“El dolor es como la ola del mar. Te introduces, y al deslizarse la primera ola, lo alejará por segundos, pero cuando regresa con potencia, si no te cuidas, y se lo permites, te arrastrará de tan forma, que nunca podrás salir, devorándote por completo”
Cristal, inquieta, agudizaba los sentidos hacia la cantidad de personas localizadas en las butacas a unos metros. Hablaban, reían y algunos expectantes miraban en su dirección, otros directamente la ignoraban. Aquellas personas extrañas saturaban sus nervios, no reparaban en lo que provocaban en su ser, articulaban un nudo en su estomagó que poco a poco cementaba enormemente. Empezó a sudar, fabricando diminutas gotas en sus pómulos y con diplomacia las retiró. Dos pequeñas mesas de caoba los acompañaban en el set, conteniendo un vaso de agua para cada uno, el conductor y su persona. El ambiente básico, pero cómodo y acogedor. Intuía que la entrevista sería aligerada, terminando fugazmente. Satisfactoria ante la introspección e invadiéndole un aire de alivio, respiro un poco más tranquila. El pánico escénico no la orientaba en estos tipos de circunstancias. Odiaba salir en cámara (su trabajo era detrás) No le gustaba el mundo del espectáculo. Nunca apeteció ser una persona de alto perfil. Solamente aceptó, por el hecho, de que conocía a Alec Simbar desde el inicio de su carrera, a demás, no podía rechazar la oferta, tenía motivos justificables. Le convenía para incrementar el aumento de popularidad de la película y no demandaba padecerlo de enemigo. Enfocó su atención en las personas que saldaban de adecuar cables y cámaras, desde disímiles ángulos y Alec apareció pavoneándose. Su vestimenta, un saco color azul marino, combinada con una camisa color marfil muy claro de cuello bajo. Corbata negra. Pantalón del mismo color que el saco y los zapatos de charol de corte clásico con hebilla. Él, la saludo cortante con un beso en la mejilla, describiendo su cualidad imponente y exhibiendo que nadie estaba a su altura. Adecuó su saco de forma arrogante, sentándose cómo si fuese el dueño del universo. Disfrutaba de razones para mantener su ego, ostentaba belleza, y esparcía sensualidad. Gran altura, robusto, y de un matiz particular de ojos verdes claros. Su rostro atractivo, inigualable y la originalidad de su conducta lo enfatizaban, pero no la engañaba, era un ser egoísta y despreciable. Alec aproximó su silla educadamente, amparando una estrecha distancia, encontrándose frente a frente.
-¿Cómo estás, Cristal?- se dirigió de buen carácter-
-Bien, contentísima- ella, citó encrespada-
- No seas aguafiestas- argumentó, restándole importancia-
-No lo soy. Me preguntaste cómo estaba, ¿para qué mentir?-agitando una mano cerca del rostro-
-¿Sufrís ataques de pánico?- incrédulo, ante su tensión-
-No, ¿por?- negó, ansiosa-
-Parece que estás a punto de colapsar. Pacifícate y por Dios no pierdas el conocimiento en pleno programa. No empañes tu momento de gloria- le pidió calmosamente, cubriéndolo con aire pedante-
- No te inquietes. No haré ningún papelón- inhaló el aire por la nariz y exhaló lentamente por la boca- ¡¡¡Me olvidaba decirte!!!- vociferó y Alec casi salto de la silla-
-Tus cambios de humor, me asustan. Maneja la bipolaridad.
- Domina tus burlas. Antes de empezar con esta farsa, escúchame bien-levanto su dedo índice, tocándole el entrecejo y él, velozmente lo esquivo- Al inicio del programa (me comentaron tus asistentes) Haces la presentación por unos segundos bailando con tus invitados.
-Sí- acomodó una parte del saco hacia atrás- ¿Querés que practiquemos?- garantizo, conteniendo la risita-
-Conmigo ni se te ocurra, ¿ok?- le advirtió estrictamente-
-Perfecto. Tus deseos son órdenes, Majestad- se acercó a su oído- Aparte, bailó exclusivamente con mujeres simpáticas, no con odiosas.
-Me encanta que pienses que soy odiosa- cometiendo una mueca gustosa- Tu resolución es lo que menos me interesa ahora-refregó las palmas de sus manos-
-Te viniste filosa. ¿Qué es lo que te preocupa?
-No me gusta salir en cámara.
- No hay nada de qué preocuparse. Sabes cómo son estás cosas. Simples preguntas, nada personal. Definís cómo te sentiste en el festival de Cannes. ¡Y listo! - ojeó los papeles ubicados en sus muslos-
Habló con una facilidad, que le incitó a asestarle un garrotazo. Para ella esas “simples preguntas” eran caminar por una oscura cueva, sin una pizca de luz, muerta de miedo, irrumpiendo hacia caminos inexplorados. Sin ceder, calmó sus reflexiones.
-Te advierto- avistándole fijamente- Cuidado con lo que preguntas-corroboró con cautela y decidida- Me conoces. Te desubicas y lo sabrás inmediatamente por mi mirada- afirmó, en un tono voraz-
- Si tus miradas matarán, más de uno yacería- objetó, sarcásticamente- Cuando no podés controlar la situación, tus nervios cambian tu estado de ánimo, lo transforman aún más antipático. Pareces una mujer insegura, todo lo contrario a como sos realmente. Estás manchando tu reputación de mujer de índole inmutable, que no la conmueve nada- no protestó ante la declaración y cambió de tema- Quédate tranquila. No te inquietes. Son preguntas básicas. Es increíble como cambiaste, Cristal. En un tiempo pasado, en tus primeros inicios, eras tan dulce.
