Constante Amenaza; Part 2

CAPITULO 11

***

4 meses después.

***

 

Narra Albert.

 

Maldito celular del demonio que no para de sonar. Me levanto con demasiada pereza porque estoy demasiado cansado, he estado estudiando para terminar mi tesis y poder presentarla, además tengo que cuidar de Emily y mi hija es un verdadero demonio. Encuentro mi celular entre lo que tengo en la mesita de noche, son las 3 de la mañana y Liz me está llamando.

 

Al 

–¿Qué pasa Liz? ¿Por qué lloras? – ya desperté.

–La película, es muy triste.

–¿Cuál mirabas? – estas llamadas ya son comunes.

–Wall-e

–Voy a verte, espérame. ¿Llevo chocolate?

–Eso me da asco.

–Antes no decías lo mismo.

–Ven luego, me voy a deshidratar si sigo llorando.

–Bueno, exagerada.

 

Me visto con premura, pues no quiero que Liz continúe llorando. Tomo mis cosas y una de las tantas chaquetas que tengo, busco entre todas las llaves, la que es de mi Lamborghini, sé que Elizabeth lo ama y probablemente pase está noche con ellas.

–¿Para dónde vas? – pregunta mi compañera de cama.

–Aymara, voy donde Liz, vuelvo en un rato.

–Lo mismo dijiste hace 2 noches Albert, para eso vives allá – dice sentada en la cama.

–No lo entenderás hasta que no te quedes embarazada – me inclino para besarle.

–No gracias, destruiría mi cuerpo y, o sea, que asco los niños.

–Amor, te veo mañana – le digo.

–Ok. Te amo.

–Yo igual – la beso y salgo de mi casa.

Conduzco al departamento de Liz, ahora tengo un parking entre sus plazas, así no tengo que estar pagando por las horas de uso y así, me salía muy caro tener que pagar. Subo por el ascensor cargando algunas cosas que Liz pueda tener como antojo, así me evito el volver a salir. Salgo del ascensor y camino por el pasillo, abro la puerta con mi llave, sí, tengo llave porque a veces tengo que venir y ella no está para abrir, así que tengo copia de las llaves. Escucho a Liz llorar y sé que está en el living. Se encuentra viendo nuevamente esa película de Perros, y no hablo de 101 dálmatas, me refiero a “La Dama y El Vagabundo".

–¿Nuevamente esa? ¿Por qué lloras? – dejo las bolsas en la isla de la cocina y me acerco a ella.

–Sí, porque incluso los perros saben amar mucho mejor que las personas – me río. Me quito mi chaqueta y zapatos. Me siento a su lado y la abrazo.

–Tranquila.

–Tengo solamente 5 meses, no creo que soporte tanta deshidratación, lloro por todo – sigue llorando, pero ahora abrazada a mí.

–5 meses hermosos. Vamos, te llevaré a tu cama a dormir.

–No quiero caminar.

Me levanto y la tomo en brazos. Eso es prácticamente lo que hago desde hace un mes cuando Liz comenzó con eso de llorar por todo, y dejar de comer Nutella o cualquier chocolate porque le causan nauceas tan sólo el olor. Camino con ella en mis brazos mientras sigue llorando, como puedo abro la puerta de la habitación. Está desordenada, obviamente tuvo problemas al escoger la ropa para ir a trabajar.

–Yo elijo el outfit de mañana – asiente.

La dejo en la cama y la arropo con cuidado mientras sigue llorando, sus ojitos se ven tan rojos e hinchados que sé que mañana se va a tener que hacer ese tratamiento que Chris le indicó.

–Voy a ordenar primero, deja de llorar, quédate tranquila que yo estoy contigo y mi hijo – deja de llorar por un momento, en el que me mira.

Dejo todo ordenado. Voy a ver a Emily a su habitación para asegurarme de que está dormida. Vuelvo al cuarto de Liz y me desvisto para quedar solo con bóxer y mi camiseta.

–Ya regresé – me acuesto y Liz me abraza, como casi todas las noches. Por no decir TODAS.

–Gracias – me dice. Toco su barriga ya bastante inflamada.

–Los amo, son mis más bellos tesoros.

–También te aman, eres buen papá – se queda dormida. Suena mi celular.

Cómo hago cada noche, reviso mis redes sociales y mis chats, aunque sólo respondo algunos nada más, ya que me da sueño estar frente a la pantalla.

 

Amor❤

 

Albert, me cansé. No puedo seguir, no estas nunca conmigo, vengo una semana al mes y tu no vas nunca a Italia, cuando vengo siempre trabajas o estás con Emily y por las noches debes ir a estar con Elizabeth. Quiero el divorcio. Pero me las van a pagar. Tú, Elizabeth y los mocosos, no te vas a librar de mi tan fácilmente. Desde ahora te comunicas con mi abogado.

 

Cierro todos los chats y apago cada aplicación para que no se gaste la batería de mi celular.

–Mierda – gruño al entender el mensaje de Aymara, Liz despierta sobresaltada.

–¿Qué pasó?

–Nada – miento. Rueda los ojos.

–Albert, es Aymara ¿cierto? Arruiné tu matrimonio – vuelve a llorar. Moja toda mi camiseta.

–Tranquila, no es nada. No creo que hubiésemos podido seguir juntos – la tranquilizo. Pero sigue llorando.

Al cabo de 5 minutos deja de llorar. Pero comienza a llorar Emily y la tengo que ir a buscar a su habitación. Tendré que dormir con ambas lloronas.

Me acuesto entre Liz y Emily, Emily queda en el lado de la pared, así no caerá. Emily se queda dormida de inmediato, mientras que Liz me abraza como si fuera un oso de felpa.

–Estas mojado – se queja Liz.

–Alguien lloro sobre mi – le susurro. Se ríe.

–Perdón, quítate eso, me molesta.

Me quito la camiseta y la lanzo a cualquier lado. Liz me abraza, o se enrolla en mi nuevamente.

 

Narra Liz.

 

Suena el despertador y yo tengo demasiada calor. Abro los ojos sin saber en dónde me encuentro, estoy abrazando a Albert a la altura de su cintura, Emily cubre su torso desnudo. Tenemos nuestras piernas entrelazadas.




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