Constante Amenaza; Part 2

CAPITULO 8

Narra Liz.

 

Mierda. No puede ser. Mátenme, ¿De nuevo? ¿Señor, qué he hecho mal?

*¿Todo? *

Gracias.

 

Me levanto como puedo pues debo bañarme, el olor a alcohol me está mareando y además de que debo ir a casa por mi hija porque sus abuelos se tienen que ir y yo luego debo trabajar, obvio la tendré que llevar a la oficina.

Voy al baño y me meto bajo la ducha, abro el grifo y el agua corre por mi cuerpo.

 

Narra Albert.

 

La luz da en mis ojos. Joder. ¿Qué pasó anoche? Solo recuerdo que llegué al bar, bebí y ya no más. Examino el lugar y veo que hay ropa tirada por todo el lugar y hay una cadena al lado mío.

No puede ser. No de nuevo. ¿Por qué esto? Maldición. Que mal. Muero. La misma cadena. Ojalá esta noche no tenga regalo. Sale alguien del baño.

–Olvidemos esto – Liz está envuelta en una toalla. Busca su ropa.

–Lo mismo opino – digo cubriendo mis ojos con mi brazo.

–No recuerdo nada, hagamos como que nada pasó – dice.

–De acuerdo. Yo tampoco recuerdo – admito.

Su celular comienza a sonar. Me levanto y me comienzo a vestir porque obviamente no hay nada que hacer aquí y pensado bien, tampoco podemos hacer como si nada hubiese pasado porque claramente ya pasó algo entre nosotros.

 

Narra Liz.

 

Contesto la llamada mirando a Albert mientras se viste, me fijo en algunas partes de su cuerpo más que en otras, me gusta su abdomen y no entiendo por qué razón lo miro como si nada, pues su cuerpo y el mío ya se conocen.

 

–¿Diga?

–Elizabeth, vamos con Emy a la Clínica, tiene fiebre, llora mucho y la fiebre no le baja por nada, llegaremos en 5 minutos creo yo.

–Voy.

 

O sea, es lo único a lo que puedo atinar, nuevamente otro miedo se apodera de mi pecho y no tengo idea cómo reaccionar, es mi hija y nuevamente vamos a lo mismo, a ese salto de fe.

–¿Pasa algo? – pregunta Albert ya vestido. Me entrega mi cadena.

–Llevan a Emy a la Clínica – busco mi bolso y mi chaqueta consiente de que estoy temblando.

–Te acompaño, llegué con auto – dice mostrando la llave de su Lamborghini.

–Vamos – salimos de la habitación.

Buscamos el auto de Albert en el aparcamiento, claramente vamos corriendo y creo que él también está preocupado, pero no sé si es porque yo estoy demasiado nerviosa o porque su hija está por ser atendida en urgencias. Al final encontramos el deportivo, nos subimos y emprendemos viaje a la clínica. 

–¿La dirección?

–No me la sé, pero es la que queda a 2 cuadras del edificio – digo, obviamente debe entender que es la de su padre.

–Ok.

En 10 minutos estamos en la clínica, deberían haber sido 20 minutos de viaje, pero saltando semáforos es más fácil y rápido llegar, además con la potencia de su vehículo, se hace récord de tiempo. Bajamos juntos y corriendo entramos tomados de la mano hasta el mostrado, aprieto la mano de Albert con miedo que no quiero expresar.

–Emily Irwin Dallas – le digo a la chica de recepción.

–Tercer piso, pediatría, habitación 182 – mira sonrojada a Albert. 

Se que va pensativo y que me quiere hacer muchas preguntas, pero en este momento el apretar su mano es lo único que impide que me lance a llorar como niña pequeña. Llegamos a la tercera planta y pasamos por los pasillos, ahora camino con temor y es como si él fuera tirando de mi mano.

–Tiene mi apellido – dice sorprendido.

–Larga historia – digo nerviosa.

–Me la tendrás que contar – dice serio.

–Otro día, están atendiendo a mi hija ahora – digo evadiendo el tema.

–Ok.

Llegamos a la sala de esperas, entiendo que mi hija sigue siendo atendida, pues puedo ver a Charles y Juliette. Se sorprenden al vernos llegar juntos y tomados de la mano, pero no dicen nada.

–¿Hace cuánto pasó? – pregunto soltando la mano que me había dado estabilidad.

–Desde que despertó, le iba a dar el biberón, pero noté que tenía fiebre, le desperté por precaución y comenzó a llorar, hice lo que dijo la doctora, no bajó su temperatura así que la trajimos, ya sabes – dice Juliette.

No puede ser, mi pequeña. Inevitablemente caen mis lágrimas, temía que esto volviera a pasar, como odio estas situaciones. Pero desde que Emily nació que los pediatras siempre me dijeron lo mismo, su vida es subida y bajada por todo lo que pasó el día que nació. Charles me abraza y me aprieta en contra de su pecho mientras no dejo de lamentar esta situación.

–Tranquila, confiemos en los doctores. Ellos saben que hacer – abrazo a Charles aún más fuerte – llamé a tus padres, ya se fueron a Miami.

–Ok, ¿A qué hora se van ustedes?

–En 2 horas sale el vuelo.

–Deberían ir partiendo al aeropuerto – me alejo un poco, veo que Juliette habla seriamente con Albert, este se ve preocupado.

–Eso creo – dice Charles – debes ser fuerte. Confía en que todo estará bien – me da un beso en la coronilla.

–OK.

Después de despedirnos, se van, por lo que quedo solo con Albert. 

–Explícame que es lo que le pasa – pide Albert en un tono tan comprensivo que duele.

Voy a hablar, pero justo la Doctora sale de la sala.

–¿Familiar de Emily Irwin?

–Soy su papá – Albert se levanta primero que yo.

La Doctora me mira sorprendida, a los únicos que conocía era a Juliette, mis padres y yo.

–La estabilizamos, obviamente llegó a tiempo, sus vías respiratorias estaban bastante inflamadas y la saturación de oxígeno en la sangre ya era baja. Recomiendo que hagamos los exámenes.

–Pero, usted la vez pasada dijo que se corría mucho riesgo debido a la edad y que sus defensas eran débiles – me apoyo en el pecho de Albert que en este momento me sostiene.

–Lo recuerdo, pero no siempre van a llegar a tiempo y no creo que quieran mantenerla siempre con medicamentos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.