Confía en Mí

6|| Visita

Solo podía pensar en una cosa y era en regresar a la casa de mi tío André con mis primos, no quería estar allí y mucho menos empezar el instituto.

La camioneta se detuvo en frente de la casa de mis abuelos fui la primera en bajar, mis ganas de llegar a mi cuarto y encerrarme allí todo el resto del día era mayor a cualquier conversación de mis abuelos.

—¿Abuela? —dije al encontrarme con una mujer de cabello platinado y ojos color verde.

—¡Mi preciosa uruby! —exclamo ella acercándose a mi con los brazos abiertos— ¡mi hermosa princesa!

—Mama pensé que llegarías la próxima semana —dijo mama acercándose a su madre.

Ambas se saludaron con un abrazo y dos besos en las mejillas.

—Apenas leí la última carta de mi querida nieta decidí venir lo antes posible —la abuela paso uno de sus brazos por mis hombros.

Papa también saludo sonriente a la abuela.

—Adeline lamentamos que no estuviésemos antes para recibirte —se disculpó papa.

—No te preocupes querido Ignace —respondió la abuela sin dejar de sonreír.

Los cuatro entramos a la sala de estar y nos sentamos sobre el sofá.

—¿Dónde estuviste este último año? ¡No podíamos contactarte! —dijo mama en modo de reproche.

—¡Ay, hija mía! Sabes que a mis viajes solo llevo mi cámara y a Will —la abuela estaba llena de energía.

No podía dejar de sonreír al ver a mi abuela allí, tanto que mis mejillas empezaban a doler. Era la primera vez en los últimos meses que me sentía con felicidad.

Mi abuela tomo mi brazo, nos pusimos de pie y nos dirigimos hacia el jardín que estaba repleto de flores de distintos tipos.

La abuela Adeline había sido siempre de las abuelas que podías hablar hasta lo más ridículo y ella siempre te escuchaba con atención.

No era tanto como la abuela Regine que había veces que no coincidíamos en muchas cosas.

De todas formas, quería a ambas por igual, pero con mi abuela Adeline sabía que podía confiarle mis más grandes secretos y ella siempre me aconsejaría.

Las dos tomamos asiento sobre un banquillo en frente del gran árbol.

Ese árbol…

—He leído cada una de tus cartas mi Elise, lamento tanto no haber venido antes por ti —dijo ella tomando mi mano entre las suyas.

Era ese momento donde podría soltar todo.

—No quiero casarme abuela —dije tratando de no romper en llanto— el me hizo daño…

A mi mente vino lo ocurrido horas atrás.

¿Cómo podía ser tan descarado?

¡El me había engañado! Había jugado conmigo sabiendo lo que yo sentía por el.

—Así son los primeros amores querida mía a veces son tan hermosos que se vuelven irreales y cuando nos damos cuenta que nada es en ese momento… —volví a mirarla— donde te das cuenta que esa persona es para ti o no.

—El me hizo creer que… —hice una pausa— me molesta tener que verlo…

Hacia tiempo que no hablaba con nadie sobre Emeric ya que mis primos solo querían hacerme sentir bien y para ellos su nombre era el innombrable.

—En mis viajes conocí a muchas personas y créeme siempre habrá alguien que coincidirá pero me pregunto ¿Qué tiene de divertido estar con alguien igual a ti? —la voz de la abuela se escuchaba relajada— cada ser es un mundo y se que ninguno de los dos hablo de corazon a corazon…

Trague saliva y mire a mis manos sobre mi regazo.

—No justifico las actitudes de Emeric porque se que el estuvo mal en varias situaciones al igual que tu —ella me volvió a tomar de la mano.

¿Cómo podía explicarle a la abuela que era algo dentro de mi pecho que a veces no me dejaba decir lo que sentía?

—Se que esta muy mal lo que hacen los Fontaine y Fortier pero de algo que yo creo es en el amor —el amor era una palabra que ya ni siquiera sabia cual era su verdadero significado— hay días en los que miro al cielo deseando que mi querido Bob este aquí…

Los ojos de la abuela se pusieron brillosos al igual que los míos. El recuerdo del abuelo era algo sensible y que tocaba ese hilo dentro de la abuela.

—Nunca dejes que las palabras queden allí —dijo señalando mi pecho— si buscas un consejo de mi parte te diría que observes más.

—Eso lo hablamos con papa y mama —dije mostrando una débil sonrisa.

La abuela me miro y su sonrisa parecía desvanecerse, pero no del todo.

—Eres inteligente Elise pero aprende a escuchar con esto —ella señalo su cabeza y luego su pecho— recuerda que nadie en este mundo hace algo sin recibir nada a cambio y más aun en el mundo de los adultos.

Trataba de entender a que se refería con eso la abuela pero solo me limite a escuchar.

—Recuerda que tu también puedes ser tan poderosa como todos ellos —el poder no era algo que me entusiasmara, pero la abuela estaba siendo cautelosa con lo que decía.

—Mis padres dicen que la familia…

—Elise, recuerda esta frase a veces las personas que mas amamos son las que mas daño nos hacen —fruncí el ceño al oír eso.

Mis padres no podrían hacerme daño yo confiaba en ellos y ellos en mi.

—¿Por qué dices eso? —dije tratando de no dejarme llevar por el enojo.

—No me refiero a que lo hagan intencionalmente Elise pero casi siempre hay un porqué de una acción —volví la mirada al árbol.

Trataba de mantener mi mente abierta porque sabia que la abuela la mayoría de las veces tenía razón.

¡Todos nos podemos equivocar!

—Eso aplica para todo Elise y me refiero a que estés preparada para ello —ella hizo una pausa— mírame…

Volví mi mirada hacia ella y la sonrisa brillante estaba ahí.

—Recuerda que esto es una carrera y tus padres, abuelo, Emeric y tu son los participantes —relaje mi ceño y el sentimiento de enojo poco a poco iba desapareciendo— tu tienes un mapa y conoces los desvíos seguros para llegar sana y salva a tu objetivo.

Ella se puso de pie y me extendió la mano para cruzar nuestros brazos.




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