Conmigo

XII


El sol había salido, anunciado un nuevo día.

El día de mi posible libertad.

No había podido dormir casi nada, pensaba y pensaba, no dejaba de hacerlo. En mi mente se repetía todo lo que él me había dicho, tenía la oportunidad de poder huir tan cerca y costara lo que costara no la dejaría escapar.

Alexis podría venir en cualquier momento, así que me prepare mentalmente para lo que haría, no quería que ella saliera perjudicara sin embargo sabía que ella no me ayudaría a escapar, por eso esperaba no arrepentirme por lo que le haría.

Ya me encontraba cambiada como si él fuera a visitarme, tenía puesto un vestido largo sencillo, era de los pocos vestidos que me gustaban de aquí, todo me daba asco.

Esperaba que todo saliera bien  y que él no se diera cuenta, tenía que admitir que el miedo se formaba dentro de mí  y mientras pasaban las horas este incrementaba. Ahora que sabía lo que él era capaz, me ponía los pelos de punta.

Mis manos sudaban y me la pasaba caminando por toda la habitación, repasaba lo que haría una y otra vez. Alexis no tardaría en aparecer, así que tenía que relajarme y actuar como si nada pasara, pero no podía hacerlo, no me veía capaz de hacerlo.

La puerta se abrió antes de lo previsto. Me quedé estática y mire hacia la puerta viendo como Alexis entraba con muchas bandejas, se iba a encerrar conmigo.

Él hablaba en serio.

Sentía que Alexis era como un policía que estuviera cuidando de que un asesino no escapara. Vi como cerraba con llave y escondía la llave en uno de sus bolsillos, que tonta.

Le sonreí fingiendo estar emocionada con su visita, ella me devolvió la sonrisa. Dejó todas las bandejas y se quitó la chaqueta en donde tenía escondida la llave y la puso como alfombra para todas las bandejas, complicando mi trabajo. Quise gritar cuando hizo eso, para que no escuchara cuando moviera las cosas tenía que estar inconsciente o algo así para que  no me detuviera.

-Tu vestido es muy bonito- dijo ella risueña como si una madre estuviera viendo a su hija, era raro que hablara así, aunque nunca le había preguntado  pero era claro que tal vez tuviéramos la misma edad o al menos éramos contemporáneas.

- Gracias.- le dije educadamente, me senté en la cama esperando que ella hablara, mi vista iba de ella a la chaqueta.  Revolví mis manos como gesto de nerviosismo, trataba de calmarme, pero la ansiedad de escapar me estaba consumiendo, cada vez mas fuerte.

-¡Por fin un día de chicas!-exclamó mientras por fin se acercaba y se sentaba junto a mí.- ¿Qué quieres hacer?

Me encogí de hombros ante la pregunta, si era sincera no quería hacer absolutamente nada; si hiciera algo sería leer para poder matar el tiempo hasta que la hora llegase, pero con ella aquí sabía que lo menos que haría sería leer.

-Bueno, ya que como no sabes, yo decidiré.- dijo segura mientras se volvía  a pararse de la cama y se ponía frente con sus manos en sus caderas.- ¿Qué te parece si nos hacemos preguntas?, algo así como el juego de las veinte preguntas.

-Está bien.- le dije. Sabía que ese juego podía durar hasta dos horas; apenas eran las diez de la mañana y sabía que el socio de él llegaría como a las cuatro, la hora en que siempre viene a visitarme.

-¿En dónde creciste?- dijo emocionada como si el haber aceptado el juego, sería uno de sus objetivos más deseados, su emoción llegaba a ser molesta. En cierto punto envidiaba que fuera tan feliz, que fuera tan ajena a lo que sucedía en realidad en esta casa, aunque ella sabía lo que sucedía siempre estaba con una energía que me daban ganas de vomitar.

-En un pueblo a una hora de la ciudad, está  lleno de árboles, es hermoso.- dije sentimental, extrañaba mi hogar, aunque desde la muerte de mi papá la palabra hogar ya no encajaba en mi vida.

-El señor me dijo lo mismo, él siempre dijo que tu belleza  hacia una combinación perfecta con el bosque, como si fueras un hada.- sus ojos brillaban al hablar, no sabía cómo podía hablar de él con tanta fascinación, yo hablaba de él con odio y resentimiento.- sin embargo también decía que las veces que estabas en el bosque era porque estabas triste. Tienes suerte de estar aquí con él.

Me pare de la cama rápidamente al escuchar lo que dijo. La furia recorrió mi cuerpo, ¿Cómo era capaz de decir eso?

-¿Tengo suerte de estar aquí?

Ella no se inmuto ante mi ataque de rabia repentino. La mire incrédula, esto no podía llamarse suerte, estar aquí se sentía como si fuera una maldición


-Si la tienes. Dijo muy segura, más que nunca.-Él sabe que tu mamá no te trataba bien, él sabía que sufrías por eso, y no eres capaz de aceptarlo. No sé cómo no puedes hacerlo cuando te lo ha dado todo.

Esto era el colmo.

-¿Te estas escuchando?, ¿Por qué lo veneras tanto?, ¡estoy secuestrada!

Mi respiración se empezó a agitar, ella seguía tranquila, me estaba colmando la paciencia. Creo que la golpearía antes de lo planeado.

-Él te salvo, Aisa.- dijo sería, como nunca la había visto, eso me desconcertó.

-En fin esto nunca ocurrió.- una sonrisa apareció en su rostro antes de volver hablar.- ¿Quieres que te pinte las uñas?

¿Todos aquí están locos?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Eran las tres de la tarde.

No faltaba nada para atacar.

Alexis había vuelto hacer la misma, como si nuestra mini pelea nunca hubiera existido. Me había pintado las uñas, y me ayudó a ordenar el closet. Agradecía que estas actividades no hubieran requerido tanto habla, solo lo justo y necesario. En el closet duramos más tiempo del que creí. 

Apenas terminábamos de almorzar. Mi pie golpeaba el piso de manera impaciente, toda esta situación de esperar al momento correcto me estaba sacando de quicio.

Empecé a leer  ignorando la presencia de ella mientras seguía ordenando el closet. Trataba de concretarme en mi  lectura, pero no podía, mis pensamientos se juntaban con las palabras que leía haciendo  que leer se convierta en una acción difícil.




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