Conjunción de ambos mundos

Capítulo 8. Alma errante

Clara tuvo otro sueño. Esta vez de una flor de pétalos multicolores. La misma parecía brillar con esplendor, pero luego fue rodeada por un aura negra que la consumió por completo. Y de la flor, salió una voz de advertencia:

  • ¡Cuidado con Belcú!

Israfil escuchó el sueño de Clara y se quedó reflexionando sobre el mismo. Al final, le dijo:

  • Creo que tu cuerpo está adquiriendo toda información que pueda extraer de las naves cercanas. Desde que llegaste a este mundo, te has convertido en una especie de antena, que capta las frecuencias de información. Y esos sueños que tienes, seguro son resultado de esa captación. Habría que buscar una forma de interpretarlos.
  • Cada vez tengo más dudas al respecto – dijo Clara – Pero no me rendiré. Ahora, más que nunca, deseo ayudarte, Israfil. "Y así, ver cómo lograr localizar a Solestelar"
  • Solo no te extralimites. Por cierto, antes de "localizarte", aprendí que los corpóreos ingieren a otros seres vivos, para subsistir. Le dicen "comida". En esta caja tengo de eso – le mostró una caja blanca sencilla, donde Clara vio unos envoltorios con un olor agradable – Hice lo que pude para recrear tu "comida". Espero haberlo hecho bien.
  • Para mí está bien – dijo Clara, tomando un envoltorio de la caja y descubriendo un sándwich de milanesa – no deberías tomarte tantas molestias por mí. Me hace sentir incómoda.
  • No es molestia. Fui yo quien te arrastró a esto. Por eso haré todo lo posible para que te sientas como en casa.

Clara probó un bocado. En verdad era delicioso. Y se percató del hambre que tenía.

Y mientras la joven comía, Israfil salió de la nave y miró las estrellas. Parecía que los problemas aumentaban cada vez más. No solo debía lidiar contra los energéticos y contra Adusias, sino que también debía lidiar contra Belcú. Pero, ¿Cómo podía enfrentarse a algo que ni él mismo sabía que existía? ¿A algo que no tenía forma ni color? No podía. Y solo le quedaba resignarse y aceptar su destino: el final de los días de esplendor de los energéticos acababa de empezar.

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Adusias no recordaba cuánto tiempo pasó desde que se había perdido por el espacio y había caído en manos de Belcú. Tampoco recordaba cómo fue que se liberó y logró escapar. Y lo que más le angustiaba era que había perdido el rastro de Shael.

Localizó el mundo material donde la había encontrado y llegó hasta el lugar donde casi logró su objetivo, si no fuese por el entrometido de Israfil que, por poco, no lo mandó a otra vida.

Mientras reflexionaba sobre la extraña situación que había vivido y ese largo lapsus que transcurrió entre ese acontecimiento hasta el presente, una esfera de color negro apareció frente a él y, de ahí, salió la reconocida voz de Belcú.

  • Pierdes tu tiempo aquí.
  • ¿Qué no puedes dejarme en paz? – le gritó Adusias, irritado.

Enseguida se percató de que un grupo de personas lo miraron con extrañeza, para alejarse de ahí, cuchicheando entre sí.

  • Los materiales no pueden verme – le dijo Belcú, quien hablaba desde la esfera – soy un ser proveniente de mundos compuestos por materia oscura. Y ésta es la única forma que puedo trasladarme a mundos de energía cósmica y material. Es frustrante, porque me gustaría usar mis pies.
  • ¡No te quejes! – le dijo Adusias, con desprecio – Eres un hijo de la oscuridad. Tienes más del 95% del universo a tu disposición y, gracias a la energía oscura, no "mueres".
  • Se te olvidó decir que también podemos generar nuevas vidas y mantenerlos estables hasta que "nazcan" de nuevo.

Esto último sorprendió a Adusias. ¿De verdad un ser vivo, nativo de mundos oscuros, era capaz de semejante tarea? Ni aún los energéticos tenían la más remota idea de qué pasaban con sus almas cuando "desaparecían", es decir, no sabían el trayecto que seguían entre uno y otro mundo. Solo sabían que "en la otra vida" nacían y vivían como un ser vivo material. Y nada más. Y ahora Belcú, como si nada, le revelaba el secreto del origen de las vidas, es decir, de las almas, que estaban destinadas a nacer una y otra vez en diferentes mundos "por toda la eternidad". Y ante esa casual revelación, Adusias se percató de que Belcú era la clave para hallar, no solo a Shael, sino también a Solestelar. Pero debía ser precavido, Belcú ya había vivido demasiado y, lo peor, lo recordaba TODO, por lo tanto, nada le sorprendía. Era como si supiera de antemano lo que pasaría luego de cada acción, de cada proceder. Como si manejara hasta el mismo tiempo.

Empezó a caminar por las calles, sin rumbo fijo. Se topó con diversos conocidos que habían reencarnado, incluso con antiguos seres energéticos que "desaparecieron" para renacer como materiales. Pero no halló a Shael. Desapareció. Como si nunca hubiese existido en ese mundo.

  • ¿Cómo fue que escapé? – murmuró Adusias.
  • Te dejé ir – le respondió Belcú.
  • ¿Y por qué me sigues?
  • Estoy aburrido. Quizás posea el 95% del universo a mi entera disposición, pero no es nada comparado con lo que me puede ofrecer el otro 5%, el cual se me ha negado el acceso desde que reencarné como un ser de la oscuridad. Cuando te encontré, volví a sentir todo aquello que ustedes, los seres vivientes de las estrellas, planetas y satélites, experimentan día a día: amor, odio, tristeza, alegría... la pasión y la lujuria, el poder y la gloria, la caridad y el afecto... en cada mundo que me tocó nacer, sea material o energético, logré presenciar diferentes atardeceres y amaneceres. Mis favoritos eran de los mundos que se situaban en sistemas solares de hasta cuatro soles. ¡Eran atardeceres inolvidables! Sin embargo, no me quejo. He visto, oído y sentido todo. Fui hombre y mujer; animal, humano... hasta fui microorganismo. ¡Todo! Oh, disculpa, creo que me extendí y te aburrí.
  • Me sorprendes, Belcú. Primero te me presentas como toda una golfa sádica, para luego manifestarte como toda una esfera inofensiva, con fantasías infantiles. Te imaginaba... No sé... un sabio.




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