Conquistando a Emilia

Capítulo 6

Un mes, había pasado un mes desde que mi pequeña empezó su tratamiento y yo era algo asi como la amante de su padre, los días cada día eran más difíciles, mi pequeña ya estaba sufriendo los cambios por su tratamiento, los vómitos constantes y debilidad hacían que mi corazón se arrugara. Más aún cuando tenía que dejarla en las noches para verme con su padre. Todo estaba peor de lo que creía, la madre de Henry se estaba encariñando mucho con mi hija y aunque me parecía bien, el miedo a que quisieran quitármela se apoderaba cada vez más de mí. 

Sobo la espalda de mi niña que lleva un rato vomitando en el retrete de su habitación, quisiera poder decir que las lágrimas no caen por mi rostro, pero verla tan vulnerable me sobrepasa y no puedo retenerlas. Limpio su boca cuando termina y me sonríe. 

—Mami, no llores, estoy bien —aprieto los labios para no llorar. 

—Lo se mi amor, se que estás bien, eres una niña muy fuerte. 

—Sí, lo soy, abuela Dorotea dice que soy una princesa —Asiento sintiendo un mal sabor de boca. 

—Lo eres mi amor. ¿Hija? 

—¿Sí, mami? 

—¿Qué te dice tu abuela cuando viene?

La tomo de la mano para levantarla del piso y caminar fuera del baño con ella. 

—Dice que papá no está bien, que cuando se sienta preparado vendrá y me dirá lo mucho que me ama. Abuela dice que le duele aquí —dice señalando su corazón. 

—¿Eso te ha dicho? —Asiente.

—Sí, pero mami, ¿por qué papá, no me quiere? 

La imagen de Henry viene a mi cabeza y las ganas de golpearlo se apoderan de mi rápido, mi hija no tendría que estar pasando por esto, es su padre, su deber sería estar ahora que lo necesita. 

—Ven mi amor —digo tomando su mano para llevarla hasta la cama y acostarla en ella —. Los adultos a veces pasamos por cosas complicadas, por eso nos equivocamos, pero quiero que entiendas que nada de eso es tu culpa, eres una niña muy buena y hermosa, mi amor, todos te amarían si te conocieran. 

—Es solo que en una semana será el Día del padre y mis amigas irán con el suyo —un nudo se forma en mi garganta por eso. 

—Puedo ir como todos los años, mi amor, recuerda que siempre estaré para ti, aunque sea tu mami —asiente jugando con la sábana entre sus dedos. 

—Lo se, pero quería que él fuera —sus ojos se quedan fijos en el techo y luego sonríe —. ¿Crees que Shrek quiera ir?

—¿Qué? —ella sonríe y no puedo creer que haya dicho eso. 

—Bueno, creo que no es tan malo, mami, solo necesita una mami como tú que lo quiera, ¿crees que quiera ser mi amigo?, la verdad es que se ve muy feo siendo Shrek 

Sonrío porque su inocencia es tan grande y hermosa que me ocasiona mucha ternura.

 —No creo que él quiera, mi amor, sabes que siempre está con la cara larga 

—Pero si lo llenamos de besos y chocolates estará feliz, quiero un papá mami 

Me trago las ganas de llorar y beso su frente para luego arroparla. 

—Hablaré con él, pero yo iré, si quieres puedo ponerme la ropa del novio de Tía Alisson y un bigote muy lindo para que crean que soy tu papi —ella ríe negando. 

—No mami, te verías muy chistosa, le pediré a papá Dios para que el Shrek quiera ser mi papá, aunque no él quiera. La verdad ya no me da tanto miedo. 

Salí de su habitación con el corazón en la mano, me sentía tan mal porque mi hija estaba creciendo y el tener un papá cada vez era más grande, el solo recordar que lo tenía más cerca de lo que pensaba hacía que las ganas de hacer lo inevitable se apoderaran de mí. 

Suspiro entrando en mi habitación donde él me espera, desde hace unos días le dije que debía venir él, no pensaba dejar más a mi hija, me necesitaba y no quería dejarla sola por las necesidades absurdas de su padre. Cuando entro lo encuentro en la cama, sentado con la mirada perdida. 

—Ya se durmió —asiento y empiezo a quitarme la ropa, pero él me detiene con su mano.

—Hoy no, no quiero acostarme contigo —levanto una ceja confundida. 

—¿Entonces qué haces aquí? —pasa las manos por su pelo, haciendo que lo vea raro por la forma en como actúa. 

—Hace cuatro años mi prometida estaba muriendo en una clínica mientras yo me acostaba con una desconocida —Jadeo por esas palabras. 

—¿Estuviste conmigo mientras ella moría? 

—Sí, y sé cómo suena eso, soy un imbécil, pero ese día necesitaba un poco de aire, verla morir no estaba siendo fácil para mí y necesitaba espacio, jamás imagine que cuando llegaría estaría muerta. 

—No puedo comprenderte, porque jamás haría algo como eso, pero tampoco voy a juzgarte porque no soy quién para hacerlo, solo te voy a pedir que no culpes ni castigues a mi hija por algo que no hizo. 

—Escuche lo que te decía, pero no puedo hacerlo, no puedo ser su padre —Asiento sonriendo con ironía, no esperaba menos. 

—Sabía que no lo harías, es por eso que yo seguiré siendo padre y madre para mi hija, no te necesitamos. 




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