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Capítulo 13. Enfrentamiento

Al último lugar al que habían llegado después Arco y Flecha y de haber encontrado a Christian, estaba tan vacío como el primero al que habían podido encontrar, se encontraba lejos del último punto, pero aún estaba dentro de los límites de los territorios que protegían los cazadores.

—¿Cuánto más habrá que esperarlos? –preguntó Rui.

—Son hombres lobo jóvenes y aunque pueden correr a cuatro patas… les tomará algo de tiempo. Estamos lejos del territorio de mi manada.

—¿Y por qué no son como tú que viniste en carro? –preguntó Rui.

—Tienen dieciocho años. –respondió Micah con un encogimiento de hombros–. Y tienen control total sobre su bestia. Es la euforia de la juventud.

—Ni que estuvieras tan viejo. –se burló Lara, empujándolo un poco por el hombro.

—No, pero sé lo que están sintiendo en este momento. El poder, el control, la comunicación… es todo el conjunto.

—¿Ahora qué pasará con los que sean dominados por su bestia? –preguntó Christian con voz baja.

—Bueno, antes solíamos darles caza. –comentó Lara, encogiéndose de hombros.

—La desventaja de eso, es que cuando los cazadores iban tras ellos, ya volvían imposible regresarlos. –explicó Micah–. Por imposible que parezca, algunos regresan.

—Lo siento, ¿bien? –rezongó Lara, cruzándose de brazos.

—No pasa nada. –dijo Micah, con una sonrisa y se dirigió hacia Lara para abrazarla por la espalda–. Ya el pasado se queda atrás.

—¡Ya! Busquemos un lugar dónde descansar, mientras llegan los niños. –dijo Rui–. Porque luego no tendremos tiempo.

Los cuatro se subieron al carro y fueron al hostal más cercano, para descansar y esperar a que llegaran los amigos que Micah había llamado.

 

Micah se tiró en la cama, y tan pronto como lo hizo se sacó las botas, con los mismos pies; al poco rato, cuando Lara cerró la puerta, ella lo acompañó.

—¿Para qué llamaste a César y Jared? –preguntó Lara en voz baja.

—¿Has oído el dicho “dos cabezas piensan mejor que una”? –preguntó, mirándola a los ojos–. Ya sé, ya sé, todos piensan que nosotros los hombres lobo somos unos brutos, lo que no es cierto porque somos bastantes listos; el caso, Lara, es que yo soy el único rastreador en mi tipo, pero no puedo solo, es decir, mientras yo doy con el rastro del hechizo, Jared y César pueden seguir el rastro de las personas.

—¿Con que tres narices son mejor que una?

—Sí, eso es lo que quería decir. –explicó triunfantemente.

—Siento que cada vez estamos más cerca, nunca antes el Hechizo de Conexión había sido tan tirante. –dijo ella, sujetándose la muñeca, donde estaba el tatuaje invisible del hechizo.

—Sí, de hecho, y aunque en esta ocasión tampoco los alcanzamos, huyeron desesperados, dejando un montón de rastros.

—Los que te gustaría que César y Jared siguieran.

—Exacto. –sonrió él. Mientras Lara se le quedó viendo–. ¿Qué?

Entonces Lara lo besó.

—Tal vez muramos pronto. –susurró Lara.

—¿Y eso qué? –cuestionó

Tampoco respondió con palabras en esta ocasión, volvió a besarlo y empezó a acariciar su rostro.

 

Rui salió del baño mientras se secaba el cabello, justo desde la puerta vio que Christian estaba sentada en la orilla de la cama, y no pudo evitar una que una enorme sonrisa se hiciera en su boca, pero se dio cuenta de que ella parecía intranquila.

—¿Todo bien? –preguntó, acercándose a ella.

—Sí–sí, to–odo bien. –respondió después de dar un respingo–. ¿P–por q–que la–la pregunta?

—Estás tartamudeando. –comentó, y decidió no acercarse para no incomodarla más–. ¿Te incomoda estar a solas conmigo?

—N–no–no… –y negó con la cabeza al mismo tiempo.

—No tiene que pasar nada, Chris. –explicó Rui–. No tengo ninguna prisa, como la que parecían tener Micah y Lara.

—P–parece q–que ellos se–se llevan b–bien.

—Bueno, Micah ha sabido manejar el carácter de Lara, y los sentimientos que ella ha tenido por los lobos…

—Di–dicen que el–el D–destino n–no se equivo–oca.

—No, no se equivoca. –contestó, sentándose al lado de ella en la cama y empujándola un poco con el hombro; luego se recargó sobre sus propios brazos y miró el techo–. Por eso yo te encontré y tú me elegiste como tu mentor; mientras más lo pienso, más sentido tiene. –bajó la mirada, y luego extendió su mano hasta ponerla sobre la de ella.

Christian sonrió y asintió. Se hizo un largo y cómodo silencio; los dos se recostaron en la cama, uno al lado del otro, sin siquiera tocarse, más que con las manos que tenían entrelazadas.

—¿Crees que encontraremos a la hermana de Lara? –pegunto Christian, con voz suave, ya sin tartamudear por lo tranquila que se sentía.

—Estamos muy cerca. –comentó Rui–. El hecho de que sus escondites se encuentren en zonas bajo nuestra protección, me hace creer que se trata de un Cazador de nuestro Gremio, porque sabe dónde esconderse para que no lo encontremos, es decir, el terreno le es conocido.




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