Luz miró a Adusias con miedo. En sus ojos vio que era malvado, alguien capaz de cualquier cosa con tal de lograr sus más oscuros deseos. Y la única razón por la que podía verlo era gracias a la esfera, el cual brillaba como un farol.
Adusias se percató del extraño objeto que portaba la joven en su cuello. Lo reconoció: era un artefacto proveniente de un mundo energético. Era raro que un ser corpóreo lo poseyera, al menos que hubiese tenido algún contacto con algún ser de energía negativa... o por otra razón.
Aun así, quería sacarle la esfera.
Estiró su brazo en dirección a ella, cuando Luz lo protegió con sus manos y retrocedió, diciéndole:
Belcú soltó una risa. Tanto Adusias como Luz lo miraron. Luz no se había percatado de Belcú. En esos momentos estaba a unos metros de distancia, tanto que no lograba alcanzar a ver su aspecto. Aun así, sí pudo vislumbrar sus ojos rojos, que titilaban por el reflejo de la luz de la esfera.
Luz gritó y, con su grito, hizo que la esfera brillara tanto que encegueció a Adusias, quien la soltó de la sorpresa.
La joven, al verse libre, empezó a correr sin rumbo fijo por ese mundo de oscuridad. Su esfera dejó de brillar, pero aún podía verla. Era como tener una pequeña pelota de neón.
Había perdido la noción del tiempo. Quizás se la pasó recorriendo por horas, o por un día entero. No había sol, luna ni estrella alguna que la guiara. Todo era oscuridad.
De vez en cuando sentía que chocaba contra algunas rocas y tropezaba. Por lo tanto, empezó a caminar. Guardó su esfera en uno de sus bolsillos del pantalón. No quería ser descubierta y capturada por esos extraños. Aun así, y ante toda esa confusión, solo tenía en claro una cosa: Clara estaba en peligro.
Sin embargo, no sabía cómo advertírselo.
En un momento dado, tropezó y cayó por una bajada. Por suerte el valle no era profundo y no sufrió ninguna fractura por la caída, solo obtuvo algunos rasguños en los brazos y piernas. Incluso, sintió que aterrizó en una superficie blanda. Lo palpó, era pasto. O algo similar.
Antes de preguntarse cómo podía crecer un pastizal ahí, vio que, a lo lejos, unas pequeñas lucecitas flotaban por los alrededores. Al inicio creyó que eran bichos de luz, pero estaban muy quietas. Y sus tonalidades de colores varían del azul al violeta.
Se acercó a las luces. Vio que su esfera volvía a brillar. La sacó y vio que, tanto la esfera como las luces, emitían un brillo similar y eran del mismo tamaño. Por curiosidad, quiso palpar una, pero estuvo a punto de hacerlo, cuando escuchó la voz de Belcú a lo lejos, que decía:
Luz se dio la vuelta y casi soltó la esfera de la impresión. Belcú tenía una voz masculina, pero su aspecto era de una mujer de cabellos negros y piel violeta, sin ninguna ropa que cubriera su cuerpo. Y gracias a las luces, podía ver cómo era realmente ese extraño ser que provenía de la oscuridad.
Luz observó a su alrededor. Las luces revelaban algunas de las maravillas del mundo oscuro: el verdor del pasto, la textura de las rocas negras. Y hasta podía jurar que veía árboles a lo lejos. Incluso, cuando acercaba su esfera a una de las luces, ésta cambiaba de intensidad de su brillo y comenzaba a titilar, como titilan las estrellas vistas desde la Tierra. Al final, mostró esa sonrisa que se le borró de la cara desde que se sumió a la soledad y murmuró:
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Editado: 19.11.2022