Conociendo a tu Crush

Capítulo 31

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Los días ya no eran tan soleados como antes, ahora el cielo se tornaba con más frecuencia de color gris y parecía triste. 

El fin de semana fue bastante largo, empezando por lo que pasó al día siguiente después de que llegamos al hotel. 

Ese día sentí cómo alguien brincaba a mi cama y de ella pasaba a brincar sobre mi espalda. 

—¡Melody, levántate! —repetía constantemente. 

Gruñí porque quería seguir durmiendo y me levanté de mala gana. 

Era un día de lancha. Como lo hacía llamar Andrew, pero para mí era un día de: Muérete. 

Caminé como un fantasma a donde sea que fuera, ya que Emma me obligó a seguirla después de arreglarnos y salir de la habitación. 

Cuando me quise dar cuenta, estaba en un spa. Rodeada de chicas que vestían con el mismo uniforme: rosa con blanco. 

Habían masajistas, manicuristas, peluqueros y por último, las chicas que se encargaban de la depilación. 

—Venimos por la cita que aparté ayer a las ocho. —dijo Emma, después de haber saludado a la recepcionista. 

La miré confundida. Yo no recordaba cuándo había reservado una cita. 

‹‹¿Cuándo realizó esa llamada?››, pensé, ‹‹Tuvo que haberlo hecho desde la habitación y cuando yo no estaba››. 

—¿Nombre? —preguntó la mujer que estaba al otro lado del mostrador. 

—Emma Beckett y Melody Raines. 

Mi curiosidad iba en aumento. Si era un masaje, por supuesto que iba aceptar inmediatamente. Lo necesitaba. 

—Pasen por acá. —nos llevó a una especie de cuarto con paredes blancas y dos camas. 

¡Oh sí, es un masaje! 

Pero todo pensamiento optimista se vio aplastado por unas bandas con cera depiladora. 

Oh, no. 

Mi cara fue de horror. Decían que aquello dolía como el mismísimo demonio, y no quería averiguarlo. 

La mujer dijo que nos recostáramos, y que pronto vendrían dos chicas a atendernos. 

Miré a Emma tomar una bata blanca e ir al baño, pero cuando vio que no la seguía habló. 

—¿No vas a cambiarte? —preguntó levantando una ceja—. No creo que puedan depilarte con ese pantalón. —dijo con sarcasmo. 

Y como ingenua que soy, tuve que preguntar. 

—¿Acaso eso no duele? —dije con una mueca. 

—Mm... —se quedó pensativa por unos segundos y luego se encogió de hombros—. No realmente. —respondió despreocupada. 

Sus palabras no me convencieron, y no sabía lo que vendría después de aceptar la reservación. 

Traté de no gritar, pujaba para contenerme de salir corriendo y gemía del dolor. 

A comparación de Emma, que estaba como si nada. 

¡Aquello era peor que el mismísimo demonio! Ningún dolor se comparaba con ese. 

En más de una ocasión estuve a punto de decirle a la chica que me atendía que se detuviera, mi idea era salir corriendo y depilarme con una rasuradora, pero no lo hice. 

Emma quería que hiciera esto, así que simplemente aguanté. 

Si alguna vez escuché el dicho de: ‹‹La belleza duele››, ahora lo comprendía. 

Para cuando salí, mis piernas ardían, al igual que otras partes de mi cuerpo que fueron depiladas con esa maldita cera. 

Pero extrañamente sentía mi par de piernas más ligeras. 

Regresamos a la habitación para ponernos los bikinis. El mío era color blanco y de dos piezas, y el de Emma era rosa pálido. 

Cubrí el resto de mi cuerpo con un vestido de tela blanca y delgada. 

Bajamos por el ascensor y caminamos hacia la playa donde los padres de Emma nos esperaban. 

Íbamos riendo, hablando sobre el chico con el que Emma había bailado la noche anterior, entre otras cosas. 

Al tocar la arena con los pies, ya que nos habíamos quitado las sandalias al salir del hotel, visualizamos a los chicos cerca del agua. 

Emma se sacó la blusa y el short rápidamente. Su cuerpo era delgado, y me incomodó la idea de tener que quitarme el vestido y quedar al descubierto. 

Es cierto que estar en poca ropa era un tanto penoso, pero la razón no era mi cuerpo, pues no me sentía acomplejada debido a todas las horas que dedicaba hacer ejercicio. Más bien era porque todos en la playa podrían verme el trasero. 

En fin. Aún no entiendo cuál es la diferencia de la ropa interior y el bikini. 

¡Es prácticamente lo mismo! Joder, da igual, ya estamos aquí. 

Los chicos se acercaron y un poco de nervios se acentuaron en mi estómago. 

Tiré de la tela hacia arriba para sacarlo por la cabeza, sintiendo el calor acumularse en mis mejillas. Una vez descubierta, pude sentir las miradas sobre mí. 

Desde luego estaban procesando el hecho de que una chica que siempre cubría su anatomía con ropa olgada, tuviera una buena contextura. 

No me considero una chica con un cuerpo perfecto, pero había trabajado tanto para poder obtenerlo que ya se me hacía costumbre hacer ejercicio, y cuando no lo hacía, sentía que me estaba fallando a mí misma. 

A las chicas parece darles igual, pero a pesar de ser delgadas, no tienen sus músculos tan marcados como los míos. 

Bueno, y también tengo un poco de curvas. Le daré el crédito a mi cuerpo latino. 

Carraspeo al estar debajo de sus miradas y parecen avergonzarse. 

Después de eso, podría considerar que el día en lancha no fue tan malo como lo supuse. De hecho, fue todo lo contrario, ya que disfrutamos todo el tiempo que estuvimos allí. Nos tomamos fotografías, buceamos en un arrecife donde todos los corales eran hermosos, y el resto del fin de semana, la pasé genial. 

Empezaba a sentir un gran aprecio por aquella familia. Ya la quería tanto como la mía y siempre se esmeraban en hacerme sentir como un miembro más de ella. 

Pero como todo paseo feliz, debía acabar. Teníamos que regresar a la universidad. 

Me despedí de todos diciéndoles lo mucho que los iba a extrañar; hasta me sentí nostálgica. 




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