CB
Las dos asomamos la nariz por las ventanas del instituto Castillo, yo me vuelvo a la derecha y ella a la izquierda, todo está muy oscuro dentro, y fuera; justo debajo de nosotros, un resoplido nos hace arrugar la frente y dirigir nuestra atención en esa dirección, grandes ojos del mismo color que los míos nos analizan y nos invitan a movernos.
— Si la policía llega, nos llevará a la cárcel, y no quiero terminar detrás de las rejas un día antes de volver al colegio.
Haciendo un gesto con sus manos, nuestro compañero y mejor amigo en el crimen nos apura, de nuevo. Yo tengo la culpa de su nerviosismo, y si terminamos en la cárcel, también tendré la culpa de eso.
Llevo planeando esto por meses, y al final terminé arrastrando a los dos en lo que mi madre llama, una aventura sin igual, aunque omití la parte de colarme en el instituto por la madrugada, allanar propiedad privada y violar un sinfín de leyes de nuestra ciudad, de lo contrario, mamá me habría encerrado a cal y canto en la casa, y muy seguramente me castigaría de por vida, o al menos hasta que comenzará la universidad, y para eso, todavía falta.
— Tenemos que asegurarnos de que no hay nadie allí dentro —asevero, él lleva los ojos al cielo todavía pintado con los colores de la noche.
— No hay nadie —masculla, apretando los dientes —, apresúrense y por favor, bajen ahora mismo de allí. Yo todavía no entiendo por qué en el cielo se agazaparon del alfeizar de la ventana si prácticamente puedes ver todo el interior de la escuela a través de la pared de cristal que hay justo por allá.
Las dos analizamos nuestra postura, que es muy similar a la de un mono capuchino aferrado a su madre, de un salto, volvemos al piso.
— Por acá —las dos la seguimos, él toma las bolsas y camina directamente a las entrañas del instituto, lo seguimos sin abrir la boca; esta misión en particular debe hacerse en completo silencio —. Es aquí.
Señala un casillero que es igual a todos los demás: color blanco, de tamaño mediano, este lleva el número cinco, grabado en una placa de color dorado. Las lámparas que llevamos en la cabeza hacen que el lugar parezca tétrico, y un tanto tenebroso, la escasa luz del exterior se logra colar un poco, creando sombras todavía más lúgubres.
— ¿Seguro? —cuestiono, él asiente abriendo el casillero sin ninguna dificultad.
— ¿Cómo conoces la combinación?
Indaga ella, sus grandes ojos chocolates evidencian curiosidad, y un poco de asombro, él nos da una mirada sobre su hombro, un deje de burla se logra colar en su rostro.
— Estuve castigado durante todas las vacaciones, y uno de mis trabajos fue limpiar casilleros, por dentro y por fuera, asignarlos —encoge los hombros —. Me aprendí la combinación de este casillero en particular —me dedica una sonrisa cómplice, yo se la devuelvo.
— Eres él mejor, ¿lo sabías? —coloco un beso en su mejilla, él sonríe, mi amiga suspira a mi lado.
— Eres tan guapo cuando sonríes —a él se le tiñen las mejillas de rosa, ella pestañea para lograr que se sonroje un poco más.
— Vamos, hay que apresurarnos —interrumpo colocándome frente al casillero y abriendo las bolsas que llevamos acuestas —. Quiero que esto quede perfecto.
Los tres nos ponemos a trabajar, a él lo vemos caminar hasta un par de casilleros más allá, con algo de dificultad, mete la gran bolsa que lleva y se asegura de que se quede allí.
Luego de una hora de extrema cautela, el casillero ha quedado perfecto.
Por favor, por favor, que nada pueda arruinar esto.
Cierro la puerta volviéndome hacía él.
— El resto... —me detiene dando un paso al frente y besando mi frente.
— Lo haré durante mi hora libre —suspiro.
— Gracias —sonríe de nueva cuenta.
— Por ti, lo que sea.
Un ruido al final del pasillo nos pone en alerta máxima.
— El vigilante —masculla el caballero de brillante armadura del grupo.
Los tres echamos a correr a toda velocidad, subimos al auto y nos alejamos, dejando atrás al instituto.
Por favor, por favor, que todo salga perfecto.
Mi amiga me tranquiliza poniendo su mano sobre la mía, sonríe para darme ánimos.
— Saldrá bien, estoy segura.
Mordisqueo mi labio, porque eso es lo que realmente quiero, lo que ella se merece.
Lena Castillo, prepárate.
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Editado: 13.09.2021