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Capítulo 9. Romántico

“A este paso”, pensó, “nunca podremos salir a realizar la búsqueda”. Lara estaba inclinada sobre la taza del baño devolviendo lo que acababa de ingerir.

Incluir a Rui en el equipo había sido una estupenda idea, a pesar de las reservas de Micah, quien alegaba que los únicos en los que posiblemente se pudiera confiar era en los familiares de las víctimas. Entonces, llegó la madre de Chrisrian Weisse a reportarla como desaparecida.

Y como Lara conocía a Rui de casi toda la vida, en realidad desde que se integró en el Gremio y de que él era mi mejor amigo, aparte de Vanesa; le explicó a Micah porque debían y podían confiar en Rui.

Pero la sorpresa de que Rui participara con ellos no duraría mucho, porque él había sido el discípulo estrella de Matías, y por eso estaba en la mira de casi todos en el Gremio; como ella por su habilidad de pasar desapercibida.

Micah la miró desde la puerta del baño mientras se enjuagaba la boca, antes de lavarse los dientes para hacer desaparecer el persistente sabor amargo.

—Si sigo así, no lograremos nada. –comentó, mirándolo a través del espejo.

—Toma unas pastillas. –dijo Micah con una sonrisa.

—¿Realmente crees que funcionen? –preguntó todavía dudosa, se agarró del lavamanos para sostenerse porque sintió que se movió el piso.

—Sí, no sé por qué no. –respondió él, encogiéndose de hombros, como si fuera obvio.

—Es que no estoy embarazada de verdad. –respondió–. Así que las pastillas médicas no funcionarán con algo que es consecuencia de lo mágico.

—La consecuencia es algo físico, a pesar de lo mágico.

—¿Y si mejor le pregunto a la Reina de las Brujas? –cuestionó.

—¿Y si pruebas las pastillas? –preguntó él–. Aeron te dirá lo mismo que yo. –comentó Micah, encogiéndose de hombros–. Quizá hasta se burle de ti.

—No me importa. –respondió–. Quiero preguntarle más cosas.

—¿Sobre los hechizos? –indagó él.

—Quiero saber por qué no se han desvanecido. –comentó, saliendo del baño.

 

El camino hacia la Casa de las Brujas fue largo, silencioso e incómodo. Lara se sentía cada vez más mareada y con ganas de vomitar. Micah manejó el carro, mientras ella luchaba por contenerse o decidirse a decirle que detuviera el carro para que vomitara y por fin sentirse a gusto.

La Casa de las Brujas era un lugar como su mismo nombre lo indicaba: una casa. Por fuera parecía normal, pero era un punto intermedio para todas las brujas del mundo, no importaba la raza, la edad, también los magos tenían asilo en esa casa; se sabe que es el único lugar realmente neutral, tanto entre brujas como en demás criaturas sobrenaturales.

—Bienvenidos. –dijo la Reina, abriendo la puerta de la casa, nada más se habían bajado del carro.

Lara hizo una reverencia, como forma de saludo, era la primera vez que la veía.

—Reina. –saludó Micah.

—Tú debes ser Lara Abreu, ¿no? –preguntó la mujer con una gran sonrisa–. Por fin tengo el gusto de conocerte en persona.

—Sí, señora. –asintió Lara.

—Hola, Micah. –saludó luego al hombre lobo, con una enorme sonrisa y le revolvió el cabello.

—Pasen a sentarse, por favor. –dijo la Reina, mientras apuntaba unas sillas y bancas que estaban bajo la sombra de un árbol–. Mandaré traer un té helado, pero si gustan algo más, no hay problema.

—Té helado está bien. –dijo Micah.

—Para mí también. –respondió Lara, moviendo la cabeza de forma positiva.

No pasó mucho tiempo en que llegara una chica con una charola en la que llevaba los vasos y una jarra de té.

—Angel, saluda. –dijo la Reina de las brujas.

—Hola, soy Angel Arce. –dijo la chiquilla con una sonrisa tímida.

Lara sonrió, Angel Arce no parecía mucho mayor que Nicole Silva.

—Soy Lara Abreu. –extendió mi mano para apretar la de la niña.

Cuando Angel la soltó, volteó a ver Aeron, con ojos grandes.

—Ella es rara, madre. –susurró Angel.

—No seas grosera, Angel, deberás disculparte con las visitas. –regañó Aeron con ternura.

—Lo siento. –dijo Angel, volteando a ver a Lara, pero parecía no entender del todo dónde había estado la ofensa que según su madre había perpetrado.

—Vete, hija. –ordenó con suavidad Aeron y la niña se despidió con una reverencia–. Discúlpala, Lara. –suplicó con ternura Aeron–. Ha pasado por mucho y eso la ha insensibilizado, ha sido la única manera que ha encontrado para comprender y convivir en este mundo.

Lara se sintió incómoda, sin saber qué decir, porque parecía que Aeron esperaba que dijera algo que indicara que ella realmente comprendía lo que le pasaba a la niña.

—Lara, ella, Angel es la Heredera de Aeron. –comentó Micah con delicadeza como si fuera información que debiera saber–. Su propia madre quiere matarla.




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