Conquistando Al Francés

CAPITULO 22 CAMBIOS.

Abrió sus ojos con pesadez. La blancura absoluta de aquella habitación le dio a entender: «No era un sueño, entonces... ¿yo...?» Christina se incorporó con brusquedad. Así que las imágenes, momentos atrás, no eran producto de un mal sueño: todo era real.

Alzó su rostro en cuanto la puerta de la habitación sonó. Era la doctora que le había estado atendiendo todo este tiempo.

—Me alegra saber que ya despertaste, Chris...

—¿Puedo irme? —se adelantó la castaña a preguntar. No quería seguir allí.

—Christina, me gustaría que pases la noche aquí, linda, al menos hasta saber que todo está en orden con tu embarazo.

—De verdad no creo que sea necesario. Estoy bien —deseaba huir de aquel hospital. No sabía a dónde ir, pero tenía muy claro que no era al departamento de Gerard. Apenas procesaba cada vez que la doctora decía la palabra *embarazo*.

Daphne se acercó a la cama de su rebelde paciente. La chica estaba aún conmocionada por enterarse de su estado.

—Gerard vendrá por ti.

—¡Gerard! —prorrumpió la latina, abriendo al máximo sus ojos pardos. Él no... Gerard era la persona que menos quería ver en aquel momento—. Escuche, doc... Usted me parece una buena persona y una buena doctora —suspiró. Solo quería soltarlo sin tanto protocolo, sin anestesia, como decían en su país—. Tengo que irme y no puedo esperar a Gerard.

—Lo que creo es que mi sobrino no es el único con fobia a los hospitales —dijo la doctora, tratando de hacer reír a su terca paciente.

Christina sintió rabia en ese momento y ganas de vomitar al pensar en Gerard. Ese idiota francés la había embarazado. No le bastó con ese estúpido trato; ahora llevaba una parte de él dentro de ella.

Y pensar que una parte del francés se formaba dentro de ella le dio por llorar. Sin entender, ahora lloraba en los brazos de la tía de Gerard como una niña en los brazos de su madre. ¿Qué iba a hacer de su vida ahora? Quizás tomar un vuelo a Venezuela no sonaba tan mal en ese momento.

Su vida ahora no importaba, sino la de la criatura que nacería con un padre ausente. Porque desde luego que iba a nacer. Sin importar que no tuviera el apoyo del padre, este niño sería feliz, así fuera en otro continente.

—Necesito un favor, doc.

Daphne recogió un mechón rebelde del cabello de Chris y, con mirada materna, le respondió:

—Dime en qué puedo ayudarte.

Christina supo que Daphne era su esperanza para poder salir de este aprieto en el que se había metido.

El auto de vuelta al departamento se estacionó frente al edificio, y la fría brisa de una pronta tormenta la recibió, junto a un par de truenos que le hicieron sobresaltar del susto.

Ella iba con el maquillaje hecho un desastre y los tacones en sus manos. Si Gerard la viera en ese estado, pensó Chris, de seguro la echaría fuera del edificio.

Al llegar a su habitación, lo primero que hizo fue tomar su maleta y comenzar a meter toda su ropa, con el corazón herido y lágrimas que no paraban de salir. Seguro pronto se detendrían, pero ahora estaba seca... porque en serio estaba dolida.

Odiaba estar en esa situación. En una relación real donde abundara el amor, seguro esto sería una noticia de celebración y ahora mismo estaría brindando con un esposo amoroso.

Cuando empacó todo, tomó el pasaporte y lo metió en su cartera, emprendiendo segundos después el camino a la salida. Al llegar a la sala de estar, se detuvo un momento con su garganta hecha un nudo. ¿En qué momento se había encariñado con todo esto? ¿En qué momento ese amargado francés se había convertido en alguien... a quien extrañaría?

Porque era así. ¿Para qué ocultarlo ahora que no lo iba a ver nunca más? Nunca iba a volver a ver al francés. Al final, eso de “conquistar al francés” se había terminado. Este era el fin.

El auto la esperaba, y el chófer la ayudó con su mascota y maletas. Solo era cuestión de meterse en el auto y decir adiós para siempre. El punto era que se quedó un momento parada en la puerta del vehículo. ¿En serio pensaba que él vendría de pronto y la iba a detener? ¿Que le iba a confesar que la amaba y que se quedara con él?

Los cuentos de hadas no existían en este universo. Y, tomando aire, se adentró al auto y, al cerrar la puerta, soltó una última lágrima.

—Desde este momento ya no te voy a perseguir, ni querer conquistar. Tú ya no eres el protagonista de mi historia. Ahora llevo a alguien que pronto será mi mundo, y si debo hacer cosas que no quiero para que no le falte nada, eso haré y no me temblarán las manos.

En este justo momento, algo cambió en su mirada, que se endureció como la de un león que se llevaría el mundo por delante si fuera posible. Y, reprimiendo sus lágrimas, le dijo al chófer que continuara el camino al aeropuerto.

Recordaba nostálgica cómo, hace cinco años y poco más, había pisado por primera vez París y había quedado enamorada de aquel lugar.

——♡——

—¡¿Cómo es la cosa, Christina Isabel Ávalos Di Marco?!

Se puso de pie. El almuerzo no fue un buen momento para decirles a sus padres que se iría a Francia.

—¡Carlos, hijo, escucha a tu muchacha, caramba! —riñó la abuela María, salvando a Christina de la regañada de su padre.

—¿Tú sabías, Elizabeth? —arguyó Carlos, mirando a su esposa de manera inquisidora.

Elizabeth suspiró, negando con la cabeza. Ella sabía que su marido pegaría el grito al cielo cuando Christina saliera con lo de su viaje.

—Vida, deja que nuestra hija hable...

—¿Qué más dirá, mujer? —gruñó su padre, poniéndose de pie y saliendo a la entrada de la casa.

Christina siguió a su padre para explicarle. Sabía que su reacción no iba a ser la mejor, pero no esperaba que se pusiera así.

—¡Papi, papá, espérame! ¡Vale, conchale, no seas así! —dijo la castaña, llegando al patio principal de la casa—. Yo quiero irme. Usted sabe que ese ha sido mi sueño desde pequeña, y llevo mucho...

—¡Por eso vendiste el carro que tu mamá y yo te dimos con tanto esfuerzo, muchachita!




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