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Capítulo 14. Tiempo de Sanar

Lara se despertó, todavía en su mente tenía la visión de Matías cayendo de rodillas; y ahora sentía los brazos vacíos, la niña ya no estaba en su regazo y ahora despertaba y todo parecía diferente. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba la niña? ¿Vanesa? Se movió bruscamente, y sintió un dolor agudo en la boca del estómago.

—Calma, aquí estamos. –escuchó la voz de Vanesa–. La niña y yo. –comentó.

—¿Cómo? –preguntó, volteando hacia ella, percibiendo su silueta con la ayuda de una pequeña lamparita encendida por estar pegada al tomacorriente.

—Fuiste de mucha ayuda. –respondió–. La distracción que provocaste, ayudó en la captura de Matías, además de que lo dejaste herido. Por un momento creí que sí te ibas a ir con él… pero, en realidad facilitaste mucho las cosas.

Lara terminó de sentarse, un poco encogida por el dolor y la molestia que le causaba la herida que Matías le hizo; los pies le colgaban, y con dificultad se levantó y caminó hasta la cama de su hermana.

—¿Cómo están? –preguntó, sentándose en la orilla, mientras Vanesa le abría campo.

—Bien, las dos estamos bien –respondió Vanesa con una enorme sonrisa–. Te presento a Olivia. –dijo volteándose, con todo y la niña para presentársela a Lara.

Se hizo un silencio incómodo, mientras Lara veía a la pequeña.

—Por fin… por fin, entiendo a Elijah. –comentó Lara con tono sombrío.

Vanesa parpadeó un par de veces, pasándose un nudo, comprendiendo las palabras de Lara que ya lloraba.

—¿Qué quieres decir? –preguntó Vanesa, finalmente, haciendo como que no había entendido.

—No puedo. –dijo finalmente, entre gimoteos–. No después de saber por lo que pasaste. –explicó.

—¿Por lo que pasé? –preguntó Vanesa, todavía fingiendo.

—Sé para qué te secuestraron. –lloriqueó Lara, mientras se limpiaba las lágrimas.

Vanesa se pegó a Lara, y junto a ella, lloró; poco después las dos recuperaron la calma, y hubo un periodo de casi cómodo silencio, porque dentro de cada una bullían preguntas y explicaciones.

Al poco rato, se abrió la puerta, y en el umbral se encontraba Elijah, las miró a las dos recostadas en la misma cama, y a Vanesa con la niña en brazos.

—No creía que estuvieran despiertas. –murmuró, luego se sonrojó y volteó el rostro–. Fui a conseguir esto para ti. –comentó extendiendo una pequeña manta para Lara.

—Gracias. –respondió Lara.

Elijah miró con seriedad a Vanesa.

—Me destierras a mí también. –murmuró Vanesa entre dientes.

Lara pasó la mirada de Vanesa a Elijah, parpadeando, sorprendida por el repentino cambio en el ambiente, y sólo se trataba de un par de miradas.

—No lo haré, a ninguna de las dos. Es una práctica que ya no se llevará a cabo, al menos, no en mi Gremio. Me he equivocado demasiado. –concluyó mientras miraba a Lara–. Deberían descansar bien las dos.

Elijah movió todos los aparatos que había entre las dos camas, y luego arrastró la cama de Lara hasta pegarla a la de Vanesa; Lara miró a Elijah, sintiéndose rara por la forma en que él la veía y trataba ahora, entonces el Jefe de los Cazadores se fue.

—Ella no tiene la culpa. –explicó Vanesa, agarrando la mano de Lara–. Tú dices que comprendes a mi padre pero yo comprendo a nuestra madre. –dijo–. Hizo todo lo que pudo para que tú y yo estuviéramos juntas.

—¿Qué vas a hacer?

—Quedarme con ella. Es mía, Lara.

—Pero… ella es…

—No, Lara, estás malentendiendo todo. –interrumpió Vanesa con desespero.

—¡Es sangre de uno de los bastardos que te secuestro y dañó! –exclamó Lara.

Vanesa estuvo a punto de darle una cachetada a Lara, pero se detuvo antes de siquiera tocarla.

—Oliver no era uno de ellos. –dijo entre lágrimas, tapándose el rostro–. Oliver no era uno de ellos.

—¿Quién es Oliver? –preguntó con el ceño fruncido.

—Estuvo conmigo; también había sido secuestrado. –respondió.

Lara meditó las palabras, observó a Vanesa y se concentró en el sello del hechizo de conexión que compartían, y supo que su hermana decía la verdad.

—¿Qué pasó con él?

—Tan pronto como resulté embarazada, se lo llevaron. –respondió Vanesa con desaire–. Pero sé dónde buscarlo.

—¿Lo harás?

—Sí, Olivia es su hija.

—Cuenta conmigo. –se ofreció Lara.

—Igual te lo hubiera pedido.

 

Días más tarde, después de que los sanadores las hubieran dado de alta, Lara se dio cuenta de que no podía dormir por muy cansada que estuviera o que se dormía donde quiera en las posiciones más incómodas posibles; por más hambre que tuviera o por mucho que lo intentara, tampoco podía comer. Lara bostezó.

—Si estás cansada, ve a dormir yo puedo bañar sola a Olivia. –preguntó Vanesa.

—No, por el simple hecho de que sé que no podré dormir, aunque me recueste cómodamente.




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