- En este círculo o pisas firme o te pisan. No tienen problema en destruirte apenas flaqueas- apática a la estupidez que conmemoró, cruzo sus piernas- Si seguiría existiendo esa muchacha de naturaleza sensible y de carácter dulce, no residiría en donde me encuentro, justo en la cima- dijo, orgullosa por su logró-
- Buen punto-Alec, afirmó por inercia-
-No te innoves de santo. Emprendiste esté camino prácticamente conmigo. Pisaste varias cabezas para tener tu propio programa. No seamos hipócritas.
Alec carcajeó exageradamente. El mutismo abrupto por su parte, revelaba que la comunicación concluía por el momento. Aprovechó a explorarla fingidamente. El cabello brilloso, dorado y ondulado perfectamente, la mitad caía hacia adelante y la otra mitad detrás. Sus grandes ojos de matiz color miel, descubrían una mirada penetrante y diáfana. Sintió pena, porque perpetuamente desplegaban tristeza. La sombra del maquillaje negro bien oscuro en sus parpados, presentaban los ojos más bonitos que había contemplado en su vida. El delineado refinado y el rímel del mismo color, destacaban sus abundantes y finas pestañas. Por más que quisiera, no lograba encubrir sus ojos de soñadora. Sus pómulos bien marcados y apenas coloreados en un tono suave, diferenciaban la piel blanca de porcelana. Atesoraba una tez preciosa, recalcando una suavidad dotada de hermosura. Se perdió en sus finos labios, sutilmente labrados en tono rosa, y por un segundo, consideró el deseo de rozarlos (las pocas veces que se reunían, con esfuerzo controlaba el incentivo de acariciarlos) Su mandíbula pequeña, terminaba por anunciar su rostro selecto y fino. Vestía un pantalón negro de cuero, exhibiendo una camisa blanca con destellos plateados, un poco traslúcida. Alhajas adaptadas y unos zapatos negros Gucci de tacos altos. Modesta incluso para lucirse, razonó. Lo ignoraba, avizorando sus uñas delicadas, admirables, coloreadas en un rojo fuerte. Siguió venerándola en silencio. Su figura delgada incitaba elegancia. Desplegaba gran altura y calculaba que media casi 1, 70. Si actualmente optaría por la carrera de modelaje, la aceptarían sin pensarlo, especuló. No juzgaba porque esquivaba la exposición. Una persona de gran belleza, desenvuelta, inteligente, disciplinada y dispuesta a la situación presentada, en los reconocimientos o conferencias, eventualmente, la mayoría de las veces no frecuentaba. No por ególatra, sino por reservada. Casi siempre exponía a representantes en su nombre o Bryan, su protector y la única persona en la que confiaba. Alec lo detestaba y el desprecio era mutuo. No se soportaban, pero mantenían el respeto. Recordó la única vez que fue al set de producción a entrevistar a Stefano De La Cannale, el guionista. La asistente se acercó diciéndole que se demoraría por un inconveniente, que no se retire, que lo espere. Ansioso por la tardanza, salió a fumar un cigarrillo y unas risotadas lo desenfocaron de las preguntas que repasaba, miro rápidamente en dirección al bullicio y a pocos metros descubrió el cuadro armado por los actores. No tenía qué ser psíquico para darse cuenta de que ensayaban una escena. Cristal, reía a la par de ellos, manejándose tranquila, cariñosa y risueña, descartando la coraza hermética que fingía. No pudo creer la imagen que prevalecía, tan desenvuelta, carismática y solamente con una sonrisa iluminaba el lugar. No necesitaba conocerla en profundidad para saber que amaba su trabajo y que era su pasión. Apenó que generalmente plantara una barrera y no aprobara socializar. Acudía a pocos eventos, y cuando lo concebía, se sustentaba al margen, sonriendo apagadamente y con educación, pasando desapercibida. Para él, nunca pasaba inadvertida, embobado la miraba como a una estrella a la cual nunca alcanzaría. Cada vez que la veía el corazón golpeaba fuertemente en su pecho, acelerando su pulso, pero ella, en la primera oportunidad, improvisaba para poder escabullirse, desapareciendo. Siendo un gran observador y atento a no perder ninguna información, apreciaba en Cristal, la manía de estar pendiente de los movimientos de las personas que la rodeaban, no se fiaba de nadie, excepto, reiteró para sus adentros, su adorado Bryan. En un principio, trazó que era su pareja o su amante, porque nunca se mostraba con nadie íntimamente, únicamente con él. Urdió en su vida personal y despejó sus dudas, Bryan era homosexual. A pesar de su carácter temperamental, Cristal, le atraía y muchísimo. No poetizaba ilusiones, ni era tonto, porque jamás se fijaría en una persona como él. Lo veía cómo un ser insignificante y una amenaza por ser del medio periodístico. Al principio, cuando la conoció, conservaba modales amables, siempre cuidando la marcha, pero al pasar los años el trato cambio para mal. Cruzaron miradas por un segundo y la preciosa mujer frente a él, regresó a su mundo. ¿Qué sucedía detrás de esa carita especial labrada por Ángeles? Sé preguntó curioso. Por instantes la describían la dulzura, la empatía y en un, santiamén, la irrumpía la insensibilidad y el desafecto. Paradójico de adivinar, ¿por qué actuaba de esa manera? Llegó al desenlace de que estaba marcada por el dolor y el dolor era un veneno que absorbía. Podía asegurarlo, porque tenía conocimiento del secreto que la carcomía lentamente. Sé apartaba resguardándose porque no deseaba que nadie la beneficie por lástima. Era una vencedora, no una mártir. La conclusión final: un enigma que nunca descifraría. Alec apartó los sentimientos, concentrándose en el plan labrado. Cristal palpó su rodilla.
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Editado: 07.10.2021