Primer consejo: Ganará quién sabe cuándo luchar y cuándo no luchar
Las luces bajaron y la multitud contuvo el aliento. Durante el segundo de silencio que siguió a los aplausos, se podía oír un alfiler caer.
En la pantalla a su espalda se mostró un primer plano de su rostro. El público esperaba una reacción.
El jurado no tardó en dar sus primeras impresiones:
—Creo que hiciste conexión con todos nosotros.
—Eres el paquete completo, quiero seguir escuchándote cantar. Y me encantó la combinación de tu ropa.
Sally bizqueó con la mirada. El lugar era más pequeño de lo que se apreciaba en la televisión. ¡Muchísimo más! Pero el contraste de luces le impedía saber con claridad lo que estaba pasando más allá de su piel de gallina.
Primero vio un brazo por aquí y luego una zapatilla por allá, a través de las luces que la encandilaban.
Fijó la vista en la posición que ocupaba el jurado, los que estaban de pie, se sentaron. Sally pudo distinguir entre ellos a VIXY, la cantante de trap cuyo Ammy latino del año anterior le había puesto en boca de todos. También logró ver a la famosa crítica de arte Magnolia Cicarelli y Ladino el cantante de folk rock que estaba arrasando en YouGram con sus conciertos caseros. Nada parecía fuera de lo que las páginas de variedades habían adelantado, salvo por una persona...
Borja de la Torre le devolvió una mirada con la sombra de una sonrisa en los labios.
Fue verlo y su rostro se transformó en una mezcla de miedo y sorpresa.
Nadie hubiera imaginado que sólo unos días atrás, la imagen de esta estrella decoraba su habitación y sus canciones le daban voz a todos sus sentimientos. En ese minuto, la tensión entre ambos era palpable, incluso para aquellos que veían la transmisión en vivo, sin saber del conflicto que ambos habían protagonizado en redes sociales.
Las opiniones se sucedieron unas tras otras, en un tono festivo y amable, pero Sally no era capaz de tomar atención. Su mente estaba enfrascada en el recuerdo de los días anteriores y en descifrar el siguiente golpe, de quien fuera su enemigo y cuyas intenciones estaban ocultas, ahora, bajo un velo de fría indiferencia.
Borja tomó su micrófono y ella no supo distinguir si el silencio ambiental era real o su cerebro sólo le permitía escucharlo a él.
Su presencia le sobrecogía. Antes habría dado cualquier cosa por conocerlo. Había representado para ella lo más correcto y noble de la industria. Alto y soberbio. Sus verdes ojos desafiaban e invitaban al mismo tiempo. Bajo esa cabellera imponente, no sólo se ocultaba un rostro armónico, sino una de las mentes jóvenes más talentosas de la década.
Fue de las pocas que se mantuvo fiel, pese a los escándalos en los que se vio involucrado en los últimos meses.
Sí que lo admiraba, ahora estaba lejos de eso.
—Parece que me toca ser el sincero —comentó—. Sally, ¿cierto?
Ella asintió anonadada.
—Mira, el otro día fui de compras. Afuera del supermercado me encontré con una mujer cantando, no como aquí, con guitarra y sin tanta pirotecnia. Lo que quiero decir es: que mientras, tú nos haces perder el tiempo, hay madres solteras con tres hijos buscando como traer comida al plato. Te doy un 1, sólo porque no me permiten el cero. —Borja la escrutó con la mirada—. Parece que… No basta con ser rubia.
El público contuvo un “¡Oh!” generalizado y luego hubo un llamado al silencio, que permitió que la voz en off envolviera el set anunciando:
Veredicto Final
Los platillos en un sonido descendente decoraron el lugar para añadir dramatismo a algo que no podía ser más desconcertante. Un resultado de 4.7 se elevó en la pantalla tras ella, reemplazando su promedio todavía auspicioso de 5.9.
Sally sintió sus manos sudar al calor del escenario o tal vez, al rojo vivo de la humillación.
Era un regalo glorioso para el espectáculo de los programas de media tarde.
David contra Goliat.
La niña pobre, contra el millonario.
Ella era nadie y él era: El todo.
Su rostro era exhibido a cada momento por las pantallas a su alrededor. El animador del programa se le acercó para tomar sus impresiones con la amabilidad de una suricata.
—Woah, parece que el jurado tiene mucho que decir esta noche, Sally ¿tienes alguna opinión? ¿Crees que tu nota es injusta?
Su mente estaba en blanco, si le hubiesen preguntado su nombre hubiese respondido jueves. Gracias a dios, responder esa pregunta era más fácil que su impronunciable nombre.
—No —respondió, con el desdén todavía en los labios—, creo que es justo. Puedo ser mejor.
—¡Fantástico! ¡Claro que sí! —aplaudió—. No me quedan dudas.
La tanda comercial la sintió como el infierno.
En su vida había tenido muchas notas malas y lo único que la mantenía de pie, en ese momento, era la firme idea de que llorar no era una opción.