CAPÍTULO 15. Entre silencios y sonidos.

El aire fresco de la mañana entraba por la ventana del aula mientras Aiven y Noam se sentaban juntos como siempre.
Noam parecía un poco más abierto, y Aiven lo notaba en las pequeñas cosas: un leve roce accidental al pasar los libros, una sonrisa fugaz cuando Aiven decía algo gracioso, una mirada más sostenida que antes.

Pero también había algo que preocupaba a Aiven, un secreto que Noam intentaba ocultar.

Durante el receso, decidieron ir a la biblioteca, su refugio silencioso.
En una mesa apartada, Noam sacó sus auriculares y, sin decir mucho, comenzaron a escuchar ambos desde estos la misma canción.
Noam tenía un auricular en un oído, Aiven en el otro, casi pegados, compartiendo el mismo ritmo y melodía.
Las notas suaves parecían crear un puente invisible entre ellos, donde las palabras sobraban.

—¿Te gusta esta canción? —preguntó Aiven con voz baja.

Noam asintió y esbozó una sonrisa tímida.

Mientras hojeaban unos libros, Aiven no pudo evitar notar que Noam se cubría las manos con las mangas largas de la sudadera, incluso cuando hacía calor.
Con un impulso silencioso, deslizó su vista hacia las muñecas de Noam y vio lo que temía: pequeñas marcas, cortes apenas visibles, pero reales.

El corazón de Aiven se apretó. No sabía cómo abordar el tema sin invadir, sin asustar.

Cuando se levantaron para regresar a clase, Aiven decidió acercarse un poco.

—Noam... —comenzó con cuidado—, si alguna vez quieres hablar o necesitas ayuda, estoy aquí, ¿vale?

Noam bajó la mirada, pero no dijo nada. Solo apretó la mochila contra el pecho y asintió levemente.

De vuelta en clase, se sentaron juntos como siempre, con la rutina que poco a poco se transformaba en confianza.
Noam ya no parecía tan distante, aunque seguía guardando partes de sí mismo en silencio.

Aiven sabía que el camino era largo, pero estaba dispuesto a caminarlo a su lado, paso a paso, con paciencia y sin presiones.

Esa tarde, al despedirse, compartieron una última mirada cómplice.
Sin palabras, sin promesas grandes, solo la certeza de que estaban ahí, el uno para el otro.