Conquistando Al Francés

CAPITULO 20 UN MAL INICIO.

Recorría su nueva alcoba con sus ojos abiertos de par en par, era preciosa y la cama era enorme cubierta de sábanas de un impoluto blanco, su primera noche ahí no fue tan mala como lo imaginó.

Se miraba en el amplio espejo del tocador ya tenía una visualización de como organizaría su maquillaje y demás cosméticos en cuanto terminase de desempacar.

—¿Está todo bien? —cuestionaba Gerard tras Christina mirando a la latina a través del reflejo del espejo—. Si hay algo que no es de tu agrado podrías cambiarlo...

—Todo está perfecto Gerard —se adelantó ella dándose la vuelta para quedar frente al francés, no le sintió llegar y como dejó la puerta abierta, menos se percató de su presencia—, de verdad no hay que cambiar nada, absolutamente nada —musitó Christina con sinceridad. No esperaba esto, él prometió ayudarle pero esto iba más allá de lo pensado y aún lo estaba procesando.

Bajó la mirada nerviosa y puso un mechón de su cabello tras su oreja. ¿Por qué sostenerle la mirada era tan difícil? Pensó Christina contrariada, ella no era así, no era tímida y mucho menos se dejaba intimidar por nadie, pero Gerard era diferente, ese hombre con su gélida personalidad en más de una ocasión le sumergía en un mutismo de manera casi instantánea.

—Puedes pedir tu reincorporación a tu trabajo, o buscar otro —dijo Gerard para cortar el incómodo silencio, era extraño le irritaba lo parlanchína que podía llegar a ser Christina pero ahora su silencio no le gustaba—, bueno ya estás instalada, te dejo tengo cosas que hacer.

—Gerard, espera —pidió apresurada, en cuanto el francés estaba en el umbral, él se dio media vuelta y ella sintió que las palabras se habían agotado, no encontraba palabras que decir a Gerard.

—¿Sí? —cuestionó centrando su atención en Christina.

—Gracias, de verdad agradezco esto que haces por mí, yo...

—Te dije que en este trato ambos saldríamos ganando Chris... Es decir, esto es un ganar, ganar, ya sabes que estás en tu casa solo cuida que tu gato no haga desastres, ¿entendido? —terminó esperando una inmediata respuesta.

—Ya te dije que Oliver es un buen chico.

—Pues más vale y así sea, no quiero sorpresas —luego de la amenazante advertencia el rubio terminó de salir de la habitación.

Tenía cosas que hacer y aquel repentino dolor de muelas cada vez se agudizaba más, tomó las llaves y su abrigo, hoy definitivamente no sería un día fácil y menos con ese repentino y creciente dolor de muela que lentamente se le estaba sumando una jaqueca matutina, solo esperaba que al regresar a su departamento este aún estuviera entero, pues con Christina cualquier cosa estaba a la orden del día.

En cuanto escuchó la puerta cerrarse salió de la habitación, una vez más llegó al recibidor, se tiró desparramada en el sofá, sacó su celular, entró a spotify y con sus audífonos puestos, fué directo al refrigerador del francés, allí había de todo menos lo que necesitaba, bufó cerrando con fastidio el refri, cruzó sus brazos pensando en qué hacer de comer y como si su mente se hubiera iluminado ya sabía que preparar pero algo hacía falta, decidió salir por los ingredientes que necesitaba.

Media hora después de vuelta en el departamento Christina tiraba una empanada en un sartén hondo, la castaña arrojaba con miedo, pues temía un poco al sartén hirviendo, aún así eran más grandes sus ganas de empanadas que el temor a quemarse y su lema últimamente era:

—El que tenga miedo a morir que no nazca... —interrumpió su frase pues el timbre comenzó a sonar.

Al abrir, se hizo a un lado y una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios —bonjour Antoine. ¿Viene por más lecciones de baile? —dijo la chica con una pícara sonrisa mostrando un par de hoyuelos en sus mejillas.

—Eso estaría perfecto Chris —dijo Antoine entrando al departamento—, pero será en otro momento tú y mi hijo están mejor de lo que pensé.

—¿Por qué lo dice? —arguyó Christina confundida no entendía a qué se refería el hombre frente a ella.

—Me refiero a que estás aquí, mi hijo no ha traído a nadie aquí y mírate y por el leve olor a quemado veo que o pasas mucho tiempo aquí, o definitivamente mi obstinado hijo sentó cabeza y su relación contigo va muy enserio...

—¿Dijo quemado?

—Sí linda...

—¡Ay, no, las empanadas!

Corrió apresurada a la cocina y de inmediato apagó la estufa del sartén sacando un par de empanadas negras casi por completo.

Antoine siguió a la chica preocupado por lo que estaba pasando, al ver todo a su alrededor respiró tranquilo y dijo:

—¿Chris todo está bien? —cuestionó Antoine mirando la desastrosa cocina.

—Se chamuscaron mis empanadas —soltó Christina tratando de quitar el quemado de las ansiadas empanadas que deseaba comer, en su defensa no sabía usar esa estufa, ella nunca había visto algo así de moderno en una cocina, estaba adaptada a lo tradicional.

Para Antoine fue imposible no ver esa escena con gracia. Gerard se había conseguido a una mujer de lo más divertida y ocurrente —Ya que lo que estabas cocinando se quemó, ¿qué te parece ir a almorzar? Yo invito.

Iba a decir que no porque debía limpiar aquel desastre, pero su estómago gruñó respondiendo por ella.

—Tu estómago a respondido por ti muchacha, ahora vamos no tardaremos —insistia Antoine a la indecisa castaña.

—Esta bien, iré por mi bolsa y mi chaqueta ya vuelvo.

No quería dejar la cocina así pero solo sería un momento, además moría de hambre, rellenó el plato de Oliver de agua y comida tomó las llaves que colgaban junto a la puerta, solo saldría un momento luego volvería a limpiar su pequeño desastre.

—Ya estoy lista.

—Perfecto —secundaba el mayor de los Dumont saliendo tras Christina—, venía por Gerard... Mejor dicho había acordado vernos en su departamento para entregar unos documentos necesarios para esta noche.

—¿Está noche? —repitió Christina confundida.

—Te contaré en el camino —dijo Antoine oprimiendo el botón de planta baja.




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