En el estudio de Gabriela, Cristal, leía una y otra vez la obra, ajustando y detallando las escenas que más caracterización requerían. Imaginándose a los personajes físicamente y la interpretación que requería de cada uno. Angélica, formaría parte de la audición, pero ya estaba seleccionada, representaría a Desdémona. Como una chispa en su mente, apareció la sonrisa de costado del mesero, y sus ojos inocentes. Fue como una luz que sembró en su oscuridad. Cerró sus ojos, soñando despierta, trasladándose a un mundo aristócrata, vestida de época del siglo XVII, en un baile, y él, besando su mano cortejándola, terminando en un apasionado beso, disfrutando de sus carnosos labios.
-¿Cristal?
La voz dinámica la trajo al ambiente. Dio un brinco en la silla, tirando los papeles y el libreto. Él, ayudo a recoger el desorden del suelo. Pablo la miro sorprendido, porque Cristal, mantenía todo en control con respecto a su trabajo, y últimamente, operaba un poco retraía y despistada. Mientras extraía los papeles, y los acomodaba, no podía dejar de pensar en él, desde que se despertaba hasta que se dormía, su mente pensaba sólo en ese muchacho. La distraía un poco mantenerse dominada, armando, ideando, y demás labores teatrales, pero siempre guardaba ese trocito de tiempo compartido. Se detuvo, y miro a Pablo, que detrás de esos preciosos ojos marrones, localizó como una viveza parecida en ese chico que la trastorno desde el segundo en que le conoció. Pablo tenía solamente la misma mirada, por pura casualidad. Era robusto, de estatura media, pelo marrón bien recordado, barba candado, de ancho mentón y rasgos bien valerosos. La excelencia de sus atuendos, la función principal que lo destacaba era un chaleco, siempre confinado dependiendo de la camisa que usaba, dándole proporción tanto como profundidad en la formalidad en cualquier look, ya sea invierno o en época de calor. Transmitía poder y astucia. El complemento perfecto. Hoy, vestía una camisa manga larga de cuello Button Down y logo bordado en poplin de algodón blanco, un chaleco alpaca Enrico gris. Cinturón negro de hebilla chica, pantalón negro Basic regular y zapatos Kang acordonado con acabado vintage. Solamente en accesorios, usaba el Rolex plateado, y la cadenita con un dije de ángel, que era de Alex. No podía tener algún parecido con ese muchacho, porque él, era su ex suegro. Era multimillonario, desde temprana edad fue a los mejores colegios del exterior para afianzar su educación, aprendiendo mercadotecnia, administración de empresas, finanzas y contabilidad, comunicación y economía. Después de la muerte de Alex, dejo a cargo a sus socios en las empresas de Dinamarca, Croacia y Grecia, entre otras que Cristal, excluía. Se relaciono con su mundo, dejando su carrera, para seguir los sueños no realizados de su amado Alex. Era uno de los importantes inversores, y patrocinadores en cada uno de sus proyectos. Sin titubear le daba el dinero. Sentía culpa por pensar en otro muchacho, estando él presente, porque gracias a Pablo, y sus padres Helena, y Rogelio, tenía la carrera con la que siempre había soñado.
-¿Qué te ocurre, mi chiquita? ¿Estás estresada por la obra? Ya tenemos todo armado, no te preocupes, yo te ayudare en la dirección. Me extraña, porque al ser cineasta, sabes correccionalmente el manejo- dijo, con voz dulce-
- Siempre me estreso antes de comenzar con un proyecto, no me des importancia- mintiéndole, desvergonzadamente. Cambio de tema, para apartar su remordimiento- ¿Cómo esta Don Rogelio?
-Tiene sus días. Pero, últimamente, mejor que nunca. Habla un poco, sonríe todo el tiempo, ¡hasta escribe!- pronuncio, sin poder creerlo-. El médico lo visito y como es una enfermedad que no tiene diagnostico, expuso que podía tener un mejoramiento.
-Desde que vine a Argentina nunca lo visite. ¿Podre visitarlos hoy?
- Si queres verlo, no tenés que ir a Nordelta. Mi madre vive sola allí, a papá lo cuida un amigo.
-No lo sabía, pobre Rogelio. Helena, ¿lo acepto? Siempre fueron muy unidos. ¿Dónde está? ¿Puedo visitarlo?
-No le quedo más remedio que aceptarlo, ya no podía cuidarlo y claro que puedes. Benicio te recibirá sin meditarlo. Es el sacerdote de la Catedral Metropolitana. Papa, vive en la casa de acogida detrás.
-¿La entrada es una puerta lateral?
-Sí.
Era por donde el muchacho había entrado, luego del seguimiento con Bryan. Quedo muda ante la revelación de Pablo. Rogelio y el muchacho, moraban juntos.
-¿Cristal, te sientes bien? Se te fue el color.
-Sí. Cuando me estreso se me baja un poco la presión.
-¿Te traigo algo dulce?
- No, no. Ayúdame a incorporarme.
Pablo la auxilio, un poco mortificado por su salud, reintegrándola a la postura en la silla.
-¿Por qué no vas a el hotel a descansar? Hace horas que no paras. Falta colocar el anuncio en Internet y ya está todo listo.
-No. Sigamos.
La miro un poco alarmado, pero no insistió, cuando se le metía algo en la cabeza, no cedía. Ocupo asiento a su lado, comenzó a teclear en la netbook, y solapadamente, vio como Cristal miraba el libreto, pero se perdía en la mismísima nada.
Recostado junto a Don, miraban televisión.
-¿Don, queres agua?
Él, negó. Desde hacía unos días, siempre traía consigo una libreta y un bolígrafo, de a poco, comenzó a escribir, y las palabras eran descifrables. Joaquín, pensaba en la muchacha de bucles dorados. Quería enfocarse en la película, y desconcentrado no podía. Sentía culpa. No quería pensar en ella, pero desde que la había conocido no podía sacársela de la cabeza. Peleaba contra el mismo, porque su corazón y amor pertenecían a Jazmín. Antes de su relación, las mujeres eran de una sola noche, sexo y listo, siempre dejando bien en claro que no quería nada serio, y la otra persona lo acepaba sin complicaciones. Jazmín le había enseñado a amar, abriendo una puerta inédita, enamorándose fielmente. No podía traicionarle. Don, levemente lo empujo. Joaquín leyó:
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Editado: 07.10.2021