Conspiración

Exterminación

Un par de semanas después de nuestro logro, seguíamos alegres por nuestra victoria. Recibimos solo felicitaciones verbales y una nueva orden: invadir una aldea en Irak y matar a toda persona que se encontrara ahí y no fuera del ejército. No debíamos distinguir por edad, sexo ni nacionalidad, simplemente todo aquel que no fuera del ejército debía morir y la única explicación que nos dieron fue que es para exterminar a cualquier posible terrorista o alguien que podría convertirse en uno con el tiempo.

Si antes me sentía incómoda matando a los enemigos, ese sentimiento se había convertido en desagrado e impotencia. Si me rehusaba y reclamaba, solo conseguiría terminar en una corte marcial. A diferencia de cuando nos enviaron a pelear a Nigeria, muy pocos estaban completamente de acuerdo con la orden, pero no podíamos desobedecer.

—¿Qué pasará con los niños? —pregunté con pánico.

—Deben matarlos —respondió la sargento—, no podemos dejar sobrevivientes que se conviertan en posibles amenazas.

—Pero solo son niños...

—Para exterminar la mala hierba, hay que sacarla desde la raíz, de lo contrario volverá a crecer.

Esta vez, aterrizamos en helicópteros cerca de ahí. Al bajar, un hombre de edad avanzada fue a recibirnos, pero un chico que iba conmigo le disparó en la cabeza. El resto de los habitantes comprendieron que no fuimos para dialogar y empezó a cundir el pánico. Corrían de un lado a otro en medio de gritos, buscando algún escondite pero simplemente todos mis compañeros disparaban, por lo que solo caían muertos sobre las calles de tierra.

No disparé. No me atreví. Observaba todo con horror y no quería ser partícipe de eso.

—Way —me llamó Cameron—, no vaciles y dispara. Es la orden que nos dieron.

—Es una masacre —dije.

—Es una orden.

Cameron se alejó de mí mientras disparaba.

Una vez que cesó el fuego, todos nos dividimos para buscar en las casas sobrevivientes. No podía quedar una persona viva. Ni una sola posible amenaza y ni un solo testigo. Todos debían morir.

¿Qué los condenaba? Su religión y vivir ahí, nada más.

Un niño de unos cuatro o cinco años salió corriendo de su casa y empezó a gritar en medio de llantos. Se tiró sobre el cuerpo inerte de un hombre, por lo que supuse que era su padre. Aquello me conmovió.

Absorta en mis pensamientos y en mi lamento por aquel niño, me di cuenta de que si él seguía ahí haciendo un escándalo el resto de los soldados se daría cuenta de su presencia. Dejé de vacilar y corrí hacia él. Lo tomé en mis brazos y entré en la casa de la que había salido. Él seguía llorando y pataleaba para que lo soltara mientras trataba de calmarlo, hasta que lo logré.

—Que extraño —oí decir a alguien afuera—, juro haber escuchado el llanto de un niño aquí.

Mis ojos se abrieron enormemente. Estaba asustada y con el alma en un hilo. Subí corriendo las escaleras y procurando no hacer mucho ruido. Al llegar al segundo piso, escuché susurros de otro niño de unos ocho a diez años y a una mujer. Pronto entendí que eran oraciones a Alá. Quizás pedían por su protección o por quienes habían perdido la vida.

Toqué el hombro de la mujer y ella se asustó al verme. Estuvo a punto de gritar, pero le cubrí la boca con mi mano. Ella me miró extrañada. Le destapé la boca y le hice un gesto para que hiciera silencio, el cual entendió. Le extendí a su hijo pequeño y ella lo abrazó mientras lloraba.

—¿Entiendes inglés? —le pregunté en voz baja.

—Mi marido era intérprete para los turistas y de vez en cuando el gobierno lo contactaba —respondió—, así que solía enseñarme cuando estaba en casa.

En mi mente agradecí a Dios por darme la oportunidad de ayudar mejor a otra persona. Seré sincera: hubiera sido muy difícil que la ayudara si solo podíamos comunicarnos por gestos.

—Escucha atentamente —empecé explicarle la situación, hablando lentamente para que no le costara entender—: soy del ejército. Nos dieron la orden de exterminar a todos los habitantes de esta aldea, pero me rehúso a seguir esa orden.

Ella me miró asombrada.

—Quiero ayudarles y, para eso, deben seguir mis instrucciones.

»Se esconderán aquí durante varios días —abrí un armario que tenían—. No salgan por ningún motivo.



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En el texto hay: guerra, espionaje, terrorismo

Editado: 13.03.2018

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