Constante de atracción

Capítulo 4

Capítulo 4: Curiosidad del acuario.

El día amaneció con una neblina suave pero húmeda que envolvía la ciudad de Valparaíso como una capa protectora. Cael ajustó la correa de su mochila con un leve tirón antes de volver a soltarlo y consultó el mapa en su teléfono por tercera vez. No era que dudara de cómo llegar al Acuario del Pacífico, pero necesitaba mantener las manos ocupadas. Los encuentros sociales seguían siendo un territorio inestable para él, incluso si Olivia estaba involucrada.

La idea había sido de Olivia, por supuesto. ¿Por qué aceptó? Por culpa de los juegos mentales de su hermana Vera, quien se había ofrecido ir de chaperona por si le daba un “ataque de Cael”.

—¿Y si vamos todos al acuario? —Había propuesto durante una llamada improvisada dos noches antes, luego de haber dejado que hablara por veinte minutos de su última serie favorita. — Algo relajado, con animales raros, luces suaves... Creo que acaba de llegar aquel pez feo que tanto te gusta; es perfecto. Además, mi amiga Cata está obsesionada con las medusas. Y tú puedes darnos tus datos nerds sobre peces. Suena divertido, ¿no?

Divertido no era la palabra que Cael habría elegido, pero asintió aunque sabía que la chica no lo veía, algo que tampoco importaba. La idea de verla otra vez —y de compartir espacio con ella fuera de un entorno controlado— le provocaba una emoción extraña.

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Curiosidad.

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Y tal vez un poco de ilusión.

El grupo comenzó a reunirse frente a la entrada del acuario a las diez en punto. Vera fue la primera en llegar, luciendo una bufanda con estampados de ballenas que Cael sospechaba que había comprado solo para la ocasión y muy posiblemente en un puesto cercano al lugar. A su lado iba Álvaro, su novio, un hombre tranquilo con barba poblada pero bien recortada y mirada paciente, que ya había soportado un almuerzo entero con Cael sin perder la sonrisa.

—¡Hermano! —Vera lo saludó con un abrazo fuerte y un sonoro beso en su mejilla. — ¿Listo para la expedición marina?

—Mientras no me pidan nadar con tiburones, sí.

—Eso solo si te portas mal. —Bromeó Álvaro.

—¿Pero yo puedo? —Insistió Vera con ojos de cachorro.

—Solo si te portas bien. —Señaló Alvaro sacando un puchero de su hermana.

Estaba claro que Vera había encontrado a alguien que, más que controlarla, sabía seguirle sus juegos, cuidando de esta.

Sobre todo cuando su cero instinto de supervivencia estaba involucrado.

Minutos después llegó Olivia, acompañada de Cata, una joven de cabello rizado teñido de azul, que saludó con un entusiasmo contagioso. Y luego apareció Rodrigo, el mejor amigo de Cael desde la universidad, un tipo tan sarcástico como brillante, que se acercó comiéndose una empanada.

—¿Esto es una cita doble o una expedición científica? —Preguntó Rodrigo, mirando al grupo. — Porque si es lo segundo, me faltó traer mi cuaderno de campo.

—Ambas cosas, probablemente —Respondió Olivia mientras entregaba las entradas.

El acuario se extendía bajo una gran cúpula de vidrio. Nada más entrar, fueron recibidos por una tenue luz azulada y la visión hipnótica de un túnel submarino, donde bancos de peces plateados nadaban en círculos perfectos por encima de sus cabezas.

—¿Sabían que los cardúmenes se mueven siguiendo patrones matemáticos casi idénticos a los algoritmos de enjambre usados en inteligencia artificial? —Comentó Cael, señalando hacia arriba.

—¿Y qué algunos se unen a estos para no poderse y aumentar sus posibilidades de sobrevivencia? —Añadió Vera.— Se conoce como confusión del depredador.

—Ya empezaron. —Se burló Rodrigo viendo su reloj de pulsera. — Nuevo récord.

—Es su lenguaje del amor. —Acotó Álvaro, besando la frente de Vera.

—¡Me encanta! —Añadió Olivia sin pestañear.

Cael sintió que su estómago se contraía un poco. ¿Lo había dicho en serio? ¿Estaba bromeando? Olivia se limitó a sonreírle, como si disfrutara dejando la interpretación en el aire.

Mientras caminaban por los pasillos del acuario, la dinámica del grupo se estableció rápidamente. Vera se convirtió en guía informal, leyendo en voz alta las placas informativas y haciendo chistes constantes. Cata, Álvaro y Olivia se detenían cada cinco minutos para observar o fotografiar algo peculiar. Rodrigo recorría el lugar como si estuviera dentro de un videojuego. Y Cael… Cael se sentía, contra todo pronóstico, cómodo.

Se detuvieron frente a un tanque donde nadaban varios peces luna.

—Este animal puede pesar más de una tonelada, pero solo come medusas y otras pequeñas especies como calamares y zooplancton. —Explicó Olivia. — Me fascina. Es como un panda, pero en pez.

—De hecho, su dieta baja en calorías esta compensada por una eficiencia metabólica increíble. —Añadió Cael. — Aunque todavía no entendemos cómo logran acumular tanta masa sin grasa excesiva.

—¿Ves por qué me gusta? —Dijo Olivia, girándose hacia Cata. — Me da datos exactos que no tengo que googlear.

—Cabe señalar que también le gusta tomar el sol y, aunque es considerado un mal nadador, es un estupendo viajero. — Cael respondió rápidamente, principalmente para no olvidar su tren de pensamiento.

—¡Me encanta! —Repitió Olivia.

—Entonces, oficialmente, los declaro pareja geek del año. —Dijo Vera, levantando una mano como si fuera una jueza.

Cael sintió un leve rubor subirle por las mejillas, pero no protestó. Solo miró a su hermana de manera acusadora, pero está solo sonrió con burla.

El recorrido continuó hacia la sección de aguas profundas. Allí, luces ultravioletas iluminaban criaturas que parecían salidas de una película de ciencia ficción: peces transparentes, anguilas con órganos bioluminiscentes, medusas de tentáculos interminables.

Cata pegó la cara al vidrio del tanque de medusas.

—Me encanta que floten como si no tuvieran preocupaciones. ¿Sabían que algunas especies no tienen sistema nervioso central?




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