Confía en Mí

39°

Tome el vaso con agua sin soltar a Icy que la tenia en mis brazos.

Era lo único que me hacia sentir segura en aquel momento.

Emeric estaba a mi lado sin decir una palabra mirando hacia afuera por la ventana de la cocina.

—Este no es un lugar para esos animales —dijo la abuela Sucette entrando a la cocina— mírate ¿Te das cuenta de todo lo que provocaste por tu atrevimiento?

Debía hacer oídos sordos como siempre lo había hecho con esa señora pero no podía.

—Amargas la noche de mi esposo y solo por tu inmadurez…

—¡Basta! —exclamo Emeric.

La abuela Sucette hizo silencio abriendo sus ojos.

—Ya no molestes a Elise… —dijo el acercándose a la mujer.

—No seas tan irrespetuoso ya veras cuando venga tu padre —ella lo miro desafiante.

—A mi dime lo que quieras, pero a ella no —volvió a decir el.

Yo miraba atenta la escena hasta que mi teléfono empezó a sonar.

<< Mama >>

—¿Mama? —Sali de allí.

Elise… estoy exhausta por favor hija —ella hizo un silencio su voz se oia cansada— se que es difícil con los Fortier pero por favor.

—Pero mama… —dije queriendo llorar otra vez.

Elise solo haz lo que te digan ¿Esta bien cariño? Pronto regresaremos —no me dio tiempo si quiera a decirle lo que estaba sintiendo— Cuídate te quiero.

Y ya no se escuchó más nada, asi como también otra vez me sentía sola.

—Señorita Fontaine la habitación de huéspedes esta lista —dijo una de las sirvientas.

Asentí y seguí a la mujer, al mirar a mis pies Buggie me seguía. Entre al cuarto y los dos perritos se subieron a la cama.

No quería cambiarme ni siquiera arroparme. Solo quería cerrar mis ojos y volver al campamento, con ese Emeric que solo quería protegerme.

Sabia que el estaba sintiendo lo mismo que yo. Pero no iba a enfrentarse a ninguno de los Fortier.

Cada vez entendía menos a Emeric y eso me dolía más.

Mi teléfono volvió a sonar.

—¡Elise! —exclamo Marion del otro lado.

—Marion… —dije tratando de disimular lo mal que me sentía.

—¿Por qué no respondiste mis mensajes? ¿Quieres salir?

—No puedo —si quería irme de allí— estoy en la casa de los abuelos de Emeric.

—Perfecto Alban y yo pasaremos por ustedes —dijo ella sin siquiera esperar otra respuesta.

Sali de la habitación, el pasillo era tan oscuro y parecía más de una película de terror.

—Shh —dije mirando a los dos perritos que me seguían.

Mire hacia todos lados porque no quería encontrarme con la señora Fortier.

—¿A dónde vas? —pregunto una voz a mis espaldas.

No respondí y fui directo hacia la puerta, el se paro a mi lado mirándome con el ceño fruncido.

—¿Qué harás? —dije mirándolo con tristeza.

—Lo siento… —y su mirada que se notaba triste solo me hacia sentir culpable.

Era claro que el también era victima de todo esto.

—Marion vendrá por mi —dije finalmente bajando la cabeza.

El asintió y yo abri la puerta para salir de la casa. Sin decir otra palabra el salió conmigo.

A lo lejos un auto color gris apareció estacionándose.

Los dos nos subimos al auto con los perros.

—¿Por qué no me dijiste que estarías aquí? ¿La pregunta es por que estas aquí? —pregunto Marion que iba en el asiento del copiloto.

—¿Esta todo bien? —pregunto Alban que iba de conductor.

—Si solo asuntos de la empresa —respondí por los dos.

Emeric iba con la mirada perdida sumido en sus pensamientos. La noche paso tan rápido que ni siquiera supe en el momento que habían comprado cervezas.

Nos dirigimos hacia mi hogar ya que era el lugar disponible para beber sin problema.

—¿Cuándo debemos volver a la escuela? —dijo Alban que ya estaba ebrio.

—No lo se amorcito —respondió Marion— ¿Ustedes saben?

Los dos se habían bebido prácticamente todo mientras que Emeric y yo a penas habíamos tomado.

—Mañana es día de descanso y luego debemos ir —respondí con una sonrisa.

Me puse de pie levantando las botellas y los vasos.

—Los dos están muy ebrios —dijo Emeric entrando conmigo a la cocina.

—Llévalos a la habitación que esta arriba —dije sin mirarlo.

Con ayuda de Emeric ayudo a Alban a subir las escaleras y Marion que también caminaba tambaleándose.

Terminé de ordenar y me senté enfrente de mi piano.

Aun no tenia ganas de dormir habían sido tantas cosas en pocas horas que apenas podía procesarlo.

Solo sentía la mezcla de sentimientos que estaban ahí en mi pecho.

Tecla por tecla deje que la melodía reprodujera aquel sentimiento y esas emociones que estaban dentro de mi.

Beethoven era mi favorito y Claro de luna había sido la más hermosa composición que había escuchado y aprendido.

Cada nota que contaba una historia dramática y que solo me permitía imaginar esa trágica historia de amor.

Un alma adolorida y llena de incertidumbre, solo me trasmitía eso.

Agradecía a Julien por haberme enseñado en dejar llevarme sin importar que cometiera un error.

<< Duele cada palabra y acción… dolio >>

De repente la melodía de para Elisa vino a mi, recordando la vez que papa se la había aprendido exclusivamente para dedicármela.

Pero un detalle que la hacia mas personal era mi propia versión.

—Es la versión mas triste que he escuchado de Fur Elise —me detuve y cerré mis ojos al escuchar su voz.

Levante mi cabeza encontrándome a Emeric de pie también su rostro que mostraba cansancio.

—Me gustaría aprender alguna de Chopin —dijo para luego sentarse a mi lado.

Chopin era mi segundo favorito luego de Beethoven y él lo sabía.

Tome aire y lo mire, el tenia sus manos sobre las teclas.

—¿Por qué Emeric? —dije sin dejar de mirarlo— ¿Qué fue lo que hice mal?




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