Tal y como lo dijo Carolina, fui enviada a Corea del Norte. Entré por medio de un túnel cuya entrada estaba em Corea del Sur. Me sorprendió no tener problemas al salir, pero solo un par de minutos después vi soldados, por lo que me oculté entre el follaje. Ya nada más me sorprendía, ni siquiera haber emcontrado la entrada a otro túnel. Llegué hasta la red de alcantarillado y llevaba un dispositivo nuevo que proyectaba un mapa del lugar y la ubicación (como en los dispositivos GPS), por lo que busqué el punto de encuentro establecido.
Una vez que llegué, busqué alguna forma de subir hasta la tapa más cercana. No sabía exactamente lo que había arriba, por lo que salí con cuidado. Estando arriba, alguien me jaló del brazo hacia atrás y cubrió mi boca. De esa forma me llevó hasta el fondo de un callejón. No puse gran resistencia porque sentía que no me haría daño, y así fue. Me soltó y se puso delante de mí. Sé que dije que ya nada me podría sorprender, pero en realidad aquello sí. Fue realmente increíble e inesperado. Nunca pensé que algo así pasaría o que nos reencontraríamos de esa forma: estaba a solo poco más de veinte centímetros y frente a frente con Ethan.
—¿Qué haces acá? —le pregunté en voz baja.
—Lo mismo me pregunto yo sobre ti.
—Yo pregunté primero.
Él me miró con los ojos entre cerrados. Tenía una expresión pensativa. Lucía demacrado y delgado. Llevaba un gorro, bufanda, abrigo y botas, todo de color negro.
—Cuando me recuperé después del bombardeo quise enlistarme —contestó—, pero me dijeron que por mi lesión no podía. Sin embargo, me dieron la opción de participar como espía por las habilidades que adquirí cuando serví en el ejército.
»¿Qué tal si mejor me acompañas a un lugar más seguro? Es cerca de aquí.
»Por cierto, cuando lleguemos debes ducharte. El olor a alcantarilla no le viene a tu belleza.
—¿Eso fue un cumplido o lo dices para convencerme de que me duche?
—Ambos.
Caminamos entre la multitud. Ethan se agachaba un poco para no sobresalir por su altura. Nos detuvimos en un edificio de poca altura pero muy ancho. Me indicó que lo siguiera y así hice. Subió por una escalera externa al segundo piso y luego entró a un departamento. Por el pasillo del departamento salió a recibirnos un coreano y me asusté, por lo que saqué una pistola que llevaba en el cinturón.
—Tranquila —me dijo Ethan y puso su mano sobre el arma para indicarme que la guardara—, él nos ayuda.
Miré al chico, luego a Ethan y guardé la pistola.
—El baño está en la primera puerta del pasillo.
—Si alguno entra, le vuelo los sesos.
Solo los amenacé, no pensaba cumplir. Lo más seguro es que si alguno hubiera entrado solo habría alcanzado a reaccionar gritando y arrojándole jabón.
Al terminar de ducharme, revisé mis cosas. A pesar de haber guardado con bolsas plásticas mi ropa dentro de la mochila, igual tenían olor a alcantarilla. Me frustré y llamé a Ethan.
—Ni creas que voy a entrar —dijo desde el otro lado de la puerta—, si lo hago me vas a matar.
—¡Solo necesito un favor!
—¿Cuál?
—¿Puedes conseguirme ropa limpia?
—Eli... somos dos hombres aquí, créeme que no obtendras algo.
—¿No tienen vecinas acaso? ¿No puedes ir a comprar algo?
—Es riesgoso y lo que tenemos es para proviciones.
—¿Qué sugieres entonces? Si me pongo mi ropa vas a reclamar por el olor, pero tampoco puedo andar desnuda.
—Por mí no hay problema —escuché que susurró, pero me hice la desentendida.
—¿Qué dijiste?
—¡Nada! O sea... eh... dije que te presto algo sin problema.
Al cabo de unos minutos trajo una camisa. Me la puse y parecía que tenía puesto un vestido. Únicamente llevaba ropa interior y la camisa que me prestó Ethan mientras mi ropa se lavaba. Se me hacía incómodo estar además con Ethan y Jung (creo que así se llamaba el hombre coreano, no lo recuerdo muy bien), pero por suerte ambos se fueron durante el día.
Me sentía tan inútil en esa situación. No podía ayudar a Ethan ni cumplir con lo que me pidió Carolina, solo me quedaba revisar los archivos que me dio y las cosas de Ethan para ver si algo me servía.