Conociendo a tu Crush

Epílogo

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Mientras viajo en el avión, tengo que ir en más de una ocasión al baño debido a las lágrimas incontrolables y los fuertes sollozos. 

En algún momento determinado, llego al punto de encerrarme en el baño y no dejar entrar a nadie. 

Puedo escuchar los golpes y voces molestas al otro lado de la puerta, pero no sé cómo detenerme. 

Mi pecho se siente cada vez más estrujado, y me cuesta respirar. 

Cuando asumo que no lloraré más, salgo del sanitario llevándome consigo una mirada de reprensión por parte de una aeromoza, quien lleva horas tocando la puerta e intentando sacarme del baño. 

Camino ligeramente a mi asiento ignorando la mirada furiosa de la chica y observo la vista por la ventana. 

El cielo está despejado, lo cual yo llamaría un hermoso día, pero los ánimos no me dejan disfrutar del lindo panorama que mis ojos están capturando. 

Después de un tiempo, mi cuerpo al fin se relaja, solo faltan algunos minutos para llegar a casa. Sin embargo, mi cabeza no deja de pensar en aquel primer beso que dí. 

Sus labios sobre los míos, era como tocar un suave acolchado. 

Inconscientemente cada vez que lo recuerdo, llevo mis manos hacia mi boca y toco mis labios con delicadeza. 

La sensación de nervios, y el revoloteo en mi estómago aún perduran. 

No puedo dormir, así que solo me dedico a mirar por la ventana. 

No sé en qué momento el avión empieza a descender. 

Una vez en tierra, los pasajeros abandonan el avión, y mientras camino por el pasillo, me miro en el reflejo de uno de los grandes ventanales. 

No soy yo a quien observo, sino a otra chica: decaída, despeinada, cansada, con grandes ojeras y ojos hinchados por llorar demasiado. Pero sobre todo, veía algo que los demás no: un corazón hecho pedazos. 

Mis ánimos están totalmente desdichados, y como puedo, tomo mi equipaje y camino hacia la salida. 

Tan pronto mis ojos se topan con los de mi mejor amiga, empiezo nuevamente a llorar desenfrenadamente. 

Durante el viaje le había enviado un mensaje de texto diciéndole que estaba de camino a casa. 

Ella es la única que sabe todo lo que ha sucedido con Aaron, ya que se lo había dicho hacía unos días atrás. 

A las otras chicas no les había mencionado nada, ya que no estaba de humor para decirles que me vinieran a dar la bienvenida que siempre había anhelado cuando llegara de Londres. Ni mucho menos a responder preguntas que no podía contestar sin siquiera perder mi voz. 

Al verme llorar tan desconsoladamente, se acerca casi corriendo para abrazarme, pues entiende mis penas y desgracias. Sentir sus delgados brazos rodearme, es el confort que necesitaba. Sin embargo, no el suficiente para sanar un corazón roto. 

Realmente me siento desvanecer entre sus brazos, y sollozo porque mi ilusionado mundo se despedazó de la peor manera. 

Ese día prometí muchas cosas, que quizá, me convertiría en una persona fría, en alguien que no era; y así fue por una época. No obstante, con el pasar de los meses, comprendí que lo que necesitaba era un respiro. Una pausa en el tiempo para empezar a recoger mis pedazos y volverlos a unir, así como volver a reconstruir mi mundo pieza por pieza, como si de un rompecabezas se tratara. 

Pero esta vez, sería distinto. 

Estaba dispuesta a sanar y el día que lo estuviese... Ese sería mi nuevo comienzo. 

Una nueva yo estaba por venir. 

 



Final del primer libro.

Bilogía: Amores imposibles.

 

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