A veces el mundo nos pone pruebas que parecen simples, aunque escondan complejidades inimaginables. Me lo repetía continuamente, como si hacerlo lograra que los recuerdos perdieran fuerza. Pero no, había lugares donde el pasado se manifestaba apenas con mirar, removiendo todo lo que alguna vez soñamos, y desnudando aquello que no fue, o quizás no quisimos permitirnos que fuera. Es curioso cómo el qué dirán pesa más que la libertad de entregarnos, como si el juicio ajeno pudiera limitar la felicidad.
Recuerdo el jueves 10 con una claridad hiriente: música llenando mi habitación, ese refugio donde tus mensajes llegaban y, por segundos, sentía que nada más existía. Imagino que tú estabas perdido entre la rutina de tus días, tal vez con los mismos miedos disfrazados de ocupación. Pienso que tal vez fue el temor de perder lo que teníamos, o el vértigo de intentarlo de verdad, lo que nos impidió avanzar.
¿Hasta dónde habríamos llegado de haber tenido el coraje de saltar? Ya nunca lo sabré. Ahora me doy cuenta de que esa indefinición también nos marcó: sólo sé que existimos en ese limbo de dudas y posibilidades. que me miraban con una mezcla de ternura y melancolía. Aunque el camino terminó, guardo en mi pecho la certeza de que aquello fue real, aunque efímero y fragmentado. Quizás, al final, fuimos lo que debíamos ser: un hermoso intento.que me enseño a ver el mundo con otros colores. Fue un aprendizaje intenso, un capítulo breve pero inolvidable. Ahora, guardo esas memorias como tesoros que me impulsan a seguir buscando, sin miedo, lo que aún falta descubrir.
Todavía vibra en mi memoria aquella conversación sobre perder y ganar. “No me gusta perder si no gano nada”, te dije. Y tú, con esa sinceridad que dolía, dijiste exactamente lo mismo. Al fin y al cabo, no perdí. Gané conocerte, compartir risas, instantes fugaces de felicidad y esos ojos tuyos que se me quedaron tatuados en el alma.
A menudo me asalta la misma pregunta: ¿Por qué dejamos que todo quedara a medias? ¿Cuándo fue que preferimos conformarnos con tan poco, existiendo la posibilidad de tanto? Quizá algún día encuentre una respuesta. Por ahora, sigo habitando este recuerdo, preguntándome qué habría pasado si nos hubiésemos atrevido a vivir aquello sin esconderlo del mundo.