida, ¿cómo podían sus manos sentirse tan suaves siendo que cargaban pesas todos los días? Y ¿por qué de pronto la imagen de él entrenando sin camisa estaba en mi mente? ¡Dios! ¿Por qué mis manos temblaban tanto?

Si me seguía besando como lo hacía en el cuello no me ayudaría a tranquilizar mis manos ni mucho menos mis nervios, de por sí ya me estaba empezando a costar trabajo poder calmar mi respiración y… ¿qué está…?

Sus yemas subían por mi pierna, ¿no irá…?

—S…

¡Ah! ¡Por Dios!

Me quedé sin aliento, cerré los ojos y me cubrí enseguida la boca con la carpeta sin saber cómo más reaccionar, esperaba no haber pensado en voz alta, al menos no tan alta. Me aferré a la silla queriendo aguantar lo avergonzada que esto me ponía, pero por más que quisiera negarlo, el movimiento de las yemas de Scott en mi parte íntima se sentía… bien… muy bien.

Miré al espejo, no podía creer lo que veía, mi rostro estaba rojo y Scott besaba mis clavículas mientras quería abrirme la bata. Él alzó su vista y me observó junto a mi oreja con una enorme sonrisa, jamás lo había visto mirarme así, ¿esta sensación también sería nueva para él?

¡Por Dios santo! ¡Mierda! Cerré los ojos y mordí la carpeta para callarme.

—Me gusta cómo te ves —me susurró con sus dedos dentro de mí.

—S… —Quería decir su nombre, pero no quería gemir así—. Scott…

Mi voz salió temblorosa y débil, moría de nervios y las piernas no dejaban de temblarme, no encontré otra forma de esconderme que inclinándome sobre el tocador para ocultar mi cara roja con el cabello. Scott me había quitado la carpeta porque quería ver mejor mis gestos, pero ni con el cabello cubriéndome lo detuve de tratar de hacerlo.

—Injae… —susurró en mi nuca con el aliento cálido.

Me levantó el rostro, quería que lo viera mientras subía su mano por mi mejilla e involuntariamente entreabrí mis labios cuando acercó su dedo a ellos, no sé qué pensé en ese momento. Mis brazos no aguantaron y cayeron en la mesita, pegué mi frente al borde y solo me aferré a la madera para controlarme, estaba a punto de venirme y Scott no se detenía, seguro ese era su objetivo.

—No te vengas todavía —me ordenó muy dominante, sin dejarme contradecir.

Scott me dominaba, su voz, su aroma, sus ojos marrones con el destello azul en uno de ellos, la forma en que me besaba, me tocaba y veía, todo de él se había apoderado de mí y ya no me dejaba pensar en algo más que no fuera en él desnudo sobre mí en mi cama debajo de las sábanas, lo deseaba completamente. Mis deseos más impuros me cortaron el aire cuando me hizo sentir como jamás nunca me había sentido, era una nueva sensación, tan placentera que me hizo gemir pegándome contra el espejo.




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