Connected

Capítulo 10. Arco y Flecha

La visita a la Reina de las Brujas había dejado a Lara muy confundida, ella no le había dicho nada pero el Instinto en su interior le decía que así era. No conocía mucho de la historia de Lara, y por la poca prudencia que tenía, no iba a preguntar por su nacimiento. Lo poco que había captado de la conversación que tuvo con Elijah le dejó la idea de que él la había abandonado poco después de nacer.

De lo poco que sabía sobre la historia de los Cazadores, era que ellos desterraban a aquellos mestizos que no daban signos de que Despertarían algún día, lo que en el futuro significaría la segura muerte no sólo del mestizo en cuestión sino de todos los que lo acompañaran. El abandono a un cachorro no era una práctica muy bien vista, al menos no en la Manada, y tampoco creía que en la Comunidad de las Brujas.

Lara estaba enojada y confundida y por eso no le importó que le gritara antes de salir, él también salió Corrió directo a las tierras de la Manada. Y, cuando vio a César y a Jared, los pasó de largo, no sin antes decirles con una mirada que los vería más tarde.

 —Micah… –saludó su madre mucho antes de que la encontrara.

—Madre. –respondió el saludo, con seriedad.

—¿Algún problema? –preguntó, cuando por fin estuvo delante de él.

—¿Tú eras de esas brujas que clasificaba a los mestizos de los Cazadores?

Se hizo un silencio, en el que se sintió incómodo y su madre también, y la respuesta a su pregunta fue obvia.

—A veces el dinero era necesario, Micah. –dijo su madre, seriamente, mirándolo a los ojos–. Lo que hacen los Cazadores con los mestizos que no van a despertar es una práctica cultural normal para ellos; como que las Brujas mantienen a sus hijas o hijos en la Comunidad por cuestiones de linaje. –respiró hondo–. Ambos motivos son egoístas, hijo. –concluyó con desaire.

—Ella fue desterrada. –explicó, dejándose caer sobre la primera silla que encontró.

—Micah. –dijo la madre con tristeza, y acarició su mejilla.

—Ha pasado por tanto.

—No hubiera pasado por tanto si ella no hubiera sabido sus verdaderos orígenes. ¿Cómo lo supo? –preguntó después de reflexionar un rato.

Ése no era un tema que pudiera discutir libremente con cualquiera, sin embargo era su madre, también una bruja y se imaginó que debía tener sus sospechas, pero no era su historia para contársela con total libertad.

—Es parte de la historia de Lara. –dijo entonces, cruzándose de brazos–. Yo la sé por una mezcla entre mis poderes y por accidente. Ella no me la ha contado; y en caso de que lo hiciera, que lo dudo, no creo que me dé permiso para andar diciéndolo.

—No te preocupes, hijo. –dijo su madre, con una dulce sonrisa–. ¿Quieres algo de tomar?

—No es necesario. –respondió –. Quizá más tarde, solamente vine a saludarte antes de reunirme con Gaspar y luego ponga al par de holgazanes a hacer algo productivo.

—Será luego entonces.

 

Salió de su casa y fue directo con Gaspar, él estaba ya en su casa, había terminado todas las responsabilidades del día, casi todas, todavía tenía que hablar con él para ponerlo al tanto de la situación y los avances.

Micah golpeó la puerta un par de veces, antes de que nadie le hablara o le abriera la puerta, le llegó el aroma de uno de los inquilinos. Micah ya sonreía cuando la puerta fue abierta.

 —Ena. –saludó, con una cálida sonrisa, como la que la misma muchacha tenía al recibirlo.

Miró a Ena de pies a cabeza, no había crecido ni un centímetro más desde la última vez que la vio, su apariencia tampoco había cambiado nada: su cabello castaño claro, tal vez un poco más largo, se enrulaba como siempre hacia las puntas; sus ojos miel, se veían tan empañados como siempre pero tiernos. Acarició su mejilla.

—Eres tú, Micah. –saludó Faith, que como su madre, cuando la visitó, supo que él estaba ahí antes de siquiera verlo.

Tan pronto como se hizo el silencio, apareció Faith para recibirlo. Así como él había mirado a Ena, Faith lo miró a él.

—Hola, Faith, ¿cómo has estado? –preguntó Micah, sonriendo, mientras la mujer lo saludaba con un beso en la mejilla y lo invitaba a pasar.

Faith respondió con un gesto, y en lo que se dejaba caer al sillón, Gaspar llegó a la sala. Frunció un poco el ceño.

—¿Has dado con algún rastro de las mujeres desaparecidas? –preguntó Gaspar, directo al grano, y como saludo.

—Primero se saluda. –regañó Faith.

Micah sonrió por la cara que puso Gaspar, ante el regaño de su mujer, entonces, Gaspar, tan gigante como era, se encogió avergonzado, por lo que Micah tuvo que contener las lágrimas de la risa y las carcajadas. El ceño fruncido de Gaspar se pronunció más, y solamente asintió como si saludara al otro, quien se puso serio y se enderezó en su lugar.

—Apenas. –respondió sincero.

—Espero no estés jugando bajo las sábanas de la Cazadora. –renegó Gaspar.

—Gaspar. –lo regañó su mujer.

Razón por la que Micah volvió a contener las carcajadas; pero luego se puso serio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.