consecuencias de enamorarse

Punto de quiebre

El arbolito seguía ahí.
Más alto, tal vez, o quizá yo más pequeña.
Las flores moradas seguían cayendo como antes, como si supieran que alguien iba a volver a buscarlas.

Me senté en la jardinera, en ese rincón que solo nosotros entendíamos. La escuela estaba vacía ahora, o eso quería pensar. Aunque el ruido seguía en mi cabeza. Tus risas, tus bromas, tu voz diciéndome que no me callara tanto, que me soltara más. Y yo, tan terca, tan callada, te escuchaba solo cuando ya era tarde.

No sé por qué vine. Tal vez porque me mentí mucho tiempo diciéndome que ya te había soltado.
Que ya no dolía.
Que ya no te esperaba cada mañana con la esperanza de ver tu moto azul estacionada allá, en la esquina.
Esa moto por la que tanto te reclamé.
Esa con la que empezó todo.

Estuve a punto de pasar de largo ese día en que nos presentaron. No me llamaste la atención de inmediato. Pero algo en ti fue distinto. Tal vez tu forma de estar sin invadir. O tu risa, medio burlona, medio tierna. Me acerqué sin darme cuenta. Y cuando menos lo pensé, ya éramos algo. No sé si novios, pareja, locos o todo eso junto.

Fuiste tan tú conmigo. Tan distinto a como eras con todos.
Me hablabas bajito. Me dedicabas canciones que aún no puedo escuchar sin que se me enreden los ojos.

"Soñé", "Labios Rotos", "Huracán"...
Era como si cada canción llevara tu nombre escondido entre las notas.

Pero luego pasó lo que pasa cuando el pasado se hace presente.
Te enteraste de cosas que yo no supe cómo contarte. Y tú no supiste cómo perdonarlas.
Te fuiste.
Y yo me rompí.

Te rogué. Lo admito. Me dolió más el vacío que el orgullo. Volviste... pero no era lo mismo.
Aunque a veces sí lo era. A ratos éramos los mismos de antes.
Y eso era lo peor: saber que todavía podía ser tan bonito, tan real, y que igual se estaba desmoronando.

Duramos seis meses. Con pausas, con finales falsos, con regresos que parecían milagros.
Siempre pensé que habría tiempo para abrazarte más, para decirte más, para empezar de nuevo.
Y cuando ya no estuviste... entendí que el tiempo no espera a nadie.

Ahora estoy aquí.
Sentada en esta jardinera.
Mirando este arbolito de flores moradas que parece florecer solo cuando uno recuerda.
Y yo recuerdo. A ti. A nosotros. A lo que pudo ser.

No sé si volverás.
No sé si yo, en el fondo, todavía te estoy esperando.
Solo sé que el viento sopla, que las flores caen,
y que en este lugar donde todo empezó... algo de ti todavía vive.



#14374 en Novela romántica
#8448 en Otros
#2455 en Relatos cortos

En el texto hay: desepcion amorosa, sobrepensar

Editado: 04.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.