Constelación De Dos

CAPÍTULO 16. Cercanía y silencios.

Aiven no podía dejar de pensar en las marcas que había visto en las manos de Noam.
La preocupación le rondaba el pecho como un ruido constante, y aunque sabía que debía ser paciente, la ansiedad le hacía querer acercarse más, estar más presente, no dejar que Noam se sintiera solo.

Decidió invitarlo a su casa para pasar la tarde juntos, sin decir demasiado, solo para estar.

Cuando Noam llegó, Aiven estaba nervioso, las manos le sudaban un poco, y la voz parecía pequeña cuando le abrió la puerta.

—Pasa, Noam.

Ellos caminaron hacia la sala, donde Aiven había puesto unas mantas y algunos cojines en el suelo, creando un pequeño refugio improvisado.

Se sentaron cerca, casi rozándose. La cercanía hizo que Aiven sintiera el calor del cuerpo de Noam más intensamente.

En un momento, Aiven lo abrazó sin preguntar, como si su cuerpo necesitara ese contacto más que las palabras.
Noam no se alejó; al contrario, su respiración se hizo más pausada, y sus ojos se encontraron en una mirada fija, profunda y casi desnuda.

Ambos se quedaron así, inmóviles, con la distancia entre sus rostros cada vez menor.

Aiven, sin pensar demasiado, se inclinó un poco hacia Noam, sintiendo la tensión en el aire, esa mezcla dulce y extraña de nervios y calma.

Hubo algo especial que los envolvió: la certeza de que no estaban solos.

Para romper el silencio, Noam eligió una película para ver juntos. Eso hizo que se separaran de esa cercanía.
Era una película de terror, un gusto que él había tenido desde siempre, pero esa tarde, la atmósfera era diferente.

A medida que los sustos aparecían en la pantalla, Noam comenzó a tensarse, apretando la mano de Aiven sin darse cuenta.
Cuando llegó una escena realmente fuerte, se acurrucó, apoyando la cabeza en el pecho de Aiven.
Él sintió cómo el corazón de Aiven latía rápido, cerca, y esa cercanía lo atrajo aún más hacia él.

Aiven podía oír también el corazón de Noam, estaba acelerado, y se sonrojó ligeramente, consciente de ese momento íntimo, de esa conexión que iba más allá de las palabras.

Los minutos pasaron lentos, con el sonido de la película mezclándose con sus respiraciones y el latido compartido.

Cuando la película terminó, Noam aún permanecía apoyado en Aiven, y este le acarició el cabello con suavidad, como un gesto de cuidado silencioso y sincero.

—Estoy aquí —susurró Aiven, con la voz baja pero firme.

Noam levantó la cabeza para mirarlo, y en sus ojos había una mezcla de agradecimiento y algo que parecía esperanza.

Esa tarde nació algo nuevo entre ellos: la confianza de poder estar cerca, de ser un refugio el uno para el otro.



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Editado: 26.08.2025

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